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17/10/2018

El origen virtuoso del “Sí se puede”

El origen virtuoso del “Sí se puede” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Inspirados y conducidos por el líder chicano César Chávez, los “campesinos” mexicanos migrados a EE.UU. lograron organizarse sindicalmente y forzar a los patrones a firmar los primeros contratos de trabajo en su historia que establecieron el respeto a sus derechos laborales y civiles.

Osvaldo Jauretche

La apropiación de lemas o adjetivaciones ajenas, o su conversión a sentidos opuestos no es extraño a la política. Un caso paradigmático es el de “descamisado”, usado derogatoriamente contra los obreros peronistas. Estos lo reconvirtieron como una orgullosa pertenencia, reafirmada por la vehemente oratoria de Evita. En el mismo sentido surgieron lemas en respuesta a estereotipos denigrantes. En Estados Unidos la lucha del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos acuñó el lema “black is beautiful” (lo negro es bello), en clara respuesta a la identificación de lo negro como malo o feo.

Y aquí vamos al tema del título: en los Estados Unidos también se estereotipó a los mexicanos como vagos e incapaces. Era común verlos dibujados durmiendo bajo sus grandes sombreros al pie de un árbol, una imagen nada inocente multiplicada a través de diferentes medios. Cuando comienza a madurar la lucha por los derechos de los trabajadores del campo, mayoritariamente mexicanos, surge el lema “Sí se puede”. Sí podemos, no somos incapaces, una apelación al orgullo de clase.

“Sí se puede” se convirtió en el grito de guerra campesino (así se llaman a sí mismos los obreros rurales mexicanos en EE.UU. El sindicato United Farmworkers of America, UFW, lo traduce como Unión de Campesinos de América). Se cuenta que lo lanzó Dolores Huerta, luchadora civil incansable que entonces secundaba al gran líder chicano César Chávez. En el monumento a éste y su movimiento erigido en Sacramento, capital de California, se la incluye elevando el cartel de Huelga, símbolo de su capacidad de lucha. (Ver fotos).

Y vaya si pudieron. Inspirados y conducidos por César Chávez, los “campesinos” lograron lo que muchas luchas, huelgas y movilizaciones anteriores no pudieron: organizarse sindicalmente y forzar a los patrones a firmar los primeros contratos de trabajo en su historia que establecieron el respeto a sus derechos laborales y civiles. No fue nada fácil. Transitaron una huella de represiones, vejaciones y asesinatos (reivindican a cinco mártires, cinco trabajadores asesinados sin ningún procesado por ello). Heroicas huelgas, multitudinarias y largas marchas a través del estado forjaron su organización, que incluyó acciones legales y políticas conducidas por el más notable y exitoso líder chicano, César Chávez (“Chicano” es otro término originalmente despectivo asumido orgullosamente como pertenencia por los mexicoamericanos). 

Chávez, nacido de padres mexicanos en una humilde casa de adobe en el polvoriento pueblo de Yuma, Arizona, vivió desde temprano el calvario de las labores agrarias en el estado más rico del país más rico del mundo. (La industria agrícola de California es la número uno en la economía del estado. Su producción la ubica entre las mayores del mundo, superando la de países enteros. Sus trabajadores comparten muy poco de su riqueza, y hasta las victorias “chavistas” ni siquiera existían para las leyes laborales). Cuando advierte que la violencia represiva hace inconducente el recurso de la huelga, Chávez recurre a un método original para las luchas sindicales: el boicot. Se lo lanza contra el consumo de uvas de mesa producidas en California, con gran éxito. Este se basa en campañas que llevan a los trabajadores rurales, hasta entonces invisibilizados, a mostrarse en las grandes ciudades piqueteando sus supermercados. Generaron así, además de la caída en las ventas de uvas, la simpatía de importantes sectores populares que tomaron conciencia sobre quiénes y cómo producían sus alimentos. Y ganaron el apoyo de algunos grandes sindicatos y la central obrera AFL-CIO. La patronal agraria se vio forzada a sentarse a negociar y firmar contratos de trabajo en la propia humilde sede del sindicato en la pequeña ciudad californiana de Delano. 

Con su ejemplo ético Chávez, que en su lucha incluyó largos ayunos que pusieron en serio riesgo su salud, junto a Dolores Huerta ganó celebridad nacional. No dejaron duda alguna de que sí, se puede.

Un lema tan bien fundado no pasaría inadvertido por políticos. El más destacado fue Barack Obama, que lo utilizó en su campaña presidencial. Y su vulgarización llegó a las tribunas futboleras, con la “fanaticada” mexicana alentando con ella a su selección, tras una serie de derrotas desalentadoras.

¿Imaginan ustedes de cuál de estos ejemplos lo tomó el macrismo?

29/07/2016

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