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Liliana Herrero nació en Villaguay, Entre Ríos, hace 70 años. Canta a la “madre río” con su “escamas de oro vivo” y afirma que “son el sueño que me lleva más allá”. Citó a Jaime Dávalos -el autor de ese poema- varias veces en la entrevista, para hablar del tiempo y la necesidad de no dar nunca por terminado al pasado.
Está por grabar un disco de canciones de Fito Páez, su gran amigo. Es la primera vez que lo hará y no sabe bien por qué recién llegó ese momento, quizás no importe. Para poder realizarlo, dio un recital con el sólo objeto de lograr los fondos para avanzar con el proyecto.
De cómo es que una artista popular de su trayectoria debe recurrir a ese método, del país en el que vive y de la elección de la independencia a la hora de producir su trabajo, habló con pasión y detalle ante .
Liliana Herrero es una de las grandes voces de la música popular argentina. Mantiene un compromiso histórico con la realidad que la circunda y fue una activa militante en sus años de juventud. Una de sus grandes interpretaciones, “palabras para Julia” de Paco Ibáñez y Juan Goytisolo, era cantada por ella en los festivales populares de los ‘60 y ‘70. Mucho tiempo después la incluyó en un disco. Militaba entonces en la juventud peronista. “En este momento es muy complicada la situación, tal vez aparezca otro movimiento popular, no lo sé ahora, son procesos muy largos. Siempre me incliné por los movimientos nacionales y populares” dice.
- ¿Qué te falte dinero para grabar un disco, justo a vos, habla de la situación del país?
-Yo veo las dificultades económicas actuales que son monstruosas, bajo un plan de entrega de un país no tienen otra receta que ajustar a los que menos tienen. A eso le suceden cosas muy feas como la represión a personas que se han quedado sin laburo, como los trabajadores del astillero Río Santiago, eso habla muy mal de un gobierno, a mi modo de ver. De todas maneras a mí no falta comida ni medicamentos. Me falta plata para grabar un disco. Soy una privilegiada.
- ¿En cierto modo es una elección?
-Quizás. Yo siempre pagué mis discos, porque me gusta que sean de mi propiedad, por eso no los entregué a una compañía multinacional del disco. Cuando decidí hacer esta grabación me di cuenta que los costos son absolutamente inalcanzables. Yo mantengo mi posición, no quiero entregar los masters de mis discos. No me gusta ese mecanismo de empresas y la música no es una empresa.
-¿Eso te produce bronca o tristeza?
-Yo sigo entre la tristeza y la bronca, pero con eso hay que hacer algo, inventar algo, desde hacer un disco hasta salir lo que a uno le parece que es justo. Esa represión a los empleados del astillero y al mismo tirar gases adentro del velorio de “Chicha” Mariani, me causó estupor, si querés, como escribió Fito (Páez) en su canción Tatuaje falso, “la Argentina es un animal que está aprendiendo a sangrar” nuevamente. La memoria nos está esperando, ojo con eso. Que no sean tan olvidadizos de la memoria los señores de cambiemos porque eso reaparece intempestivamente y cuando menos lo esperamos, me parece a mí.
-Esa idea del tiempo la has repetido antes respecto de la música, también
-Me parece que ahí está la clave. Si no tratara de revertir la idea del tiempo lineal, las canciones que fueron compuestas hace mucho tiempo atrás estarían terminadas para nosotros. Ahí está la clave, porque esas canciones se presentan para nosotros. El pasado no existe como algo acabado, como algo terminado. Lo que pasó puede estar aun esperándonos. Vale para la música y para lo que pasa afuera.
Una vida con Fito Páez
El nuevo disco de Liliana Herrero se llamará “canción sobre canción”. Reúne la elección que ella hizo de las canciones compuestas por Fito hasta el año 2000, desde su primer disco. La razón es sencilla, ese fue el tiempo que más compartieron sus vidas musicales. Páez fue productor y mentor, quien la convenció de dedicarse profesionalmente al canto.
“Yo había pensado en otro título, Ruta 9, por esos viajes infinitos que hicimos entre Buenos Aires y Rosario. Fue absolutamente rechazado por mis amigos, no fue feliz y otro amigo me sugirió canción sobre canción” confesó.
Rosario fue clave en la vida de ambos. Fue la ciudad a la que llegó a vivir Liliana desde muy chiquita y el lugar donde nació Páez.
- ¿El nombre de todos modos te gusta?
-Sí, por supuesto, la clave está en la palabra “sobre” que es ese modo que yo tengo de intervenir e interrogar las canciones de otros. Mi tarea es escuchar las voces que las canciones tienen, cómo me resuenan, lo cual no quiere decir que lo que yo hago sea mejor que las canciones originales, yo no soy una compositora, es solo otro modo de escucharlas. Eso me da mucho placer, esa es la tarea del intérprete, no hay copia posible de las originales, sino conversar con una obra concluida y terminada.
-¿Por qué ahora y no antes?
-Por qué no ocurrió antes es una pregunta que yo me he formulado mucho, tendría que haberlo hecho antes porque es un modo de hablar de mí, de mi vida en Rosario, fueron muchos años de mi vida. Allí lo conocí a Fito y formamos una amistad muy profunda, de muchos años. Él es el responsable de que yo haya grabado tantos discos. Ahora con 70 años, era hora de hablar un poco de esa amistad, de esa familiaridad y de ese paso.
-¿Pero eso no es una despedida?
-Jajaja no, pero lo he pensado; uno siempre tiene que pensar en esas cosas, no está mal, es angustiante pero tiene que pensar en esas cosas, uno no sabe cuánto tiempo más va a cantar, yo espero que mucho más, pero no lo sé. No es una despedida porque no sé qué haré después, pero siempre me recostaré en las canciones que han marcado mi vida, como lo hecho con Fito, con el Cuchi Leguizamón, con Jaime Dávalos, con Juan Falú. Las sostendré a esas huellas musicales y poéticas hasta que pueda.
-¿Qué parentesco encontrás entre Fito Páez y el folclore?
-Fito es pariente del folclore y del tango, están muy presentes en su obra. Yo me tomé el tiempo de escuchar toda su obra, toda entera. Desde el 63 hasta “Ciudad liberada” (su último disco). Un intérprete debe saber elegir, eso lo aprendí de Mercedes. Entonces tomé un arco temporal en el que yo estuve más cerca, desde el 84 hasta el 2000. Ese es el momento en el que me siento más cómoda. De todos modos el ya me ofreció otra canción que está inédita, aunque no sé, creo que me voy a atar a esa época.
-¿Con qué instrumentos pensás los arreglos?
-Con la va voz. Ella siempre busca un modo de decir las cosas. Siempre preferiré la emoción, la intención a la afinación. Cantar bien y clavar todas las notas lo hace mucha gente y lo hace muy bien.
-¿La afinación no es una convención?
-Si una persona canta y clava un do agudo y lo hace bien hay que celebrarlo y es una convención. Pero yo prefiero siempre más la expresión. Lo que hace poderosa a una canción es su permanencia en el tiempo y la capacidad de ser interrogada. Lo otro, lo que está ligado al mercado y los cánones sonoros de la época pasa rápido.
-¿Y de que hablaban en la ruta 9?
-Eran los viajes, que eran rápidos. Eran largas conversaciones porque nos aburríamos mucho. Al costado de la ruta 9 está el gran río Paraná, ese río marrón precioso de Jaime Dávalos en Jangadero o de Jorge Fandermole en Oración del remanso. Esa agua es fundamental para mí porque yo vengo de una provincia con más agua que tierra. Ese acuífero atraviesa toda la Mesopotamia y los arroyos y los esteros son muy importantes para mí. Cuando Fito canta “allí van, parte del aire” habla del Paraná.
-¿Y vos lo ves al Paraná desde la ruta 9?
-En algunas partes sí, y es maravilloso porque la ruta y el rio el rio se convierten en un viaje eterno. En La jangada Dávalos escribe esa particularidad, la jangada traslada troncos caídos y está hecha de troncos, traslada y al mismo tiempo es lo trasladado.
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