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Columnistas
08/07/2018

Verano en la nada

Verano en la nada | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La nota es la crónica de una visita a Chernobyl, el lugar donde ocurrió la catástrofe del 26 de abril de 1986, cuando colapsó uno de los reactores de la central nuclear que funcionaba en el lugar. Era el tiempo de la Unión Soviética, de la que Ucrania formaba parte, y en México se celebraba el Mundial.

Alvaro Nanton

Los ciudadanos de Chernobyl no pudieron ver el mejor gol del siglo, ocurrido en México y con el bailarín Diego Armando Maradona como actor principal. Sus ojos se cerraron y su materia desapareció. El desperfecto en un reactor nuclear hizo que todo lo que rodeada a Prípiat y a Chernobyl se esfumara. De un segundo para otro. El calendario se frenó el 26 de abril de 1986 y se convirtió en una fecha de partida para los tours que facturan dinero y para turistas gastan sus memorias en un paisaje extrañamente bello. Curioso, entre el hormigón roto y las flores, entre los insectos y la radiación. 

La visita al accidente nuclear comienza desde la capital de Ucrania, Kiev. A las 8 de la mañana y con el tour pago, te suben a una tráfic y recorrés los 130 kilómetros que los separa. Pasas por el primer control de pasaporte, en donde la empresa ya se encargó de los papeles de la entrada, y te dirigís con la guía al interior de la civilización. 

Primero, por lo que fue el centro de Chernobyl, en donde se encontraban los cuatro reactores atómicos y el quinto construyéndose. Aún era tiempo de la Unión Soviética a la que Ucrania pertenecía y la estatua de Lenin era uno de los puntos principales. 

Lo curioso es que el mausoleo es inmortal porque además de sobrevivir a la explosión y a la radiación, siguió en pie en la etapa de la eliminación de los rastros de la URSS post caída. 

El tour continúa por la iglesia, que está restaurada y activa, y luego por la ruta aproximándose al centro de la explosión. 

Pasás por escuelas, donde ves los gimnasios destruidos, por los hospitales y cárceles, que están irreconocibles. Por dentro, solo se dejan ver unos pequeños destellos donde alguna vez hubo vida, delante del suelo levantado y el hormigón caído. 

La única esperanza es la ventana. Por fuera de los edificios gigantes de puro cemento con que se identificó la URSS, se abre una vegetación que se encargó de dar vida al lugar donde se creyó que nunca la volvería a haber. 

Entre los matorrales se abre camino el antiguo parque de diversiones, una foto muy icónica del tour. Los mismos árboles esconden la antigua terminal y el centro de la ciudad de Prípiat. Esta se encuentra a unos metros del Reactor Cuatro, el único que explotó. 

Durante nueve días, la torre de este reactor estuvo encendía emanando radiación y los ingenieros crearon una tapa, visualmente es un galpón gigante, para detenerla. 

Varios meses estuvieron trabajando para eliminar la radiación del lugar, y han podido sacar toda la posible. Dentro de las plantas y el agua, hay mucha que por los métodos actuales no se puede eliminar. 

En el verano Ucraniano, se olvida la radiación y lo que sucedió y se contempla una ciudad vestida de verde. Por fuera, las plantas tapan a los elefantes de cemento y el agua acompaña la vista. El silencio juega su partido y el aire limpio brota desde el suelo y de la copa de los árboles. Por momentos te olvidas en donde estás, hasta que ingresas a otro edificio destruido. 

Es una visita atractiva, donde encajaría perfecta la frase de Gustavo Cerati “sacar belleza de este caos es virtud”, dedicada a la naturaleza, que a pesar de ser amenazada por el hombre, renació de la nada y vuelve a dar vida a un lugar que se daba por muerto.

La mujer que hizo de guía, llamada Lina, de 55 años, se mostró apasionado contando la historia de cada lugar y remató: “Yo me vendría a vivir acá, me encanta”. 

Actualmente están viviendo unas 400 personas dentro de Chernobyl y algunas otras van a trabajar a la zona. Los cinco reactores están fuera de servicio desde hace más de 15 años. 

La belleza después del desastre debió haber marcado un antes y un después. Debió ser una lección. Y aunque Neruda no lo haya visto, Chernobyl es un claro ejemplo de lo que alguna vez escribió: “Podrán cortar todas las flores, pero jamás podrán detener la primavera”.

29/07/2016

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