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13/06/2018

Centenario de la Reforma universitaria

Centenario de la Reforma universitaria | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Las ideas de la gesta estudiantil de junio de 1918 “honran el mejor pasado del radicalismo y hoy son una inmejorable bandera frente a las políticas neoliberales que pretenden una universidad para pocos, ricos y acomodados”, señala el autor en nombre de El Manifiesto Argentino.

Mempo Giardinelli

“Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos, una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos: las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.”

Así se iniciaba, en junio de 1918, el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, que empezó con una revuelta estudiantil y acabó cambiando el curso educativo, pero también político y social de América Latina. Y texto que vio nacer y crecer, a partir de esa gesta, a grandes universidades argentinas y de todo el continente, y a la más importante y populosa: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La hasta hace 100 años ultraconservadora Universidad de Córdoba fue implosionada por miles de estudiantes que repudiaron la legitimidad de las autoridades y los reglamentos, usos y estilos casi medievales. Las movilizaciones estudiantiles empezaron en marzo de ese año, lideradas por un Comité Pro-Reforma al que el Consejo Superior y el rector respondieron con portazos. Ahí nació la Federación Universitaria Argentina (FUA), que con representantes de otras universidades (Santa Fe, La Plata, Tucumán, Buenos Aires) encabezó la rebelión.

La resonancia de los desmanes en Córdoba motivó que el presidente Hipólito Yrigoyen interviniera la Universidad, poniendo al frente a Nicolás Matienzo, quien reformó el Estatuto reemplazando el de 1893 y llamó a Asamblea Universitaria, para elegir democráticamente a los decanos de las entonces tres únicas facultades (Derecho, Medicina y Ciencias Exactas), lo que significó el primer gran triunfo de la Reforma.

La sucesión de hechos posteriores fue extraordinaria. La elección del nuevo Rector desoyendo pactos democratizantes contraídos y designando al candidato clerical Antonio Nores, reencendió la protesta y motivó que los estudiantes impidieran el acto y declararan la huelga. Nores asumió en un clima de violencia y con la FUA exigiendo su renuncia desde el célebre “Manifiesto a los Hombres Libres de Sudamérica”, redactado por Deodoro Roca, entonces uno de los máximos líderes estudiantiles. Poco después se celebró el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la FUA y que proclamó la autonomía universitaria, el gobierno tripartito, la asistencia libre, los concursos de oposición y la libertad y periodicidad de cátedras.

Cuando Nores no tuvo más remedio que renunciar, Yrigoyen, con renovada astucia, designó nuevo interventor a José Salinas, quien aceptó la reforma del estatuto y las aspiraciones estudiantiles.

El ideario de la Reforma se expandió a toda Latinoamérica y en 1920 Gabriel del Mazo, entonces presidente de la FUA, firmó convenios con Federaciones Estudiantiles de Perú y Chile. En 1921 se celebró en México el Primer Congreso Internacional de Estudiantes, definido por la justicia político-económica, el cogobierno y la asistencia libre.

En base a estos antecedentes, que honran el mejor pasado del radicalismo y hoy son una inmejorable bandera frente a las políticas neoliberales que pretenden una universidad para pocos, ricos y acomodados, El Manifiesto Argentino viene proponiendo desde hace más de un año dotar de contenidos claros a esta celebración, previendo que la memoria y los legados de aquella gesta juvenil sean traicionados por los radicales hoy doblados y subsumidos en el macrismo.

29/07/2016

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