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Columnistas
26/05/2018

Análisis rionegrino

Al divino botón

Al divino botón | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Las diferencias internas se suceden en el gobierno, aunque se trate de disimularlo. Las más complicadas surgieron o se transparentaron por el tema de la central nuclear, que -casi como una ironía- al final no se construirá en Río Negro ni en ninguna otra provincia, porque así lo decidió el gobierno nacional.

Hernán D´Andrea

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El 25 de febrero de este año Va Con Firma publicó un amplio informe referido a todas las consecuencias y derivaciones que había generado en esta provincia, y sobre todo la negativa incidencia que tuvo sobre el partido gobernante, la posibilidad de la instalación de una central nuclear en territorio rionegrino.

Fue a las pocas horas de que el gobierno nacional confirmaba que finalmente el emprendimiento que se había anunciado con bombos y platillos por estos lares, se instalaría en la provincia de Buenos Aires.

Aquel informe en Va Con Firma resumía la historia de 101 días en forma de obra literaria con su correspondiente prólogo y epílogo. Hoy debemos cambiar el final de aquel relato porque se ha anunciado que la central de los 8.000 millones de dólares, que provocó profundas consecuencias políticas en Río Negro, ni siquiera se va a construir en otra provincia del país.

Pasó algo más de un año del anuncio, que fue en China el 16 de mayo de 2017. El 24 de agosto, se anunciaba oficialmente de su desistimiento, que no sirvió para frenar la debacle electoral de Juntos Somos Río Negro (JSRN). Siete meses después, el 9 de enero de 2018, el gobernador Alberto Weretilneck reconocería que “la frustrada instalación de la central nuclear fue el peor error” de su carrera política.

La afirmación tiene aún más dramatismo al anunciarse que finalmente el gobierno nacional informa que “en su plan de bajar el déficit fiscal, de cara a un acuerdo con el FMI, se negoció con China la suspensión de las obras”. Tal suspensión fue confirmada por fuentes de la cancillería y también de la jefatura de Gabinete, aunque algunos dirigentes interesados en el proyecto aún pretenden mantener viva la posibilidad.

Brevemente, hay que recordar que fue tal el conflicto que se vivió durante el proceso, sobre todo en el aspecto electoral, que provocó un duro golpe para el partido gobernante en Río Negro a tal punto que decidió no presentar candidatos en una elección de diputados nacionales, y en cambio impulsar un proyecto prohibiendo el asentamiento de la planta atómica, que fue votado y convertido en ley por amplia mayoría el 1 de setiembre del año pasado.

Todo este torbellino provocó serias consecuencias políticas para el oficialismo y discrepancias puertas adentro del gobierno y de Juntos Somos Río Negro, incluido un distanciamiento entre el mandatario provincial y su vice, Pedro Pesatti, que aún hoy no ha sido recompuesto.

En aquel epílogo de febrero decíamos que “cada uno deberá sacar sus propias conclusiones, pero lo cierto es que en 101 días dejamos pasar 8.000 millones de dólares de inversión, el gobernador pasó de haber ganado a una elección por el 53 % de los votos a nada, porque no presentó candidatos en la legislativa, a tener una ley que prohíbe desarrollos de estas características, a generar asperezas entre el gobierno nacional y provincial, a transparentar divergencias notorias entre el gobernador y su vice, que podrían llegar a extinguir un partido provincial, por solo mencionar algunas de las consecuencias del proceso”.

La única conclusión que se nos ocurre hoy, es decir que así de vertiginosa es la política de nuestros tiempos, al menos en nuestro país. Aquí, pasamos de haber conseguido la mayor inversión en toda la historia de la provincia, que iba a modificar el presente y futuro, a presagiar que íbamos a volar por los aires como Chernobyl, por el solo hecho de haber anunciado una obra que iba a comenzar en el 2020. Todo eso en una discusión que duró tan solo tres meses pero que modificó sustancialmente el panorama político rionegrino, y encima ahora aquel proyecto, por otras circunstancias, quedó convertido en nada.

Otro de los efectos que tuvo la situación fue haber generado (como decíamos), o por lo menos transparentado, diferencias notorias de posturas entre el gobernador y el vice, y que hoy no solo no han sido superadas, sino que por el contrario parecen acrecentarse.

A esa inicial disputa se le sumó la “libertad de acción” que Weretilneck le dio a todos sus funcionarios para candidatearse como sus posibles sucesores. Ya comentamos la semana pasada lo que está pasando y los vastos antecedentes históricos en ese sentido.

En este mayo a punto de finalizar, primero se fue el legislador provincial Ricardo Arroyo, del bloque del oficialismo, disconforme con la cercanía con el gobierno nacional. Como el hombre tenía dos funcionarios que había recomendado en la empresa provincial de Aguas, también los echaron a ellos.

Después se filtró un audio en la que el entonces secretario de Gobierno, Félix San Martín, se refería en forma vulgar e insultante al vicegobernador Pedro Pesatti, lo que derivó en la expulsión del funcionario.

No todo quedó allí, porque le siguieron tres directores del ministerio que habían sido los otros comensales de aquel asado en el que San Martín se fue de boca, presumiéndose que uno de ellos fue el que grabó y filtró los fuertes y agraviantes dichos.

De todas formas, el vicegobernador sigue teniendo entre cejas al ministro Di Giácomo, de quien dependían todos ellos. En las últimas horas le pidió que “recapacite” y asuma la “cuota de responsabilidad”, ya que el insulto provino del segundo funcionario del ministerio en orden de jerarquías, y afirmó que “no hay cosa más inútil que dedicarse a destruir todo el tiempo al que se tiene al lado”.

Otra de las afirmaciones que Pesatti hizo fue: “No soy candidato a vicegobernador, sino a gobernador. Siempre dije que tengo la voluntad de ser candidato, pero no la ambición” y trascartón remarcó “tengo el respaldo de Weretilneck para ser gobernador”.

A esta altura de los acontecimientos aparece cada vez notoria la puja, en el seno del oficialismo rionegrino, entre dos o tres proyectos distintos. Unos están convencidos de mantenerse en los límites de un partido estrictamente provincial, otros pretenden formalizar acuerdos con Cambiemos y un tercer proyecto, que en parte los abarca a todos, que es ganarle la elección a Soria.

Y claramente surgen las dudas, los intereses personales, la desconfianza y las formas de llevar adelante los procesos que, claro está, deben ser adecuados a las circunstancias y a los tiempos.

Por diferentes razones, hoy ya no existen las estructuras partidarias, y por lo tanto la elección de los candidatos no es como antes, en donde había un continuador natural de los procesos o bien se resolvía en una reunión de la dirigencia, y como máximo se iba a una interna.

Ahora, por el contrario, todos creen estar en condiciones de serlo o ponen su nombre para “estar”, y así tener la posibilidad de “arreglar” y encontrar algún conchabo de continuidad laboral.

También se puede analizar que un proceso de estas características se puede presentar cuando hay ausencia de liderazgo y consecuentemente la falta de figuras con peso específico propio.

En síntesis, si para el año que viene el gobernador Weretilneck tuviera acceso a un tercer mandato, peronistas disidentes y radicales estarían haciendo fila para buscar su lugar en el Legislativo o el Ejecutivo. En tal caso habría dos candidatos; el gobernador y Soria. Y posiblemente un tercero.

Por el contrario, hoy existe una danza de más de una docena de candidatos que aspiran al máximo cargo político de la provincia, y todavía falta por lo menos un año para la elección.

Y esto genera, sobre todo en el gobierno, rispideces, algunos codazos, pases de facturas y, muchas veces, hasta deslealtades.

Si ese proceso no se frena a tiempo, no solo se pierde la elección sino que se produce un desmembramiento y hasta una posible desaparición del partido. Si se toma el toro por las astas sucede que quien se va, en este caso Weretilneck, pretende que lo continúe alguien de su propio riñón.

Y si bien puede dejar hacer, siempre hay un nombre y ocasionalmente un segundo, que tiene “in pectore” aquel que deja un lugar.

Seguramente el actual gobernador se sentiría más cómodo si su sucesor fuera alguien de su máxima confianza, como podría ser Carlos Valeri, que viene de las filas del Frente Grande como él, antes que el propio vicegobernador, a quien conoció a través de Carlos Soria y logró acercamiento al distanciarse ambos de Pichetto.

Es verdad que Pesatti parece haberle sido leal, pero a veces con eso solo no alcanza.

29/07/2016

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