Columnistas
12/07/2016

El poder del dinero y el dinero del poder

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Mobutu sese seko, el dictador del Congo

Macri es un presidente de una codicia tan elemental que lo hace parecido, en ese aspecto, a un dictador africano como lo fue Mobutu en el Congo, cuya fortuna personal era igual a la deuda externa de su país.

Osvaldo Pellin

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Hay en África todavía más de 20 dictadores en distintos países, cuyas características comunes son el enriquecimiento en base a los bienes y deudas que contrae el estado y en instaurar el terror en base a una carnicería de torturas y canibalismo sobre su propia geste. Es lo que dejaron de herencia los imperios de Europa que luego del saqueo secular, se replegaron a sus metrópolis.

Me adelanto a decir que no hay en nuestra historia un modelo parecido sobre todo si excluimos la conquista española y la última dictadura. Acá no ha habido canibalismo sino aprendidas técnicas de exterminio, mucho más sofisticadas y expeditivas que más vale no recordar.

Sin embargo la Argentina tiene un presidente que antes que nada trata de beneficiarse personalmente manejando “la botonera” de los negocios del estado.

En segundo lugar trata de zafar de todas las transgresiones cometidas, muchas de ellas graves, fingiendo que lo eximen pueriles excusas. En suma estamos en presencia de un presidente, no parecido a ningún déspota de los que fueran, por ejemplo, las potencias del Eje. Más vale, es un presidente de una codicia tan elemental que lo hace parecido, en ese aspecto, a un dictador africano como lo fue Mobutu en el Congo, cuya fortuna personal era igual a la deuda externa de su país.

El despotismo, como abuso de poder,  tiene sus versiones que  son cargadas sobre los hombros y la vida de la gente, con el auspicio frecuente o habitual de alguno de los Imperios aún vigentes en el llamado Primer Mundo. Ya lo había dicho la representante del Departamento de Estado en época de Reagan, Jeanne Kirkpatrick, su preferencia en Latinoamérica por los gobiernos autoritarios ya que era más fácil negociar con estos que con los de estirpe democrática.

Se puede sospechar con poco margen de error que Macri y sus amigos quieren amasar una fortuna tan grande que los habilite a competir en las grandes ligas: petróleo, armas, medicamentos, obras públicas y sistema financiero internacionales. Esa es su ambición en armonía con su claro perfil antinacional que lo libera de criterios de pertenencia, tan repudiados por los norteamericanos para países dependientes. Frente a ellos hay que presentarse como complacientes socios menores, nunca como pares defensores de intereses colectivos con límites territoriales.

Sin embargo, ser presidente de Argentina le abre puertas y más allá de las apariencias, su beneficio personal estará mediado por su eventual involucramiento en los mismos negocios que promete facilitar al capital foráneo, ofreciendo en el trámite a sus ubicuas empresas locales o situadas off shore.

Lo que digo se deduce de su discurso político, de sus maniobras no reveladas con testaferros y en las transgresiones secretas que ha emprendido antes y ahora, con total impunidad. Es un personaje público peligroso porque está ahí para administrar el bienestar de una sociedad, no para servirse de ella para consolidar su fortuna.

El dinero es el poder y cuanto más se acumule se tendrá más poder. El horizonte de sus ambiciones es posible que ni él mismo pueda precisarlo. Sabe sí que está en un camino sin retorno hacia la cúspide y dará combate si intentan detenerlo. Quizás su amigo Donald Trump hará lo que pueda para salvarlo de la frustración.

En el plano interno se agota en promesas cada vez menos creíbles y hasta ahora su gestión se inspira en el odio y su previsible derivación: el revanchismo. El destinatario ideológico: el kirchnerismo. Su enemigo encarnizado, Cristina Fernández. Ambas adversidades crean  naturalmente un discurso que se fundamenta en el invento de una crisis.

El escenario se completa con el pueblo que ha elaborado un “coro foquista” que se expresa sorpresivamente con sus voces en los barrios de las grandes ciudades, frente a las fábricas que los prescinden o cortando rutas buscando que los vean. Son como proclamas anunciadoras de un retorno liberador.

Esto se ve con claridad pese al mal intencionado intento mediático en desinformar, en construir una realidad de ficción mostrando peligrosos enconos.  Se ha demostrado en los hechos que han mentido cientos de veces aunque nunca se lucieran con una desmentida de idéntica resonancia que la mentira armada. Y para la ocasión han utilizado, si fuera preciso, al lumpen carcelario y a cómodos comunicadores de saco y corbata  que se hacen cargo de un libreto que con ansioso recitado, avala la infamia y las medias verdades.

La sociedad deberá preguntarse acerca de la gravedad de otorgar la legitimidad de su voto a quien irá cancelando sus derechos con imparable discrecionalidad. Es difícil entender cómo se puede elegir al propio verdugo en el marco del ejercicio soberano de la  voluntad electoral. Por lo visto el pánico sembrado, con cesantías, censura y discrecionalidad, ha devenido en terror y el terror, momentáneamente, en convulsiones populares inorgánicas.

29/07/2016

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