A partir del día de ayer se consolidó la postura imperialista en un nuevo capítulo del ciclo latinoamericano. A la era de la independencia, el desendeudamiento y el desarrollo, instaurada por los gobiernos progresistas, le sigue un nuevo proceso encabezado por la derecha regional, truncando momentáneamente todo sueño emancipador latinoamericano. Los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay, Chile y Perú, han decidido paralizar y deslegitimar el rol de la Unasur.

Como bloque político la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) resolvió la crisis política en Bolivia en 2008, que evitó el intento de derrocamiento al presidente Morales. Fue contundente en el respaldo a la democracia en el golpe al presidente Zelaya en Honduras en el 2009, aunque en este caso no lo pudo impedir.

En 2010, ante la ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela, luego que Bogotá afirmara la presencia de integrantes de las FARC en territorio venezolano, la mediación del primer secretario general de la comunidad política, Néstor Kirchner, ayudó a acordar una salida a la crisis favorable y sin intromisión del norte.

En el intento de golpe de Estado en Ecuador, en septiembre de 2010, la organización sudamericana convocó una reunión de emergencia de los presidentes condenando y evitando el ataque. Sancionó y expulsó a Paraguay luego del golpe de parlamentario contra el presidente Fernando Lugo en 2012.

Con esos antecedentes, resultaba esperable que por el perfil de los nuevos gobiernos latinoamericanos se decidiera abandonar y quebrar el bloque. Es necesario además agregar, que como dato de color, uno de los que decide abandonar Unasur es el presidente interino de Brasil, Michel Temer, que accedió al poder luego de un golpe parlamentario en 2016.

Uno de los primeros resultados altamente positivos de la conformación de la Unasur había sido la discusión sobre la intromisión de fuerzas norteamericanas en la región.  En la cumbre realizada en San Carlos de Bariloche, en 2009, fue la primera vez en muchos años que la presencia militar imperialista en la región fue debatida en tan alto nivel y con un evidente grado de exposición pública.

Fue a través de la Unasur, que se agruparon las fuerzas de los países de la región para confrontar la usurpación británica en las Islas Malvinas. Esas discusiones generaron inmejorables condiciones para que el movimiento popular despliegue en nuestro país renovadas acciones contra las bases militares extranjeras y específicamente por el desmantelamiento de la “Fortaleza Militar” que la OTAN inauguró en 1985 en Malvinas.

Fueron esas acciones las que permitieron el reconocimiento de la ONU de la plataforma marítima argentina, y las distintas acciones y llamado al diálogo del comité de descolonización.

Fueron esas acciones las que lograron que tanto Brasil como Uruguay impidieran el aterrizaje de aviones británicos provenientes de Malvinas, así como también la circulación de navíos con bandera inglesa. Todas cuestiones que desde la llegada de los gobiernos neoliberales a Brasil y la Argentina se fueron revirtiendo.

Incluso, en su momento, el presidente de Bolivia, Evo Morales, formuló la propuesta de promover referendos en cada uno de los países, para que sean los pueblos quienes decidan si quieren o no bases extranjeras en sus respectivos territorios. Pedido que por supuesto los gobiernos neoliberales se negaron a otorgar.

En el día de ayer, los gobiernos de los cinco países que abandonaron la Unasur lo hicieron con el argumento de que “no hay suficientes acuerdos internos”. A esta altura, ya resultaba evidente el contraste de los intereses que ellos mismos propician con el espíritu de creación del organismo.

Brasil tiene desplegadas sus fuerzas armadas en el principal estado de su país y cuenta con el apoyo norteamericano, Argentina firmó en el último tiempo acuerdos con fuerzas norteamericanas para abocarse en nuestra nación. Los nuevos gobiernos realizan ensayos militares conjuntos y cada vez más frecuentes con los Estados Unidos, tienen hipótesis de conflictos compartidas, e incluso, apoyo a los ataques imperialistas en medio oriente.

Desde el propio surgimiento de la Unasur, la derecha, en su momento encabezada solo por el presidente Colombiano Álvaro Uribe, buscó permanentemente su quiebre y su disolución. Toda la derecha continental había apostado fuertemente al quiebre de la comunidad política de Sudamérica, cosa que no logró, aunque sí consiguió atemperar las definiciones a las que se habían logrado arribar.

El temor de la derecha, era precisamente un bloque en desarrollo, solidario y con aires de independencia. Quisieron evitar los pronunciamientos por la paz en la región, que se afirmara la defensa de la soberanía y que se trabajara por la preservación de los bienes naturales.

En diciembre de 2008 en Brasilia se constituyó en el marco de Unasur, el Consejo de Defensa Suramericano (CDS), creado con el propósito de “fortalecer la confianza mutua mediante la integración, el diálogo y la cooperación en materia de defensa buscando avanzar en una política común de defensa para el continente”.

Conceptualmente hablando el principal objetivo fue el de tomar distancia de las doctrinas de “seguridad hemisférica” trazadas por el Pentágono en los Estados Unidos, y que se aplicaron durante las décadas más oscuras en nuestro continente. A eso renuncian los gobiernos neoliberales al abandonar la Unasur.

“La Unasur surgió como organismo sudamericano para dar respuesta a los problemas sudamericanos desde Sudamérica”, se sostuvo en alguna oportunidad. Es a eso a lo que renunciaron los gobiernos de derecha de la región.