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01/04/2018

Dimensiones de la cuestión Malvinas

Dimensiones de la cuestión Malvinas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En esta nota, escrita especialmente para Va Con Firma, el autor plantea que los acuerdos firmados con el Reino Unido revelan que un gobierno como el de Macri es incapaz de sostener una demanda que se atenga a la lógica del histórico reclamo.

Horacio González *

La cuestión de las Malvinas es una “metáfora” del actual momento de la política y la historia nacional. Así lo afirma la ex embajadora en Gran Bretaña, Alicia Castro, con lo que repasa la forma en que las Islas están ubicadas en la política del actual gobierno y simultáneamente como están situadas en la estructura de poder en la geopolítica del capitalismo financiero contemporáneo. Es cierto que aún se emplean palabras como colonialismo o imperialismo para señalar la condición de las islas. No es que sean inexactas. Es que quizás corresponden a cómo debía tratarse el caso en el siglo XX, donde los residuos del sistema de expansión colonialista de Gran Bretaña desde el siglo XVII, pervivían con funciones que también parecían arcaicas. Así lo parecían el escudo protector del imperio en pequeños lugares estratégicos en numerosos puntos vitales del planeta –estrecho de Gibraltar, entrada del estrecho de Magallanes, y borrosamente, la perspectiva antártica-, una vez que Canadá o la India permanecían vinculados, pero bajo grados diversos o indirectos de autonomía. No hay que olvidar la independencia de Estados Unidos, a fines del siglo XVII, donde a diferencia de Malvinas, se trataba de la costa atlántica norte de un inmenso territorio, pero en cuanto a cuestiones de ocupación y poblamiento, no se diferenciaba de los ocurrido en una “pequeña roca” al sur del Atlántico, luego de usurpación en 1833, salvo en la escala.

En la reunión en la Cámara de Diputados citada por el diputado Guillermo Carmona y Alicia Castro, ex embajadora en Londres, se escucharon importantes intervenciones para actualizar el tema y a la vez ligarlo con más precisión a los avatares de la memoria pública argentina. Los acuerdos firmados por el gobierno de Mauricio Macri en torno a la pesca, los hidrocarburos, vuelos comerciales, las comunicaciones y las exploraciones oceánicas con valor económico respecto a nuevos minerales, son parte de la política promovida por este gobierno en torno a su aceptación de la lógica del mando global financiero, que hace de las islas un “momentum” específico de la circulación de bienes, mercancías y tácticas de control de informaciones, propias de este estadio de la historia mundial. En este caso, el concepto de “off shore” pone a estos “peñascos marginales” en el centro de la acción directiva del capital invisible que actúan en el tiempo en que se expresa su circulación presente y futura, construyendo en realidad el nuevo ritmo del capital financiero. Son peñascos historizados en el siglo XVII que ahora en apariencia ocupan lugares “centrales” respecto a las viejas metrópolis, que hasta parecerían “accidentales o periféricas”. Pero las Malvinas, con una base militar desproporcionada respecto a la población –a la vez renovada con nuevos inmigrantes sin historia, el nuevo proletariado global al servicio de una aristocracia isleña argentinófoba-, indican de un modo despojado cómo se sitúan los flujos económicos como formas complementarias y sustitutas de los conglomerados de vigilancia global, espionaje universal y tecnologías de represalia específicas.

Esto revela que un gobierno como el de Macri –que sustancialmente acuerda con estas premisas-, jamás podría sostener una demanda sobre Malvinas que se atuviera a la lógica del histórico reclamo. Esto es así, porque al mismo tiempo creen que ha tocado la trompeta final de la idea de la misma de Nación, convertida en mero revestimiento epidérmico de los aparatos unificadores de las cadenas de transferencia y acomodación en nuevas territorialidades empíricas y simbólicas del poder mundial. Por eso han firmado en septiembre de 2016 un acuerdo con Gran Bretaña, que de hecho concede casi enteramente en todas las cuestiones de soberanía en juego, sancionando prácticamente el fin del antiguo reclamo, aunque con un tilde de pudor –pues aun en los planos de la vida popular la memoria sobre Malvinas perdura-, aunque luego se han borrado de los papeles firmados expresiones como “las partes acuerdan…”.

Los grupos de ex combatientes, en este debate, ofrecen testimonios fundamentales que a la vez envuelven varios ángulos. Si bien es cierto que no se pude asumir el mismo punto de vista de la cúpula castrense que decidió la ocupación, por parte de quienes en ese entonces fueron enviados sin previsiones militares adecuadas a un combate que se presumía fácil y meramente de repercusión interna ante la debilidad política de la junta militar de entonces, también es cierto que hubo heroísmo, ánimo de arrojo y todas las actitudes abismales de lo humano cuando los cuerpos de los soldados están en las trincheras. En la reunión se destacó el hecho, ya muy conocido, de los estaqueamientos a los soldados por distintos motivos, que nunca serían los pertinentes para justificar tal atrocidad, que en ese momento reproducía la mentalidad represiva de los gobernantes miliares del momento. Por eso Malvinas es metáfora, pero de inusual complejidad, porque por un lado, se ponían en juego una vieja reivindicación nacional y por otro sobrevivía en el método utilizado, el que los militares ejercían en sus campos de represión clandestina de la época. Un abogado presente en la reunión resaltó precisamente este hecho.

De las muchas intervenciones relevantes, importantes de resumir aquí, se relataron diversas críticas a la cancillería argentina de la época democrática, que dejó pasar muchas posibilidades de conectar la reivindicación nacional con sectores críticos de la vida intelectual inglesa y del partido laborista o las trade-unions, que antes y ahora sostenían posiciones diferentes a las de los herederos históricos de la formación del imperio colonial británico. Debe resaltarse sin embargo que esta desidia no se percibió durante el período kirchnerista. Un ejemplo casi arcaico de esta cuestión lo ofrece un informe sensato, pacifista e implícitamente contrario a la ocupación británica de las islas, del respetado intelectual inglés Samuel Johnson, en oportunidad, el siglo XVII, del escrito que le presenta a Jorge III. Se trataba del reconocimiento de la corona británica de que las islas debían estar bajo el dominio español, luego de la fundación del puerto de Saint Louis por el navegante aventurero y naturalista Bougainville. Ciertamente, como afirmó uno de los juristas presentes en la reunión, todos estos documentos históricos, precisamente por serlo, necesitan sustentarse permanentemente en hechos y otras series documentales subsiguientes, que impidan que pasen al desván de los trastos viejos. Es lo que ocurre en 1833, cuando Estados Unidos, habiendo ocupado Malvinas, cede luego a Inglaterra la prioridad de la ocupación, creándose desde ese momento el débil argumento de los derechos coloniales, sostenidos en bases militares y financieras, y con sinuosas argumentaciones que postulan que la población de la elite mercantil de las islas son ocupantes originarios y nos trasplantados en virtud de la lógica imperial.

El cuadro actualmente existente excede la interpretación meramente colonialista, pues ya abarca novedosas connotaciones económico-financieras y militares. Es cierto que hay parentescos con la situación de Gibraltar, pero como se aclaró en la reunión en diputados, al salir Gran Bretaña de la Unión Europea el Brexit le permitiría ahora a España iniciar acciones entre países que no son socios comerciales directos, lo que de todas manera no hará más fácil su recuperación por el hecho –según se afirmó- de que una de la bases de los servicios de inteligencia ingleses más importantes se halla en ese Peñón, que controla, como en tiempos más remotos de la antigüedad, el mar mediterráneo.

En diversos sectores del país, la cuestión Malvinas –heredada de los programas en la educación pública como una espina pedagógica clavada en la conciencia social-, tiene múltiples lugares para ser interpretada luego de la guerra de 1982. Para muchos fue la continuidad de un régimen militar de terror, para otros una paradoja, la de la causa justa empeñada por hombres inmorales, y un tercer sector festejó el hecho de plano, sin las reticencias provenientes de quienes eran los que lo practicaron. Una vasta literatura dio cuenta de este complejo panorama; las poesías de Borges, un lamento pacífico; la novela de Fogwill, un experimento sobre lo sensorial del lenguaje de guerra; la novela de Gamerro, una ficción sobre los efectos delirantes y fantasmagóricos de la guerra; films diversos que denuncian el papel del Ejército sin abandonar la causa nacional vista del lado de los soldados (el del Tristán Bauer y Edgardo Esteban), y por otro lado, una literatura académica neoliberal que busca razones para abandonar el reclamo argentino o ponerlo, como ocurre hoy, en los mismos pliegues de las políticas económicos británicas ante Malvinas y Antártida. Palabras como malvinización y desmalvinización siguen empleándose con diversa carga emotiva. Y en medio de esto debe destacarse el libro de León Rozitchner, que ve esa guerra como continuación de la mal llamada “guerra sucia”, pero con un estilo de escritura y un horizonte ético filosófico para hablar del tema, que lo hace una pieza indispensable para poder animarse a replantear el reclamo de formas aún desconocidas.

A la luz de todos estos hechos, es necesario dotar de nuevas aristas y significados a la causa nacional, redefinir con notas imaginativas su vigencia, darle profundidad históricas, rigor metodológico y libertad para examinar un horizonte mundial novedoso sin repetir esquematismos momentáneamente efectivos pero poco incisivos en cuanto a la médula del problema tal como se presenta hoy en la macroeconomía financiera los nuevos rostros de la mundialización y las tensiones entre los grandes bloques militares y corporaciones planetarias. En el subsuelo de las Islas subyace el osario de los soldados argentinos, que con toda razón, los familiares buscan identificar. Otra cuestión es el deseo, amparado en el derecho de familia, de quienes requieran trasladar los restos al continente. Como ésta es la posición de los pobladores ingleses de Malvinas, que quieren al suelo que habitan expurgado de toda memoria que remita a innumerables lazos históricos y naturales con las tierras continentales, de las que Malvinas son continuidad, se abre un profundo y delicado debate sobre el cementerio de Darwin, al que prohíben entrar a las visitas familiares, como es de suponer, con banderas argentinas.

Desde ese punto de vista, podría comprenderse que la permanencia de ese osario de la memoria sea al mismo tiempo un espacio simbólico de identificación de los soldados caídos y a la vez una cuerda emotiva permanente de una compleja historia cuya tensión mayor se dirige a conectar la Islas Malvinas con el territorio mayor y más cercano que debe alojarlas, para lo cual se hace necesario extremar las argumentaciones que en forma sumaria expresa la Constitución Nacional en este punto, con nuevas dimensiones analíticas que renueven la recepción del tema por la población argentina y lo revistan de una nueva viabilidad y una nueva cultura de los derechos nacionales y latinoamericanos. No otro fue el sentido de la importante convocatoria del diputado Carmona y la ex embajadora Alicia Castro, en una reunión absolutamente necesaria para considerar este tema crucial desde el punto de vista histórico, del derecho y de los intereses latinoamericanos en tanto intereses de la humanidad.



(*) Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional.
29/07/2016

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