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03/03/2018

Poder, codicia y lexotanil

Poder, codicia y lexotanil | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Argentina es un país periférico y el poder del mundo está en otro lugar; puede que en Estados Unidos, algo en Europa, tal vez en China o en Rusia. El presidente de un país periférico presume que sus cuentan son secretas; la realidad indica que en el poder central saben todo; los nombres y cuentas y cifras, etcétera.

Antonio Arias

La relación arte – realidad se parece a una avenida ancha con muchos carriles que van y vienen. Ambos se retroalimentan y enriquecen con el vínculo; el arte le da a la realidad una perspectiva diferente, otro abordaje, una mirada creativa. La realidad pareciera que se nutre del arte, en determinadas circunstancias. El dueto atraviesa tiempos y géneros, como parte de un medio acuoso que difumina los contornos, los funde y separa simultáneamente. El cine es una expresión que transita habitualmente por esa avenida.

No me gustó la película La Cordillera; percibí una distorsión estereotipada del personaje principal. Muy obvio y con facetas hiperbólicas orientadas a buscar la aprobación del público, más que en acentuar la trama dramática del relato. Pero toda obra de arte tiene una línea, un frame, un diálogo, algo que la diferencia de todo lo anterior y de algún modo logra trascender. El  espectador o lector, en algunas ocasiones descubre o encuentra ese ‘algo’ distinto  y en otras, pasa de largo. Las ‘perlitas’ de Walter Benjamin, para definirlas de algún modo.

En la ficción, el presidente de Argentina, en una cumbre de jefes de Estado, es ‘invitado’ a modificar su voto en disonancia con la posición histórica y tradicional de su país, en una decisión de índole continental. Como ocurre en la realidad, hay intermediarios, ministros y secretarios, con posicionamientos personales que poco importan, por ser engranajes de un mecanismo de poder superior que no se detiene en disonancias.

El presidente es convocado a una reunión y se traslada a otro lugar, digamos que reservado, fuera del ámbito de la cumbre. Allí se presta a una ‘negociación’ en la que un secretario de Estado del país poderoso,  en términos y modales amables  le solicita votar como ellos quieren, según sus intereses. Y entre los argumentos de persuasión le recuerda al presidente,  como al pasar,  que conocen la existencia de una cuenta secreta en el exterior a su nombre, cuestión aleatoria que en el lenguaje diplomático puede traducirse como “conocemos tú precio”. Le ofrece  2 mil millones de dólares y el presidente rechaza en forma espontánea  la propuesta; “5 mil” dice.  En esa instancia, el presidente sólo podía discutir la cantidad; la decisión le era ajena,  incluso antes de concurrir a la cumbre.

Colofón de la escena; Argentina es un país periférico y el poder del mundo está en otro lugar; puede que en Estados Unidos, algo en Europa, tal vez en China o en Rusia. El presidente de un país periférico presume que sus cuentan son secretas; la realidad indica que en el poder central saben todo; los nombres y cuentas y cifras, etcétera. Por eso son el poder; la información para ese poder es un recurso que orienta voluntades hacia el lugar que ellos quieren. Saben que el dinero no se origina en ahorros, en inversiones genuinas o herencias legítimas. Gran parte de esos capitales proviene de operaciones ilegales. Dicen que el edificio Ugland House de la Isla Caimán es el más resistente del mundo; en 4  pisos ‘contiene’ 18 mil compañías.  Delaware es un pequeño estado de Estados Unidos con más empresas (supera el millón) que habitantes. Los paraísos fiscales también son parte de ese poder.

Y no hay secretos para el poder. A veces imagino una pantalla de computadora con un operador, en alguna oficina del departamento de Estado,  con acceso a todas las cuentas, con nexos y vínculos de todos los paraísos fiscales del mundo. Con nombre y apellido, dirección,  número de celular, grupo sanguíneo y club de sus amores, por mencionar algún detalle. Allí, son todos rehenes. Es la lógica del poder que conoce muy bien la codicia humana. A esa codicia le ofrece paraísos fiscales,  privilegios y beneficios inimaginables. De este lado, quedan millones de personas sin acceso a nada o muy poco. Problema en la distribución, apuntan los sociólogos.

Pocos dirigentes escapan a esa lógica seductora; por caso, tipos como Pepe Mugica, que vive  modestamente en una vivienda sobre calle de tierra en las orillas de Montevideo. Y duerme plácidamente,  sin lexotanil, dicen.

29/07/2016

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