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La condena del ex presidente Lula por unanimidad, por los tres miembros de TRF-4, no significa el fin del juego para su candidatura a presidente de Brasil, pero los caminos jurídicos de la defensa se estrecharon. Por otro lado, la lucha política cambió de nivel con la gran movilización despertada por el juicio. Y es de esperar que se intensifique la resistencia a la exclusión de Lula de los comicios electorales.
Los caminos jurídicos se estrecharon porque, además de la unanimidad en la condena, los tres letrados también coincidieron en la elevación de la pena de Lula a 12 años y medio, y con ello fortalecieron la impresión de un juego combinado no sólo para condenar, sino también para impedir que la defensa presente recursos necesarios para modificar el estadío actual, situación que correspondería también si hubiera habido divergencia en cuanto a la pena. Es decir, hicieron cuestión de tapar todas las brechas de que la defensa podría valerse. Una tramitación más compleja y demorada, favorecería electoralmente a Lula, pues podrían no estar concluidos en la época del registro de la candidatura, en agosto. Sin embargo, hay por delante una larga guerrilla jurídica y política en defensa del derecho de Lula de ser candidato.
Es necesario tener claro que el juego no termina hoy en dos sentidos. En el jurídico, la defensa de Lula tiene por delante la batalla de los recursos. Estos se presentarán ante el propio TRF-4, y más adelante se dará batalla en los tribunales superiores para intentar garantizar la candidatura. Lo que explican los juristas confiables es que las presentaciones de la defensa, sin embargo, no cambiarán la sentencia, sólo aclararán puntos.
Pero hay que mirar también hacia los desdoblamientos políticos. El juicio produjo un cambio sustancial en la calidad de la movilización de las fuerzas democráticas y progresistas: militantes y movimientos sociales salieron del letargo, la izquierda logró una rara unidad, la repercusión internacional es inmensa (y negativa para Brasil), la población empieza a pensar de otro modo el caso de Lula. Hasta donde la vista alcanza, tenemos por delante un tiempo de más lucha en las calles, de confrontación más directa con las fuerzas que quieren subyugar la democracia y la voluntad popular. El pueblo brasileño empieza a regresar del largo exilio en que se abrigó desde la derrota con el golpe de 2016. El impedimento de la candidatura de Lula puede dar una resistencia que, por muchas razones, no se manifestó contra el golpe del impeachment.
Condenado ahora, y virtualmente impedido de presentarse, Lula ya se ha convertido en un actor determinante del resultado electoral de este año, con su nombre o con el de otro, por él apoyado, en la urna electoral.
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