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15/07/2017

Jorge Onofri y su yin-yang existencial

Jorge Onofri y su yin-yang existencial | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En el transcurso de los últimos doce meses el director, actor y dramaturgo valletano y latinomericano ha estado involucrado en dos obras totalmente existenciales pero opuestas en su signo, trazando así un auténtico yin-yang teatral. La última de ellas se estrenó hace una semana y se llama “Alco de mí”.

Fernando Barraza

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Jorge Onofri, valletano, actor, titiritero, director, docente, ex funcionario público de la cultura, dramaturgo, impulsor de la única sala de teatro de Cipolletti, duende bon vivant, cálido militante de la vida, referente cultural de primer nivel en Latinoamérica, llega hasta la cafetería pautada para esta nota, se sienta, cuelga su campera chévere sobre el respaldo de la silla y se acomoda sus elegantes gafas de diseño. Mientras hace todo esto habla y habla, como en un picado lingüístico que requiere sí o sí un tema y otro tema, y otro tema sobre otro tema. Su monólogo no es apabullante, pero incluye mil cosas que van concatenándose con gracia. Quizás ese sea su secreto profesional: Jorge te da mucho, muchísimo, pero vos, atento a su estilo gentil y elegante, no te das cuenta de todo lo que te está dando.

El sábado pasado Onofri estrenó en La Caja Mágica “Alco de mí”, una comedia tierna y reflexiva que de sí trae un verdadero “dream team” participante: está protagonizada magistralmente por Marina Trenkner; musicalizada por un hombre de mil batallas escénicas, Carlos Tendler; con diseño de imágenes y objetos escénicos de las siempre creativas Patricia Curlo y Julieta Tabbush, y con dramaturgia original del multifacético actor y escritor neuquino Oscar Sarhan. Con todos esos factores unidos, nada podía fallar: “Oscar se acercó a mí el año pasado, me trajo un texto suyo, me dijo que quería ponerlo en escena. Yo lo leí y la primera impresión que me dio era que estaba frente a una historia hermosísima, un personaje hermosísimo, pero sin la teatralidad que uno le pide a una obra. Son bravos los monólogos en ese sentido, para ir logrando curvas dramáticas hay que trabajarlos mucho. Como era un texto original que teatralmente era difícil, se lo mencioné claramente y el no dudó en dármelo para que le hiciera todo lo que fuera necesario, sin restricciones. Así quedó lo que se vio en el estreno del sábado”.

Lo gordo y lo flaco

El resultado final ya está en escena. Todos los sábados de este mes, a las 22, el público valletano puede ver “Alco de mí”, el unipersonal que nos muestra al desnudo a Tita Bustingorry, una mujer en permanente batalla cultural con su propio físico. El tema sobre el que gira la obra es universal: la violencia sutil (y no tanto…) que ejerce el mandato social a través de la tiranía de la imagen, está instalada en nuestra vidas desde hace décadas.

Nadie que se siente en una de las butacas de La Caja Mágica a ver la obra desconocerá, por experiencia propia o estrechamente cercana, la realidad de vivir aceptando el peso de las miradas y de las palabras ajenas sobre “qué y cómo debe ser” el propio cuerpo, el de uno. En esas aguas nada Marina Trenkner, la actriz que protagoniza a la extrovertida Tita, haciendo que en casi toda la obra nos riamos de nosotros al reírnos “de ella”, pero también ubicándonos en un plano de reflexión que mucho le debe a la ternura desnuda de los textos de Oscar Sarhan y -claro está- a la manera magistral en la que Trenkner se desenvuelve en escena: “conocí a Marina leyendo textos teatrales en vivo -cuenta Onofri- fue una vez que vino la ‘Rosa de lejos’, ¿cómo se llama esta mujer?... ¡Leonor Benedetto! Ahí leímos juntos en vivo y nos conocimos. Y me encantó a primera vista. Después quise trabajar con ella, pero empecé a ejercer en la función pública y no pude hacerlo hasta ahora…”

Se produce un silencio en la mesa del café, Onofri sonríe, parece recordar algunos pasajes de los largos cinco meses de ensayos actorales con la Trenkner. A nosotros -despegados un poco del contexto de la obra- nos interesa indagar en lo otro que acaba de mencionar: su paso por la función pública.

Un giro inesperado se da en medio de la conversación.

La función pública

Desde diciembre de 2011 a diciembre de 2015, Jorge Onofri fue el director de Cultura de Cipolletti. Su gestión, mayormente celebrada, se retiró a mandato cumplido en medio de una vergonzosa campaña de difamación del director entrante, quien plantó en los medios de la región acusaciones contra la gestión Onofri con sustento cero, peroratas completamente infundadas, muy al estilo del oficialismo actual. En este sentido Miguel Angel Barcos, de él estamos hablando, fue un pionero nacional en el arte de justificar abruptos recortes y despidos invocando la “pesada herencia”. Una auténtica vergüenza de cabotaje.

Esta situación de injusticia tuvo muy preocupado y mal de ánimos a Jorge, quien se encontró en la forzosa necesidad de contestar mediáticamente cada una de las acusaciones. Hoy, año y medio después de aquel momento aciago, le pedimos que haga un esfuerzo y reflexione sobre qué cosas sucedieron para que un número importante de votantes hayan decidido creer en todas las acusaciones de Perogrullo que sacaron a relucir los adalides del “cambio”, olvidándose de las cosas buenas que nos habían sucedido como sociedad. El ejercicio que le propusimos fue más de carácter reflexivo que en plan de abordar esa “autocrítica” enunciativa que tanto “opositor” actual le exige a quienes fueron funcionarios del kirchnerismo.

Onofri se tomó el mentón, pensó, sonrió, y volviéndose a poner serio, dijo:

“Guau… pienso todo el tiempo en esto. Y entre mi bronca y este constante tratar de encontrarle explicación a esta cuestión tan tanática y un poco suicida del pueblo argentino, creo que una cosa que tendríamos que haber hecho y no hicimos fue tratar de transmitir cómo sucedieron las cosas buenas en todos estos años. No sé qué pasó, pero hubo una incapacidad de la gente para poder vincular su conocimiento personal con el bombardeo de noticias que lo rodeaba, cierta falta de memoria que hubo en la gente para poner las cosas en un contexto histórico, porque todo eso dio como resultado la pérdida de la capacidad de la gente de pensar por sí misma. Veo con tristeza que a pesar de maravillosos años de suma en lo cultural, en algún punto se le dejó de hacer saber a la gente lo que estaba viviendo, se dejó vivir, sí, pero se dejó de bajar línea precisa sobre lo que estaba viviendo como fenómeno social. Hubo un crecimiento fenomenal de la joven militancia en el gobierno de Néstor, que avanzó un poco más en el de Cristina, pero después se cristalizó en una forma demasiado sólida y cerrada sobre sí misma, que terminó siendo una militancia en el fondo medio concheta, que se preocupó más por ocupar espacios políticos y generó un ir al ‘sálvese quien pueda’, con esa cosa de ‘y… yo milité ¡yo me merezco esta secretaría!’. Todo eso hizo que se dejara de trabajar con la gente, que se dejara de explicar que lo que estaban recibiendo no era maná del cielo, que era parte de un circuito virtuoso del cual ellos eran protagonistas, y que gracias a su trabajo, a su aporte, todo eso que pasaba era posible. Ese circuito virtuoso era increíblemente delicado y tenía que ver con decisiones políticas que había que mantener. Eso no nos lo dijo nadie, eso faltó, recién al final, cuando Cristina se iba, cuando la debacle era clara, llegaron las advertencias sobre cómo íbamos a perder las cosas buenas que nos pasaron. Esas advertencias deberían haber llegado antes, y no con forma de advertencia. Si yo tuviera la oportunidad de ocupar nuevamente un cargo como el que ocupé, de director de Cultura de una ciudad, desde el primer día haría un trabajo paralelo de concreción de proyectos culturales, pero con la explicación detallada de que es lo que se está dando y cómo se llega a dar lo que se da, porque eso es lo que nos faltó: generar esa conciencia. Faltó en todos los aspectos, no solo en el cultural. Pensá por ejemplo en las computadoras del Plan Conectar, si se hubiera explicado globalmente cómo llegaban esas computadoras de 15.000 pesos gratis a las casas, qué trabajo generaban, qué proyecto educacional y social se llevaba a cabo con la llegada de esas compus, la cosa hubiera sido otra. Esa tarea persistente, de comunicación directa con la gente, se dejó de hacer, la militancia se instaló en la comodidad de cierto grado de bienestar y se olvidó de hacerle saber a la comunidad lo que estaba pasando. Fue ni más ni menos que frenar el proceso de formación cultural del pueblo para que se apropiara con más elementos y con más fuerza de las cosas buenas que le estaban pasando”.

Enojo versus liberación

Mas el enojo que circula en toda Argentina durante estos tiempos neoliberales no lo paralizó: ni bien asumió Macri, su grupo histórico, “Atacados por el Arte”, estrenó “No quiero morir desnudo”, una obra de títeres para adultos que habla con crudeza poética sobre el fino arte del morir, obra que conmovió a miles y miles de espectadores en la región y permaneció en cartel hasta hace algunas pocas semanas. Esa es una de las partes del yin-yang del título de esta nota. La otra es el reciente estreno, “Alco de mí”, que trae algo más “blanco”, pero definitivamente tan existencial como su anterior obra.

¿Por qué elegir una comedia en tiempos de cólera?: “Estoy embroncado –dice Jorge- vivo estos días en un estado parecido al de muchos: bronca pura. Por eso quería meterme con algo que me conecte con lo humano, algo que me hiciera reír y que hiciera reír al resto. Quiero algo que me haga bajar los decibles de chinche y mufa que vengo cargando en muchos momentos del día. Esta obra para mí ha sido una experiencia bárbara, me ha venido a salvar la primera mitad del año, que en algunos aspectos ha sido terrible, como para muchos de los argentinos. Me gusta mucho el personaje de Tita, estoy enamorado de lo que contagia, porque tiene algo almodovariano, todo en ella es un acto de fe, es como Kika, como Paty Difusa, tiene esa actitud de renacer desde la adversidad, esa cosa de ‘vamos, vamos, me pongo un rouge y arranco’, esa cosa épica que en estos días es tan necesaria”.

Su eclecticismo a la hora de trabajar es su método: “a mí siempre me gusto hacer de todo –asegura- desde hacer los títeres de guante para meter funciones en parajes de cordillera, hasta ‘No quiero morir desnudo’, pasando por obras de Giacometto, un rosarino que juega de manera filosa con lo queer, lo putón, lo perverso dentro de la familia, o hacer el ‘Verona’ de Claudia Piñeyro, que es casi una comedia de Darío Víttori. A mí me gusta hacerlo todo, no es que esté interesado en una sola cosa; y como persona tengo ese mismo punto de vista: no quiero una sola cosa”.

Mueve la cabeza negando, pero con una sonrisa. Su yin-yang creativo continúa girando en torno a la vida cultural del Valle, saliendo de la experiencia “No quiero morir desnudo” ahora invita cada sábado a las 22 a “Alco de mí”. Jorge, el capitán de los claroscuros humanos desparramados con talento y elegancia.

Apura su café. Mira para afuera, piensa la patria, el momento, quién sabe. Vuelve la vista a la mesa y dice: “¿Sabés lo que faltó también?… faltó más apropiación de los medios de información cotidianos (señala su celular). Ellos sí lo hicieron, nosotros no. Nosotros apostamos a que la Ley de Medios nos ayudara a desconcentrar el dominio comunicacional. Lo nuestro fue puramente ideológico y ahí se quedó, ellos llevaron su plan a la práctica… bueno… ¡así quedamos!” Desde su trabajo, persistente y genuino, Onofri no le quita el ojo a lo que nos pasa. Quizás otro de los sensibles secretos del hombre del yin-yang.

29/07/2016

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