Columnistas
03/07/2017

El acuerdo “político” de paz en Colombia, ¿es un acuerdo nacional?

El acuerdo “político” de paz en Colombia, ¿es un acuerdo nacional? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y líder de las FARC Rodrigo Londoño (“Timochenko”)

Como resultado de un largo proceso, los guerrilleros de las FARC entregaron las armas a los veedores de Naciones Unidas. Pero el presidente Santos, además de negociar con esa organización armada, necesita convencer a su sociedad de que firma de la paz con la guerrilla es por el interés nacional.

Agustín Mozzoni *

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, aseguró que “la paz es real y es irreversible”, en el marco del acuerdo de paz firmado y la entrega de armas de la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) a los contenedores de Naciones Unidas.

Este es el desenlace de un proceso de negociación histórico que atravesó altibajos, frustraciones y éxitos, y que concluyó la semana pasada con la entrega del último fusil por parte de los milicianos de las FARC a los veedores en Colombia del máximo organismo internacional.

Santos aseguró al lograr lo conseguido que “ha valido la pena ser presidente de Colombia”. Las negociaciones y el trabajo del mandatario le han significado obtener al premio Nobel de la Paz, y sin dudas, la desarticulación de las fuerzas armadas revolucionarias no es una mera cuestión simbólica, como sectores de la oposición pretenden inducir.

El acuerdo firmado entre el líder de las FARC, Rodrigo Londoño y el propio presidente de la República, incluye el ingreso del ya “ex” grupo beligerante como partido político, o al menos como sector con representación política en el ámbito parlamentario. Este inciso del acuerdo ha valido críticas del sector opositor encabezado por Alvaro Uribe, quien no está de acuerdo con esa posibilidad. Además, Uribe expreso su desconfianza sobre la entrega de armas y asegura que no han sido entregadas en su totalidad.

Más allá de las discrepancias políticas y si se quiere filosóficas sobre las negociaciones de paz entre los distintos sectores de la política colombiana, es muy importante destacar el avance significativo que representa la firma de este acuerdo de paz. No obstante, es necesario también, al margen de celebrar el acuerdo, plantear una serie de interrogantes.

El pueblo de Colombia, hace poco menos de un año, se expresó sobre lo que en su momento era un pacto similar, por el No al acuerdo de paz con las FARC. Si bien fue llevada al barro político lo que debió ser una discusión social y nacional, la respuesta en ese momento aunque por poco margen, fue No.

No se trataba de abandonar los intentos de acuerdo pero sí de comprender que hay un gran pesimismo y una fuerte desconfianza sobre lo que puede suceder. 

El político liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado a fines de la década de 1940, dijo: "En Colombia hay dos países: el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud y en su cultura".

La desconfianza, más allá de recaer sobre la propia guerrilla, alcanza al poder político. Santos no solo debe negociar con las FARC pensando en el interés nacional, sino que debe lograr convencer a su sociedad que lo que firma de la paz con la guerrilla es por el interés nacional. Las evidencias de este último tramo de las negociaciones demostraron que lo segundo fue y sigue siendo más difícil que lo primero.

También se debe entender que las FARC no son el único ni el último grupo armado y combativo de Colombia. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), la propia guerrilla disidente de las FARC, y el grupo paramilitar conocido como Bacrim (bandas criminales), impiden hablar de paz en todo el territorio.

Quizás la propia existencia de esos otros grupos, quizás el largo proceso de negociación, quizás la desconfianza en el poder político, y probablemente la acumulación de todas esas variables, hacen que la firma del acuerdo no sea celebrada en Colombia como un triunfo de la democracia y de la paz.

Sin embargo, será el tiempo el encargado de colocar a este proceso, a este acuerdo y estas fechas como las más importantes en la historia colombiana. No tiene precedentes semejante hecho, y permitirse los interrogantes no es argumento suficiente para desconocer el importante avance que supone para el continente y para el propio pueblo de de ese país esta etapa de pacificación.

El proceso de paz en Colombia es un motivo de esperanza y un ejemplo para la comunidad internacional. Las armas se cambiaron por las palabras.

El escritor y periodista colombiano Héctor Abad hizo una gran descripción de este hecho. Sostuvo que “es como cuando uno cambia el techo de una casa donde llovía dentro y alguien le dice: ‘pero todavía están rotos los vidrios de la ventana y en la cocina no hay gas’. Sí, ahora nos podemos ocupar de la ventana y del gas, pero hay que empezar por algo y era importante empezar por el techo”.

En resumen, se ha dado un paso muy importante en lo más urgente. No se puede hablar de pacificación definitiva pero se diseñó un camino real, cierto e histórico que conduce hacia la paz.



(*) Lic. Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
29/07/2016

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