Columnistas
04/06/2016

Prat Gay

El saludo de los emperadores y el perdón de los súbditos

El saludo de los emperadores y el perdón de los súbditos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En su visita a Hiroshima, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, evitó pedir disculpas por la bomba atómica. En Madrid, en cambio, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, mantuvo una actitud mendicante frente a los empresarios españoles.

Osvaldo Pellin

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El presidente Barack Obama, en su reciente visita a Hiroshima, aludió al lanzamiento de la bomba atómica en esa populosa ciudad del Japón en 1945, pero eludió la responsabilidad de su país en el hecho que produjo miles de muertos y muchos más heridos y dañados por las radiaciones. El mundo recuerda lo ocurrido con universal culpabilidad, aunque el incriminado fuese un solo país. Justamente el mismo que Obama representa.

Sin embargo, el presidente estadounidense dijo que la muerte “cayó del cielo”, en una metáfora que transfiere a una casualidad un acto que contaba con una voluntad clara e ineludible.

Esta actitud causó un fundado estupor entre los pobladores actuales de la ciudad. El pedido de perdón que todos aguardaban no se pronunció y de ese modo quedó sellada la soberbia de quien es en este momento el titular del imperio.

Distinta fue la situación que viviera nuestro ministro de hacienda, Adolfo Prat Gay, de corsario doble apellido  quien ante empresarios españoles y autoridades de ese país, pidió perdón al “capital” que supuestamente esos empresarios invirtieron en la Argentina. Capital que fue reemplazado por el propio, habiendo recibido los empresarios la consiguiente compensación producto de la expropiación. O sea, los billetes no serían los mismos pero dada la despersonalización del papel moneda el ruego del ministro no reducía el valor de su gesto.

El imperio no pidió perdón por un hecho que produjo miles de víctimas amparándose en la impunidad que,  suelen creer, tienen los poderosos.

En cambio, un simple y transitorio burócrata que pasa por los sillones gastados de la administración, se invistió con una representatividad de la sociedad argentina que no tiene, para poner a su propio país de rodillas sin que los propios españoles esperaran que lo hiciera. Una clásica sobreactuación de un hombre en actitud tan mendicante como poco varonil.

No analizamos los perjuicios que el pobre capital hubo sufrido, pero todo parece indicar que la operación finalmente no los dejó como damnificados.

Igual, a “eso” se le pidió un perdón digno de que una suerte de animismo convirtiera los pesos en personas y el ruego en documento fidedigno.

El jefe del imperio pasó por Hiroshima, ya sabemos que sin remordimientos, reverenciando también al papel moneda, ya que su misión era abiertamente comercial, pero su paso no tuvo la eficacia del demiurgo y dejó sin convertir el dinero en el bálsamo esperado del perdón.

Dos actitudes, pero un solo motivo de omisión: la ausencia del valor de lo humano.

Uno con la soberbia del emperador otro con la falsa humildad del súbdito, son símbolos del lugar que creen ocupar en el calidoscópico mundo en que vivimos.

29/07/2016

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