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El rechazo que genera Macri y Cambiemos, estaba predeterminado. Se lo ganaron con sus actitudes clasistas y discriminadoras, que ponen de manifiesto en cada gesto, en cada declaración, en cada decisión. Está claro, que no son del palo del pueblo argentino. No son extranjeros pero son distintos, como diría el intelectual brasileño Moniz Bandeira, son ahistóricos, una minoría que dice además que viene a cambiar la cultura nacional.
Ahora la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, “Heidi”, como se la conoce cariñosamente, ha acudido a la justicia para que esta le avale la legitimidad del descuento de los días de huelga que el gremio docente lleva en lucha en esa provincia.
Si el ejercicio de huelga es un derecho, no se entiende cómo se lo puede cercenar discrecionalmente acusando y sancionando a los huelguistas, reduciéndoles el salario. Justamente la baja del salario desahucia y produce una situación de mayor desamparo y condiciona a abandonar la lucha.
Eso no solo no es jugar limpio sino que es legitimar la pérdida de un derecho que está establecido en la Constitución Nacional. ¿Los jueces no leen o no conocen los términos de la Carta Magna, en cuyas prescripciones deben basarse siempre sus fallos en un Estado de Derecho?
Cuando se carece de condiciones políticas para conducir un Estado, cuando la demanda de los asalariados discute en su protesta, la legitimidad de las autoridades, estamos en problemas. Siempre habrá una fórmula para la negociación. Cabe preguntarse por qué se niega a explorarla la gobernadora de la provincia de Buenos Aires.
Hablan de sentarse a una mesa y dialogar. Cuando lo han hecho fueron con una propuesta inaceptable y nunca incorporaron una mínima visión de quienes permanecen en estado de reclamo. A eso no se le puede llamar diálogo. Eso es una imposición a la que el Poder Judicial vuelca todo su peso para hacerla casi insoportable.
No hay diálogo, no hay política y hay contubernio con la justicia de ese distrito. Conclusión: no tienen interés en arreglar el problema, quieren lo que por ahora parece imposible y no deseable: torcer el brazo de los docentes para mostrar su sometimiento a la opinión pública y agitar el mismo como un triunfo del gobierno a costa de la Educación y sus trabajadores. En concreto consagrar que el método de la resistencia oficial y sus dilaciones y mañas sirven para ganar en un conflicto social.
En definitiva no hay interés en la educación pública ni en proteger a los maestros. Estas autoridades no tienen el recuerdo de haber pasado por las aulas de nuestras escuelas públicas y no se puede amar aquello que no se conoce.
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