Columnistas
14/05/2017

El olvido tiene quien le escriba

El olvido tiene quien le escriba | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Desde 1976 hasta la actualidad el diario La Nación mantuvo su adhesión a tres nociones básicas: primero habló de lucha contra la subversión, luego de guerra sucia y por último aceptó, como un mal menor, la teoría de los dos demonios.

María Beatriz Gentile *

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Cuarenta años de historia se hicieron presentes en ese No a la impunidad que expresaron miles de argentinos este 10 de mayo. Era deseable y esperable que así fuera, pero hizo falta esa épica plaza de pañuelos blancos en alto para confirmarlo.

No se pudo con el 2x1, ahora vendrá el reclamo por la prisión domiciliaria para los represores condenados. Ya lo expresó la diputada Elisa Carrió, encomiada mensajera del olvido. Pero Elisa no está sola y tiene quien le escriba. El guión más coherente y sostenido en el tiempo acerca de la no revisión de los crímenes del terrorismo estatal de 1976, tal vez se encuentre en el diario La Nación.

Este periódico a través de sus editoriales se ha comportado como una verdadera prensa doctrinaria. Como lo fueron aquellos papeles impresos surgidos en los albores del periodismo americano que nacieron para difundir argumentos ideológicos con el fin de crear una determinada conciencia partidaria para alguna causa. En este caso y a más de un siglo de que el periodismo se independizara de esa exclusiva función pedagógica, La Nación mantuvo ese rol frente al pasado dictatorial primero justificando sus acciones y luego relativizando sus consecuencias. Desde 1976 hasta la actualidad mantuvo su adhesión a tres nociones básicas para explicar lo acontecido en aquellos años: primero habló de lucha contra la subversión, luego de guerra sucia y por último aceptó, como un mal menor, la teoría de los dos demonios.

En cuanto a la política de juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad, la investigadora Mercedes González sostiene que tres núcleos argumentativos fundaron el relato militante del diario. Uno fue el “perdón sobre la justicia”, luego el de la “justicia integral” y por último el de la “justicia ideologizada”. Una vez recuperada la democracia en 1983 y durante los años noventa, el discurso giró predominantemente en torno a la reconciliación nacional.Su interpretación del terrorismo de Estado partía del enfrentamientoentre violencias de distinto signo y por eso su insistencia en ver a la represión ilegal como una respuesta a la violencia guerrillera. El guión instalado pretendía clausurar la revisión de los hechos anteponiendo la idea de un perdón sin culpables ni arrepentidos.

En un segundo momento y frente a la definición sobre el concepto de crímenes de lesa humanidad que instauraban los fallos Lariz Iriondo y Arancibia Clavel, el diario clamó por una justicia integral y con ello hacía mención a la necesidad de condenar lo que el mismo periódico denominaba el terrorismo subversivo. Por último al declararse la inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida y punto final en el año 2005, se comenzó a hablar de justicia ideologizada. Para La Naciónla justicia ahora se había convertido en venganza.

Por todo ello es que no sorprendió que el 23 de octubre del 2015 - ni bien asumiera Mauricio Macri la presidencia- en su editorial expresara“Un día después de que la ciudadanía votara un nuevo gobierno, las ansias de venganza deben quedar sepultadas de una vez para siempre”. Allí mismo y con renovada expectativa no sólo exponía una síntesis de los argumentos sostenidos en todo este tiempo sino que concluía con un verdadero reclamo sino por el indulto al menos por la prisión domiciliaria de militares y civiles condenados.

Que la diputada Carrió esboce ahora una agenda para sostener la impunidad, como dijo Remo Carlotto, o construya una estrafalaria versión de la teoría de los dos demonios donde mantener presos a los genocidas por delitos de lesa humanidad en cárceles comunes sería equiparable a la conducta por la que fueron condenados, forma parte de esa versión de la historia que hace tiempo se viene tratando de instalar.

Doctrinarios y militantes del olvido no dejarán de insistir en demonios y reconciliaciones. Pero aun así y para recordarnos siempre de dónde venimos, allí estuvo la plaza de los pañuelos. El resto es solo relato.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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