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01/06/2016

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Relaciones entre Estados Unidos y Argentina

Relaciones entre Estados Unidos y Argentina | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Apuntes sobre la evolución de un vínculo que en el plano diplomático y económico tiene nuestro país con la primera potencia bélica del mundo.

Osvaldo Pellin

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Dice en su libro “De Chapultepec al Beagle”, Juan Archibaldo Lanús: “Durante los últimos años del segundo conflicto mundial y los primeros de la posguerra, los acontecimientos internos de la Argentina estuvieron íntimamente vinculados a la situación internacional del país, a su política exterior, y sin duda, a la evolución de las relaciones con los Estados Unidos de Norteamérica como nunca había ocurrido en anteriores momentos de su historia.”

Pero no fue la posguerra del ‘45, ni la primera ni la única vez en que la influencia de EEUU se manifestara en las decisiones de nuestro país. Muy atrás en el tiempo merece recordarse, como en un añejo y significativo 1826, que el encargado de negocios de los EEUU en las Provincias Unidas, Mr. John Forbes, con instrucciones de su gobierno, aconseja a Rivadavia que no mande representante al Congreso de Panamá convocado por Simón Bolívar para dar origen a la Patria Grande. Criterio que se cumple con el agregado de que Rivadavia sostiene entre los fundamentos de esa decisión que piensa seguir en sus dictados lo que decida el gran país del norte. Gracias a ese vacío, la Patria Grande se convirtió por entonces en un sueño “grande” ante una realidad esquiva en un continente balcanizado.

Por esas y otras razones, el tema que pretendemos abordar no nos parece que sea frecuentado con la importancia que a nuestro juicio merece.

Se trata de apreciar y profundizar la historia de las relaciones, que en el plano diplomático y económico tiene nuestro país con la primera potencia bélica del mundo.

Lo curioso es que esas relaciones frecuentemente transitaron lejos de una fraterna amistad, más bien se manifestaron conflictivas o simplemente insatisfactorias a lo largo de nuestra vida institucional.

Sin embargo, es justo reconocer que nuestros prohombres de Mayo se nutrieron de la teoría y la acción de los revolucionarios norteamericanos en pos de su emancipación. Posteriormente admiraron y reprodujeron el texto constitucional de 1776 que estableció la independencia de los Estados de la Unión.

Para nuestra incipiente Nación, el reconocimiento de la misma por parte de Norteamérica demandó más de una década en ser formalmente establecida, recién tuvo lugar en 1822, no sin antes transcurrir por múltiples intentos que lo frustraron una y otra vez.

Por entonces las potencias europeas se disponían a reconquistar las emancipadas colonias americanas y conspiraron con la neutralidad que al respecto mantuviera EEUU, que además no terminaba de convencerse que la estabilidad institucional alcanzada por la Argentina fuese cosa perdurable. Es más, no lograba dimensionar siquiera los límites geográficos de la nueva república.

En 1832, además, se produce el asalto a las defensas militares argentinas en las Islas Malvinas (Isla Soledad) por la corbeta Lexinton de EEUU que originó un corte en las relaciones diplomáticas de los dos países por más de 10 años. El ataque fue realizado como una represalia, ya que las Provincias Unidas habían detenido y se disponían a juzgar al pesquero “Harriet”, norteamericano, que pescaba en las inmediaciones de las islas, ignorando la soberanía de la Provincias Unidas sobre el archipiélago y cuando el gobierno exigía que se recabase y se abonara el correspondiente permiso de pesca. 

Cabe acotar que Gran Bretaña ocupa las islas unas semanas después de aquella agresión, persistiendo en la usurpación hasta el día de hoy.

Poco antes de ese acontecimiento, en 1828 y a manera de advertencia, EEUU proclama a los cuatro vientos la doctrina Monroe, que señala “América para los americanos” frente la formación de la Santa Alianza en Europa, que apoya a Fernando VII en su intención de recuperar las colonias americanas.

Más de 60 años después, en el Congreso Panamericano de Washington y ya afirmada la organización del Estado argentino, Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana, unos años después ambos presidentes de los argentinos, a la sazón delegados de nuestro país en ese congreso, proclaman, “América para la Humanidad”. En realidad era una respuesta a la doctrina Monroe, a favor de un tercer interlocutor: Europa. Con lo que Argentina se consagraba europeísta. Es que estaban en juego los intereses de la oligarquía terrateniente y vacuna de la Argentina, que debía asegurar a su mejor cliente de ultramar, el Reino Unido, el otro era Alemania, para la provisión de sus productos primarios.

Estas airadas réplicas tendrían un agresivo colofón con un tan amplio como impreciso destinatario en 1901, en palabras de Teodoro Roosvelt, cuando señala: “Habla suavemente pero lleva un gran garrote para llegar lejos”.

La nueva derecha argentina surgida por la empatía con las teorías monetaristas de la escuela de Chicago, a la saga de lo aplicado admirativamente por la dictadura chilena y dejándose llevar por los jóvenes estudiosos que abrevaron en aquellas universidades, tomó la teoría con la convicción de un converso en un pensamiento único.

Esa nueva derecha añoró tener relaciones carnales con los EEUU. De allí venían los créditos y con ellos se enjugaba el déficit del presupuesto, hasta que el acreedor dijo basta. Entonces se derrumbó todo el esqueleto teórico a la vista de un escandaloso fracaso, que generó múltiples quebrantos y millones de argentinos arrojados a la pobreza y la indigencia. Eso no persuadió a los interesados argentinos en mantener las carnales relaciones con los EEUU, ya que siguieron visitando y conspirando contra el país en la embajada de EEUU en Buenos Aires, como lo prueba la recolección que realizara Santiago O’ Donnell en el Argenleaks.

Después de haber demostrado que las posibilidades del país podían ampliarse con políticas anti cíclicas en lo económico y de autonomía política aplicada a la generación de empleo y al consumo con un gobierno popular, vuelve la oligarquía al poder y pretende hacer creer a la sociedad la vieja lógica de las teorías neoliberales. Vuelven a añorar una amistad íntima con el “gran país del norte” para lo cual derogan discrecionalmente muchos de los logros de la administración precedente y proceden a efectuar el pago a los holdouts, a un re endeudamiento tan temible como poco transparente, a la desindustrialización y a abrirse a las importaciones, gestando una desocupación de una enorme magnitud, con propósitos meramente especulativos y sin crisis local que lo justifique.

Cabe resaltar de lo enumerado la forma apresurada en que a pocas semanas de asumido el gobierno de Macri conviene con los fondos Buitre el pago de la deuda siguiendo fielmente sus requerimientos.

Dice Carlos Escudé: “En situaciones de emergencia los países “serios” hacen estas cosas (v.g: decretan unilateralmente la inconvertibilidad de la libra esterlina). Cuando son poderosos se salen con la suya. No son aconsejables para los Estados débiles porque los costos suelen ser mayores que los beneficios. Pero en el caso actual (desendeudamiento argentino en la gestión Kirchner) considerando nuestra insolvencia, el gobierno solo amerita la más entusiasta de las felicitaciones”.

Finalmente, y como sostiene O`Donnell, Argentina nunca transgredió las garantías de seguridad que exige el país del norte aunque no se haya firmado acuerdo alguno. La cuestión gira en torno a unos cuantos asuntos puntuales: colaboración en la lucha contra el terrorismo; no proliferación nuclear; apoyo a la pista iraní en el atentado de la AMIA; despliegue de tropas argentinas en misiones de Naciones Unidas y, lo que ha sido una constante a partir de la creación de la URSS, un indeclinable anticomunismo.

Estas garantías tienden a ampliarse en los compromisos que acaba de firmar el presidente Macri, en ocasión de la visita que realizara a la Argentina el presidente Obama, acerca de la instalación de una base militar norteamericana en Usuhaia, provincia de Tierra del Fuego y en la recepción de un número acotado de refugiados sirios en territorio argentino.

La gravedad de estas decisiones todavía girando en la virtualidad es notoria. La avanzada del Army y los marines norteamericanos en el extremo sur, concreta una presencia añorada durante mucho tiempo por ese país y la recepción de refugiados sirios, más allá de lo humanitario, introduce a la Argentina en el conflicto de Medio Oriente, intromisión que ya nos costara los dos atentados terroristas más significativos de nuestra historia: Amia y Embajada de Israel en Buenos Aires.

29/07/2016

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