Columnistas
06/05/2017

Un abordaje de género para ver la serie “13 reasons why”

Lo dijo el sabio Merlín, morir es haber nacido

Lo dijo el sabio Merlín, morir es haber nacido | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El autor se detiene a pensar en voz alta algunas cosas sobre lo que dice y lo que no dice “Por 13 razones”, la nueva ficción sensación de la plataforma Netflix.

Fernando Barraza

[email protected]

 

Manuel Flores va a morir,

eso es moneda corriente;

morir es una costumbre

que sabe tener la gente.

 

Y sin embargo me duele

decirle adiós a la vida,

esa cosa tan de siempre,

tan dulce y tan conocida.

 

JORGE LUIS BORGES

 

En el preciso momento en el que usted lee esta nota hay en el mundo más de un millón de personas mirando alguno de los capítulos de “13 reasons why” serie que llevada al español encontró su traducción en “Por 13 razones”. Amerita detenerse unos minutos a pensar en voz alta algunas cosas sobre lo que dice y lo que no dice ésta, la nueva ficción sensación de la plataforma Netflix.

Abramos considerando que la temática que propone la serie intenta sobrepasar la mera fórmula del entretenimiento o el pasatiempo, tanto que la premisa argumental presente a lo largo de toda la temporada apela directamente a la “mirada seria” del espectador. Es que cualquiera sea su edad o su clase social, usted se sentará a ver la historia de una muchachita de 17 años que decide quitarse la vida dejando una extensa carta suicida en seis cassettes y medio donde explica, cara por cara, los trece motivos que la llevaron a cortarse las venas en la bañera. Y eso no es algo “entretenido”.

No es la idea de este artículo aportar otro análisis sobre si es apropiado producir desde un canal masivo de entretenimiento una ficción que dé un punto de vista largo y estilizado sobre el suicidio, como tampoco detenerse demasiado en el subtema de la serie, que es el bullying. Sobre estos dos temas se está escribiendo largo y tendido, busquen, pónganse a guglear, hay muy buen material al respecto y lo bueno es que no siempre las ideas vertidas confluyen en las mismas conclusiones.

Ahora, en este artículo, intentemos ir por otro lado.

 

18 horas

 

“Este dolor es mi dueño,

no puedo callarlo

va subiendo

desespero,

me desvelo, me desarmo

y te pido por favor

no, no, no…”

CAMILA MORENO

 

El reloj femicida del 2017 determina que cada 18 horas muere en Argentina una mujer por obra del accionar bestial-criminal de un hombre que, en la mayoría de los casos, es alguien de su círculo íntimo. La cifra aumentó casi un 30% en relación a años anteriores. Sin usar el contexto como un consuelo, hay que dar cuenta de que éste es un fenómeno global y si uno se toma la simple molestia de guglear un buen rato buscando estadísticas en otros países, se encuentra con que el reloj femicida se ha acelerado notablemente en todas partes.

Frente a esta negativa realidad, culturalmente expandida y hasta naturalizada, es dable ver como se ha tratado la cuestión de género en “Por 13 razones” sobreentendiendo que si la protagonista es una mujer, la escalera natural baja desde el gran tema del suicidio al subtema del bullying, e inevitablemente a la raíz del hostigamiento social que padece una mujer cada día de su vida: el machismo.

“Por 13 razones” es una serie que no le ha esquivado el bulto a este tema. Capítulo a capítulo el machismo es un elemento presente en el guión y no de manera obvia y aleccionadora. Allí lo interesante de analizar.

La serie propone todo el tiempo prestarle mucha atención al acto machista cotidiano, ese que técnicamente ha sido bautizado como “micro-machismo”, pero no solo advierte sobre su presencia en un sentido aséptico, sino que invita a reflexionar sobre el tenor y el balance con el que se presenta cada acto de machismo en la vida de las y los protagonistas de la serie. Estos actos no están idealizados ni caricaturizados, no hace falta que haya malos “muy malos”, ni buenos “que actúen con comprensión suprema”, para que el machismo avance sobre la vida de los protagonistas. Por cada acto de machismo se expone un fundamento sólido que explica, pero no justifica. Este mecanismo de presentación de la problemática está muy bien dosificado, en tanto siempre se comienza a desandar argumentalmente como un supuesto “acto de exageración” de la protagonista, Hanna Baker, para luego dar paso a un desarrollo que demuestra que la sensibilidad de Hanna es intensa, maniqueamente adolescente, pero no es desacertada. Cada idea machista que aparece en escena termina consolidándose en un acto de machismo que va deteriorando la calidad de vida de Hanna y de las otras adolescentes mujeres de la serie. Aquí abramos un poco los ojos, porque estos actos también deterioran la calidad de vida de los hombres y mujeres que aplican y motorizan el micro-machismo. Es decir, la serie expresa el cuadro completo del micro-machismo cotidiano: las víctimas y los victimarios padeciendo esta pandemia socio-cultural juntos, cada cual en su rol, pero juntos. Todos juntos en esta desgracia existencial actual.

El monstruo

Focalizando sobre el tratamiento de los estereotipos dentro de la serie, conviene aclarar que sí está presente, aunque en muchas ocasiones se intente evitarlos. Nunca olvidemos que es una ficción norteamericana y  la moral que han expresado los estadounidenses desde el macartismo hasta acá, siempre incluye estereotipos bien denotados. Para nosotros, el público latino (el del resto del mundo, bah) no es ninguna novedad. Nos hemos criado viendo series, películas y leyendo historietas en las que se nos dice unívocamente quienes son los buenos y quienes los malos. Esa “realidad” moral que nos han propuesto durante toda nuestra vida, nos ha constituido culturalmente.

En “Por 13 razones” no hay gente con sobrepeso, ni personas con discapacidades, ni un corpus de personajes en el que se pueda reflejar la problemática de la gente pobre (solo Justin, tal vez un poco Tony). Todos los personajes poseen un standard de belleza casi publicitario y están bastante “seteados” dentro de su propio estereotipo. Así y todo, la serie intenta saltar con una inteligente garrocha esos compartimientos estancos para decir otras cosas.

Vamos por el personaje de Bryce como ejemplo.

Si Bryce es un petulante con plata sabemos por qué lo es. Varios personajes se encargan de reflexionar a lo largo de los 13 capítulos cómo y por qué los muchachos adinerados y atletas llegan a considerarse dueños de sus amigos y –sobre todo- dueños de los cuerpos de las mujeres que puedan cruzarse en sus vidas. De allí a la violación, solo hay un paso.

Bryce es, dentro de esta trama clásica, el más “villano” de la serie, sí, pero no es el estereotipo del monstruo, ese que tanto le gusta agitar a Hollywood y a la TV norteamericana: psicópata capaz de descuartizar o de devorarse a la gente sin pensar más que en sí mismo.  Bryce, dentro de “Por 13 razones” tiene un contexto, eso es lo importante y distinto, porque no es un contexto que lo justifica, como sí suele hacer la ficción norteamericana cuando intenta explicar a los monstruos (seres que de chicos fueron abusados, etcétera). Aquí la cosa es distinta. La serie nos pone de frente sobre lo que nosotros mismos solemos internalizar, pues caemos en la mecánica automática de pensar que el machista capaz de violar (¿matar?) es un monstruo único, capaz de cortar a su pareja en pedazos para esconderla debajo de una parrilla y no el tipo “común”, el que día a día vive en esta sociedad machista. Lo vimos hace un par de semana minuto a minuto en la tele y en las redes sociales con el caso Araceli.

“Por 13 razones” invita a correrse de este eje para ver como las personas no son monstruosas, pero si pueden cometer actos monstruosos.

El capítulo en el que se ejemplifica el machismo con la metáfora del “efecto mariposa” (una mariposa aletea en América y provoca un tsunami en Oceanía) sostiene que una “inocente” lista en la que se declara a Hanna Baker como “el mejor culo del año” termina  en una situación de abuso espantosa, resumiendo nítidamente el espíritu todo de la serie en tanto tratamiento de la problemática de género. La situación allí es clarísima: no hay monstruos, simplemente hay machismo en la sociedad. Todo el tiempo. En varios niveles. Y ese es el flagelo, porque los diversos niveles de machismo habilitan y naturalizan el desastre de los femicidios y los abusos sexuales. 

Esta idea inquietante, que dice que la responsabilidad en la violencia de género no es exclusiva de los monstruos, nos interpela, nos hace pensar un poco sobre las cuestiones que reposan en nuestro consciente y en nuestro inconsciente y terminan dándole cuerda al reloj de las 18 horas, cada día, cada año.

Veamos entonces la serie con una mirada de género, charlemos luego con los pares, con los más grandes, los más chicos (qué más da…).

Detener el reloj de las 18 horas es responsabilidad de todxs.

 

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]