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30/04/2017

1° de Mayo y los nuevos descamisados

1° de Mayo y los nuevos descamisados | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Si a la escasa generación de trabajo se le agrega los más de 300 mil despedidos y el millón de desocupados existentes, es de suponer que la economía popular dejará de ser algo coyuntural para convertirse en una realidad estructural.

María Beatriz Gentile *

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Ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso fue la reivindicación que la American Federation of Labor planteó en su cuarto congreso. A partir del 1°de mayo de 1886 la duración legal de la jornada sería de 8 horas. Ese día más de 200.000 obreros iniciaron la huelga y si en algunas ciudades no fue necesario profundizar la medida para obtener lo planteado, en Chicagola negativa de las fábricas llevó a sucesivas movilizaciones. Entre el 2 y 3 de mayo la policía actuó violentamente provocando la muerte de seis obreros y decenas de heridos. La respuesta no se hizo esperar y el 4 de mayo en la plaza Haymarket una enorme manifestación fue nuevamente atacada pero esta vez un artefacto explosivo terminó con la vida de un policía.

Al estado de sitio le siguió la detención y tortura de centenares de trabajadores acusados por ese asesinato. Ocho obreros fueron juzgados y condenados: tres a cadena perpetua y cinco a la horca. La sentencia se ejecutó el 11 de noviembre de 1887. Dos años después la Segunda Internacional -formada por los partidos socialistas y laboristas- consagraría el 1° de Mayo como día Internacional de los Trabajadores.

Fue recién en 1919 que se planteó el vínculo entre la justicia social y el logro de la paz. El Tratado de Versalles que puso fin a la primera guerra mundial declaraba: “la paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social”. Así nacía la Organización Internacional del Trabajo (OIT). A pesar de todo ello la crisis de 1929 producía en cuatro años 12.830.000 desocupados sólo en los Estados Unidos, por lo que el fin del consenso liberal traía aquello de que es mejor hacer un pozo y volverlo a tapar que tener gente desocupada. El trabajo no sólo se convertía en un derecho,sino en el mecanismo compensador de las desigualdades generadas por el mercado

Pero entre los muchos cambios que nos deparó el final del siglo XX, uno de singular importancia fue la desaparición de la sociedad salarial. El avance tecnológico, el auge de la automatización, la trasnacionalización de los procesos productivos y la pulseada ganada por el capitalismo financiero, hicieron que el trabajo perdiera centralidad.

En este contexto la extensión o reducción de la jornada laboral se discute bajo otros intereses. Algunos países han implementado su reducción para compensar el ingreso de los excluidos al mercado laboral formal; otros para evitar la deslocalización de las empresas. Sin embargo no todos confían en que esta fórmula pueda introducirse sin una pérdida de competitividad, especialmente teniendo en cuenta el tipo de jornadas laborales que se practican en países asiáticos. Mientras en Alemania un empleado medio trabaja unas 1.400 horas al año, en Singapur la cifra se eleva a 2.300 horas.

En la Argentina, según la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), hay tres realidades laborales bien delimitadas: los trabajadores competitivos, de alta productividad que utilizan poca mano de obra con plenos derechos laborales y salarios altos; los de las empresas que dependen del mercado interno sujetos a las políticas económicas inestables, que emplean gran cantidad de trabajadores con salarios bajos; y los de la economía popular con emprendimientos individuales o colectivos con mínima tecnología, baja productividad e ingresos inadecuados. Se estima que éstos últimos suman ya 4.000.000 de trabajadores y engloban a cartoneros, artesanos, vendedores ambulantes, trabajadores de programas sociales, cooperativistas, empresas recuperadas, etcétera. No poseen protección legal, no tienen vacaciones ni aguinaldo y carecen de un sindicato que los represente.

Si a la escasa generación de trabajo se le agrega los más de 300 mil despedidos y el millón de desocupados existentes, es de suponer que la economía popular dejará de ser algo coyuntural para convertirse en una realidad estructural. Por lo tanto habrá que comenzar a pensar en las reivindicaciones de estos nuevos descamisados.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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