Columnistas
28/04/2017

Fútbol entre las armas y la paz

Fútbol entre las armas y la paz | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El inicio de la PCC (Brasil) y la creación del equipo de la FARC (Colombia), exponen una realidad: mediante el fútbol se puede lograr la organización para cumplir objetivos en común.

Alvaro Nanton

Un esférico de 69 centímetro de diámetro, un arco de 7,20 metros de ancho por 2,44 de altura y un terreno mínimo de 90 metros de largo por 45 de ancho. Un reglamento sobre un juego. Una invitación a hablar sobre legislación en la que la FIFA propuso perder la magia y la organización para llenar los bolsillos de unos pocos. Un negocio redondo porque se adueñaron de la pelota. La nuestra, la de todos. Nos intentan quitar el sentimiento de ser parte y la ilusión de pelear por un objetivo que no sea ganar dinero o fama. Nos hacen creer que lo único que importa es el resultado, cuando el estar organizados puede generar, por ejemplo, un acercamiento a la paz.

“Éramos todos muy amigos, nos gustaba jugar juntos, la pasábamos bien reunidos, intentábamos hacerlo lo mejor posible. Atacar mucho y luego recuperarla con la ilusión de volver a atacar y esperábamos la compañía de la suerte”, sintetizó Marcelo Bielsa hablando de fútbol. Un concepto tan básico que parece que sale de un potrero. O de la cárcel. Una definición tan de barrio, o de guerrilla. El fútbol entre la paz, la guerra y la justicia latinoamericana.

Una pelota blanca con manchas rojas simboliza una búsqueda de igualdad. De un lado de la cancha un grupo guerrillero que llamó al cese al fuego junto con el Estado colombiano. Algunos lo llaman las FARC, otros “La Paz Fútbol Club”. Del mismo lado, pero más hacia el sur, en Brasil, recibe el balón el Primer Comando de la Capital (PCC). Ambos fueron noticia esta semana. Los dos intentan obtener justicia a partir de la organización: uno con un grito de paz, y el otro a partir de un financiamiento para la reivindicación de los derechos de los presos. Dos partidos que rompen con el reglamento FIFA.

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Inicio del partido

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En la prisión de Carandirú en la ciudad de San Pablo se comenzó un partido en la década del ´90 que todavía no terminó. Se generó una riña en medio del campo en la que la policía penitenciaria realizó el procedimiento “habitual”. Golpes, represión y cambio de penal.

Ocho reclusos fueron separados y enviados a la cárcel de Taubaté. Allí, lejos de aquel partido que empezó en San Pablo, empezaron a marcar los goles.

La organización generó, como base, la búsqueda de justicia por las muertes ocurridas dentro de los penales y una mejor condición de vida tras las rejas. La idea de grupo empezó a contagiar a los demás reclusos, que algunos comenzaron a salir en libertad y el equipo se logró ampliar. Los jugadores no estaban solos, tenían apoyo de afuera.

Siguieron jugando y adquirieron más adeptos. Más hinchas. Esta agrupación creció de forma abrupta y logró que actualmente sea la organización más grande y ordenada de Brasil por fuera de la CBF (Confederación Brasileña de Fútbol). ¿El inicio? Un partido de fútbol.

La PCC cuenta con afiliaciones en todo el país, dentro de las cárceles, pero también por fuera de ellos. Poseen un estatuto y tienen muchas ambiciones y logros. Reivindicaron la voz de los que callan en la oscuridad y exponen los abusos de las fuerzas institucionales.

“Los presos tienen que estar unidos, no pelear unos con otros, para enfrentar a un enemigo en común: el sistema carcelario”, plantean como caracterización, porque su partido es contra ese sistema.

Su forma de financiamiento es a partir de los atracos organizados y con la contribución de cada socio. Quienes están en libertad, pagan por llevar la camiseta de la PCC, aproximadamente 320 dólares y 16, si están dentro de la cárcel. A su vez, controlan las rutas del tráfico de drogas entre Brasil, Bolivia y Paraguay, asentándose en los pasos fronterizos.

La forma en que esta agrupación responde a los enfrentamientos es primitiva y se relaciona con la ley de la selva. En 2012 el sistema penitenciario mató a varios sospechosos de integrar esta organización, lo cual tuvo respuesta inmediata:”por cada miembro que había muerto, un oficial de la policía tenía que morir”. En enero de este año, se produjo –por el mismo modo de respuesta- la muerte de 100 personas en una semana dentro de las cárceles brasileñas.

La semana pasada, se llevó a cabo un robo a una central de Prosegur, hecho por el cual responsabilizan a la PCC de ser el autor material e ideológico del atraco. Se produjo en Ciudad del Este, la segunda ciudad más grande de Paraguay y cercana a la mediática “Triple Frontera”.

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Cambio de transmisión.

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Firman un papel, pero rompen otro. La FIFA no lo comprende, pero los ciudadanos colombianos sí. Los gobernantes están de acuerdo y contribuyen. Todo sea para que la pelota siga manteniendo el blanco y se puedan reinsertar los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Aquel balón que recorrió los potreros de San Pablo, que pasó por las favelas brasileñas, llegó a este conflicto que está en proceso de solución.

Luego 52 años de ser un grupo activo organizado para establecer un Estado socialista en Colombia y de varias conversaciones con el gobierno llegaron a un acuerdo: crear La Paz Fútbol Club.

La herramienta del fútbol dentro de esta sociedad se planteó a través del profesionalismo y de la reinserción social de los ex guerrilleros. Si bien, dejaron de operar en noviembre de 2016, los ex combatientes siguen buscando ingresar de nuevo en la sociedad de alguna forma. La salida que el gobierno y la FARC plantearon fue a través de este juego de once contra once.

Sería burdo seguir repitiendo que “el fútbol es el opio de los pueblos”, cuando aquí este deporte resulta una salida. Una respuesta ante un problema social y una política aplicada que rompe con los estatutos ya establecidos. Los papeles y reglamentos para entrar a la Segunda División, ya fueron rotos para que este club los empiece a disputar la temporada que viene.

A su vez, contará con dos equipos más: uno sub 20 y otro femenino. Los tres formarán sus planteles con guerrilleros desmovilizados, víctimas del conflicto y miembros de las comunidades que sufrieron estos años de guerra, es decir, víctimas y victimarios juntos. “Los buenos” y “los malos”. Los opuestos. Y lo más curioso es que todos, siendo de veredas opuestas, tendrán la misma camiseta: La Paz.

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Cierre de la jornada

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La pelota blanca con sus manchas imborrables sigue circulando. Muchos equipos que no tienen micrófono o medios de comunicación, siguen jugando su partido. Algunos por la paz, otros por la reivindicación y otros tanto por causas justas o tal vez para realizar un mal a la sociedad.

Lo que está claro es que Jorge Luis Borges respetó los reglamentos FIFA y quedó plasmado en su frase: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”, pero es innegable que el fútbol transmite y une. Pero por sobre todo, la organización es importante para lograr ganar todas las batallas que creemos necesarias llevar a cabo.

Lo malo ya está establecido en la burocracia y para lograr lo bueno, hay que jugar el partido.

29/07/2016

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