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Columnistas
29/05/2016

Presupuesto

Universidad ¿para qué?

Universidad ¿para qué? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Nadie podría estar en desacuerdo con que se incremente la asistencia social a las provincias. Pero lo difícil de aceptar es que se quiera hacer quitándole oxígeno a las universidades públicas.

María Beatriz Gentile *

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 A través de la decisión administrativa 519/2016, la gestión de Mauricio Macri dispuso dejar de girarle a las universidades nacionales un total de 878.877.000 pesos del tesoro nacional, para reasignarlos al subprograma de asistencia social de las provincias. Difícilmente uno podría estar en desacuerdo en que se incremente el presupuesto a las provincias, lo difícil es aceptar que se haga quitándoselo a las universidades públicas.

El eslabón más débil de la universidad es que su autonomía científica y pedagógica se asienta en la dependencia financiera del Estado. A diferencia de lo que sucede con el sistema judicial donde la independencia de los tribunales no es puesta en discusión por el hecho de ser financiados por el Estado, con la universidad sucede lo contrario. Resulta extraño escuchar “esa sentencia injusta se paga con la plata de mis impuestos” pero en cambio la descapitalización del sistema universitario se justifica atacando la validez social y científica de mucho de lo que se enseña y se produce en su interior. Así, por ejemplo, mientras la Universidad del Comahue recibe a estudiantes mexicanos atraídos por la carrera de informática que contempla conocimientos en “inteligencia artificial”, un funcionario municipal se da el gusto de llamar “trasnochado” y descalificar con ello a quien, precisamente, es un referente mundialmente reconocido en ese área y actual decano de la Facultad.

Para el pensamiento neoliberal, que hoy parece estar retornando en más de un aspecto, la universidad es irreformable y la verdadera alternativa está en la creación de un mercado universitario global. ¿Qué es esto? La economía internacional viene expresando claramente la segmentación del mercado de trabajo: por un lado el desarrollo tecnológico exige mano de obra altamente calificada, y por el otro requiere empleo de bajísimo nivel de calificación. Para la primera no haría falta sostener un sistema de formación superior toda vez que la mano de obra calificada puede ser reclutada a través de la “fuga de cerebros” de países en crisis, como sucedió en la Argentina de los noventa; mientras que la segunda, la no calificada, se resuelve a través de la deslocalización de las empresas y de la inmigración legal o clandestina.

La volatilidad de las calificaciones exigidas por el mercado choca indefectiblemente con la estructura de la formación universitaria, ya que esta última no fue pensada para dar respuesta a las necesidades de las empresas sino para atender los problemas del desarrollo de la sociedad. En 1997, por ejemplo, el Banco Mundial llegó a la conclusión de que las carencias de todo tipo sufridas por las universidades de algunos países africanos, las hacían inviables. Así le impuso a los gobiernos que concentraran sus pocos recursos en la educación primaria y secundaria, y dejaran que el mercado les resolviera el problema de la educación superior. Incapaz de incluir en sus cálculos la importancia de la universidad en la construcción de proyectos de país y en la creación de conocimiento adecuado a las necesidades propias, el Banco entendió que las universidades africanas no generaban suficiente “retorno”.

En la Argentina de hoy se prefiere “importar” 4000 ingenieros italianos para satisfacer la demanda científico-tecnológica, en vez de invertir en las carreras de ingeniería de las universidades públicas. Para la otra dimensión del mercado -la de mano de obra no calificada- se estima subsidiar a una empresa trasnacional como McDonald para contratar 5000 empleados.

Lo cierto es que con el sostenimiento de la universidad pública, gratuita e irrestricta un joven en la Argentina podrá elegir entre vender hamburguesas o diseñar un satélite, pero sin ello no tendrá la alternativa.

Cuando en 1965, el entonces gobernador Felipe Sapag pensó en la creación de una universidad en la provincia de Neuquén, alguien le preguntó para qué lo hacía y él le respondió “para que los neuquinos no sean los peones del futuro”. Ojalá lleguemos a tiempo con la advertencia.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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