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Columnistas
26/03/2017

La desmemoria

La desmemoria | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Negar lo sucedido en la Argentina entre 1976 y 1983 retrotrae el conflicto a tiempos de impunidad, algo que creíamos haber superado con el juzgamiento de los responsables, que desde el año 2004 en adelante se vino llevando a cabo.

María Beatriz Gentile *

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Este 24 de marzo el Estado  estuvo ausente. No hubo acto oficial, el presidente de la Nación viajó a Holanda mientras los diputados de Cambiemos se mostraron con un cartel que decía “nunca más a los negocios con los derechos humanos, nunca más a la interrupción del orden democrático”. Por lo visto ninguno cayó en la escuela pública, porque allí habrían aprendido la diferencia conceptual entre una interrupción del orden democrático y el terrorismo de estado.

El negacionismo que prodiga la dirigencia actual y sus bufones comunicacionales encontró sus límites en la enorme respuesta que dio la sociedad argentina con cientos de miles de personas en las calles portando las fotos de sus desaparecidos, sus carteles y sus consignas. Los medios hegemónicos soslayaron esto y apuntaron a mostrar las diferencias internas, sin advertir que el espacio de la memoria es un campo de tensión con otras “memorias”; pero fundamentalmente es un campo donde se libra la batalla contra el olvido y ésta -aunque les pese a algunos- se viene peleando exitosamente desde hace más de 40 años.

Hoy frente al consenso social logrado sobre la peor página de nuestra historia, se la pretende minimizar patinándola de “negocio de los derechos humanos”.  Y aquí cabe aquello de piensa el ladrón que todos son de su condición. Pregunta ¿cuánto vale que tu hija de 17 años sea violada, torturada y luego lanzada atada con alambre de púa al mar? ¿Qué precio le pondrías al bebé que arrancaron del vientre de tu hermana para ser criado por el mismo torturador que lo hizo? Los hombres de negocios de hoy amenazan con mostrar las listas de quienes fueron indemnizados por haber sido víctimas de semejantes crímenes, una idea repudiable que habla más de la condición humana de quienes lo promueven que de la integridad moral de a quienes se pretende señalar.

Negar lo sucedido en la Argentina de 1976-1983 retrotrae el conflicto a tiempos de impunidad, algo que creíamos haber superado con el juzgamiento de los responsables que desde el año 2004 en adelante se vino llevando a cabo. 

Es sabido que la impunidad más que un concepto referido al orden jurídico fue una realidad histórica que configuró en gran medida nuestro presente. La ausencia de castigo, la impunidad penal, fue acompañada por una impunidad moral que a través del silencio, la minimización del hecho y la culpabilización de las víctimas declaró la inexistencia de lo acontecido. Esto constituyó el paradigma de la desaparición forzada, del exilio y del destierro.

En una ya clásica película el personaje que va a traicionar a sus compañeros es interpelado por uno de ellos: “¿cómo puedes entregarnos somos tus amigos y nos van a matar, no podrás vivir con eso en tu conciencia?”,  a lo que responde “quienes me pagan por hacer esto prometieron borrar mi memoria, no voy a recordar nunca lo que voy a hacer ahora”. Esto es la desmemoria,  la Matrix capaz de borrarlo todo y  perpetuar con ello la posibilidad de repetición.

A pesar de las intencionalidades manifiestas, los límites los puso la calle y los pone también la historia. Cada centro de detención clandestina identificado, cada testimonio de tortura probado en juicio, cada fosa con cadáveres NN y cada ADN de niña o niño apropiado, seguirán emergiendo como huellas indelebles de un pasado materialmente existente.

Una vez alguien comentó ¿por qué querría que mi hijo de 8 o 14 años cargue con la mochila de conocer lo que pasó en la Argentina de 1976? a lo que  otro  respondió “tu hijo por nacer en la Argentina ya carga con esa mochila y no va a poder recordar aquello que no sabe que olvidó”.  Sigamos entonces confrontando en el campo de la memoria, pero sin perder de vista que la batalla más importante es contra el olvido.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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