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Columnistas
21/03/2017

Lo que no nos preguntamos

Lo que no nos preguntamos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Esta nueva etapa del neoliberalismo que volvemos a padecer, muestra una vez más la afición de los sectores medios de nuestra sociedad por visitar otros países para comprar más barato.

Osvaldo Pellin

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Hay cosas que no nos preguntamos, cuando trascendiendo nuestras fronteras salimos de shopping a otro país. No solemos preguntamos qué lugar ocupamos, nosotros y nuestra familia, como eslabón, en la larga cadena del sistema de comercialización de nuestro país.

Tampoco nos preguntamos por el costo-país de salvarnos “solos” de una inflación descontrolada. Un esfuerzo, por otra parte, inútil porque está sobrepasado por medidas de un gobierno que profundiza su ataque sistemático contra la industria nacional, contra el consumo y contra el nivel de ingresos de los argentinos. Y todos vivimos cotidianamente bajo esa realidad, con lo que salvarnos solos no resulta un objetivo eficaz.

Esta nueva etapa del neoliberalismo que volvemos a padecer, muestra una vez más la afición de los sectores medios de nuestra sociedad por visitar otros países para comprar más barato. Antes, en época de Menem, ese país era EEUU y en especial la ciudad de Miami que se hizo famoso por la frase del “deme dos”. Ahora con pretensiones menos ostentosas los argentinos viajan a Chile, más precisamente a Santiago o Temuco. Ya lo han reflejado los medios del país hermano: gracias a la visita de más de un millón de argentinos en los últimos meses se ha levantado la alicaída economía chilena. Aquellos han ido hacia allí a agotar su poder de compra. La necesidad de sensaciones nuevas los ha invadido tanto como los precios más convenientes.

Personalmente a mí no me consuela viajar para ir de shopping. No porque no me guste consumir sino por una cuestión ideológica que soy consciente a muchos compatriotas no les importa.

La cuestión ideológica pasa por saber que cuando compro en otro país estoy convalidando una política económica que crea desocupación y cierre de industrias en mi propio país. Mucha gente detrás de mí cuando compro afuera está mirando qué hago con mi poder de compra. Si no estoy favoreciendo políticas que perjudican a muchos compatriotas y al país en general. Quiero decir que el contexto social que integro, con mi acción indiferente en lo político, se va desmoronando, va entrando en decadencia con su siembra de pobreza y pérdida de calidad de vida.

Los sectores medios son los primeros en tener la visión insoslayable de la realidad con su consiguiente malestar, de cuánta gente duerme en la vía pública, cuántos comen de los tachos de basuras, de los muchos que no llegan a ser atendidos en los hospitales porque el transporte tiene un costo prohibitivo, de muchos que nacen y mueren sin ser registrados en ninguna estadística, de otros que pululan en los subtes vendiendo baratijas o directamente pidiendo limosna. Hacia ese panorama desolador nos dirigimos cuando habiéndonos salvado de la catástrofe por alguna casualidad del destino depositamos nuestros esfuerzos en solventar la vida comercial de países que no son el nuestro.

Parece mentira que con nuestra indiferencia por la realidad política y  el falso espejismo de salvarnos solos, seamos funcionales a las políticas plutocráticas y entreguistas del régimen presidido por Macri.

Creo que es parte de la lucha contra las políticas de ajuste tomar conciencia que defendiendo nuestro comercio defendemos nuestra soberanía económica y nuestras pymes. Se pretende que nos olvidemos que somos Argentina, un pueblo con una rica historia.

La anomia a la que nos conducen favorece la extranjerización de nuestra economía, la enajenación de nuestros territorios y a no ser lo que somos.

Cuando vamos de shopping, a otro país solemos vender nuestra economía doméstica, que contiene el pequeño poder personal que tenemos, ejercido en libertad, lástima que sin provecho alguno para la sociedad en la que vivimos.

29/07/2016

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