Columnistas
26/02/2017

Los suyos y los nuestros

Los suyos y los nuestros | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Al tiempo en que el presidente argentino hablaba en la corte española acerca de su vocación por unir a los argentinos y llegar a la pobreza cero, 180 trabajadores de la empresa Atanor se encontraban con la fábrica cerrada.

María Beatriz Gentile *

[email protected]

“Señores del PP (Partido Popular) es evidente que Macri es de los suyos” disparó el diputado Iñigo Errejón en el parlamento español. El portal de TN escribió “No hay que fiarse de su "cara de nene" a los 33 años ya tiene en su haber un largo historial de luchas políticas”  con el resaltado en negritas y ese estilo tan “buchón”de señalar como peligroso al militante político. En cambio, en radios, algún canal televisivo y profusamente en las redes sociales se reprodujo su discurso con aires de aplauso.

Descubrirse en colectivos políticos que trascienden la escena local y en especial cuando se comulga en horizontes de  justicia y equidad social, hace bien. Eso le pasó a muchos cuando escucharon a un extranjero hablar de Milagro Sala, de los desaparecidos y de la pobreza de los cada vez más pobres.

Al tiempo en que el presidente argentino hablaba en las Cortes de España acerca de su vocación por unir a los argentinos y llegar a la pobreza cero, 180 trabajadores de la empresa Atanor se encontraban con la fábrica cerrada y un volante que les dejaba algo así como un 0800 para que se informaran sobre los detalles de sus despidos.

Prácticas viejas de vaciar en la noche las instalaciones para evitar dar explicaciones que incomodan hasta el más CEO. Así también lo hicieron los dueños de la Textil Neuquén cuyas trabajadoras al regreso de sus vacaciones se encontraron desocupadas y como también posiblemente suceda con los 600 obreros de Volkswagen, aunque éstos ya fueron advertidos por el ajuste que se les está aplicando.

El cambio llegó. Porque de un momento a otro te despojan de tu lugar de trabajo, de las relaciones personales que  habías construido por la función que desempeñabas  y del reconocimiento social que dicho empleo te confería. El silencio de un panfleto o el de una puerta cerrada es el mensajero de tu caída. No hay forma que no te quiebres. Porque además de injusto, que te dejen sin trabajo es humillante. Y la humillación, dice Martha Nussbaum, suele afirmar que esa persona no está a la par de otras en términos de dignidad humana, vale menos.

Un desempleado no es objeto de una marginación transitoria, ocasional. Es víctima de una lógica que indica que el trabajo ya no es la fuente de riqueza. Los ricos no hicieron la plata trabajando, y si en los años 50’ esto sonaba a comunista hoy ya nadie lo discute. Pero aún así se pretende que la vida, social y económicamente, se articule por transacciones fundadas en el trabajo cuando este ya no existe. Las consecuencias de este desfase son crueles. A los sin trabajo se los juzga cuando obtienen un miserable subsidio y se los estigmatiza como “vagos”. Se los culpa por incompetentes, como si la pérdida del empleo fuera su responsabilidad y no las medidas económicas dispuestas por quienes gobiernan. Y por último, como se ha hecho recientemente en la industria petrolera, se los engaña y tranquiliza con promesas falsas que anuncian el retorno próximo de la abundancia cuando suba el precio del barril o cuando lleguen las inversiones. Pero todos sabemos que eso  no va a suceder.

La vergüenza del que no tiene empleo y el miedo a perderlo de quien lo tiene, se ha transformado en la variable del ajuste. Como escribió Viviane Forrester, esa vergüenza y ese miedo deberían cotizar en bolsa porque forman parte de los beneficios de los accionistas de la riqueza.

Es la globalización de la miseria lo que da sustento discursivo a los “suyos” y a los “nuestros” del diputado de Podemos. Son los miles de desocupados españoles de Rajoy el espejo en el que se mira la Argentina de Macri, es el fantasma de una desahuciada Repsol el que sobrevuela nuevamente sobre la bandera de YPF. Pero la historia también enseña que es en la irreverencia de los plebeyos  donde anida el fin del absolutismo. Al fin y al cabo es la potencia de los “nuestros” el único límite que reconocen  los “suyos”.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]