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Si la semana anterior el volumen de la disputa entre el mundo sindical y el oficialismo era alto, en esta última escala a un nivel aún mayor por el alto voltaje de la pelea entre el gobierno y los gremios. Se configura públicamente una de las batallas más interesantes porque ambos contendientes tienen objetivos precisos. Ambas partes buscan su rédito.
Los representantes sindicales, la defensa de los derechos de sus representados. En este caso se trata de los aumentos que ayuden a acercarse a la inflación transcurrida para evitar la mayor pérdida posible de poder adquisitivo. Es una ecuación simple para ellos: poder adquisitivo=calidad de vida.
Aunque los cultores de la respiración de Sri Sri Ravi Shankar puedan cuestionar este simplismo, en materia sindical no hay mucho para aclarar, los gremios se fortalecen en la medida que logran beneficios concretos para sus afiliados y esquivan los dardos envenenados que vía los medios de comunicación —y a veces de manera directa— los gobernantes a cargo les envían, para forzarlos a recular.
En el otro lado, la alianza empresario-mediático-judicial que coronó su pelea con el triunfo de Macri entiende que en esta pulseada se empieza a jugar el futuro de su proyecto. Un año a la ofensiva aseguraría debilidad en su contendiente más importante, mayores posibilidades de triunfo (o eventual empate) en las elecciones de octubre de este año y, de darse, campo despejado para profundizar y horizonte ampliado hasta 2023.
Esta semana se vieron más cartas de este póker. La paritaria docente es la primera escaramuza a la que el gobierno de la Alianza Cambiemos le ha tratado de escapar. Los gremios docentes persiguen al adversario tratando de agarrarlo en su huida mientras saben que tienen que enfrentar las paritarias provinciales que Macri les dejó en su lugar. Nada fácil porque el bloque de gobiernos provinciales aparece cerrando filas, ya sea por gusto o por necesidad.
Varios gobernadores con pasado peronista se enfrentan cada mes a la disyuntiva, para poder pagar salarios deben soportar cada mes las visitas de funcionarios del Poder Ejecutivo que se les cuelan en los actos de gobierno. Les copan la parada y hacen política en sus narices mientras ellos cruzan los brazos por delante de sus faldas y miran para el costado esperando que lleguen a fin de mes los pesos de la coparticipación sin los cuales la provincia terminaría estallada.
Un ex funcionario de un gobierno provincial de estos que mentábamos, explicaba ayer que “al principio queríamos matarlo, al gobernador, a los senadores… después fuimos entendiendo que no tienen otra posibilidad. Si se hacen los cocoritos a fin de mes es mejor que cierren la gobernación y salgan corriendo”. A buen entendedor...
Como hecho anómalo y destacable hay que mencionar al de San Luis que merced a una administración de estilo propio —nada desdeñable, a ojos vista—, se da el lujo de que Macri le haga un acto en territorio propio y el mismísimo gobernador lo ignora y falta a la cita. Alberto Rodríguez Saá ya sorprendió con varias declaraciones durante 2016, luego con su presencia en Navidad junto a Milagro Sala y ahora con este notorio faltazo que le valió un semáforo amarillo en Clarín este sábado. ¡Quién pudiera lograr tan rápidamente que el adversario te identifique y señale! Todo indica que “el Alberto” tiene claro lo que hace y no piensa recular. Los beneficios de una situación financiera provincial se lo permiten, la audacia que ha caracterizado a ese apellido, también.
En otro orden la pulseada de Macri con el gremio bancario por la homologación de la paritaria cerrada anteriormente marca otro punto de importancia ya que el triunfo de Sergio Palazzo en esta representa dar por el aire con el “techo invisible” a las paritarias que todo el gobierno sostenía, hasta el presidente en su conferencia de prensa del jueves.
Los medios de mayor circulación hacen su aporte. Desde hace semanas vienen dando lugar a voceros del gobierno para construir al sindicalismo como un enemigo duro. Clarín y La Nación editaron esta semana “presión gremial” para caracterizar al movimiento obrero como responsable del problema y sembrando el camino al intento de Cambiemos de ubicarse como víctima. Concepto que repitió Macri en la conferencia de prensa del jueves.
Lo que sigue para Cambiemos también puede leerse en sus páginas: el secretario de Empleo del ministerio de Trabajo, Miguel Ángel Manuel Ponte afirmó que la principal preocupación era “la empleabilidad" y para ellos intentarán “poner a las pasantías en primer plano".
El miércoles a la noche lograron aprobar los cambios a la Ley de ART, una victoria pírrica porque provenía de la vuelta atrás de un fallido DNU y porque el problema “técnico matemático” en el cálculo de aumento jubilatorio le hizo temblar los acuerdo parlamentarios con los “opositores responsables” del Frente Renovador, el Bloque Justicialista de Bossio y los peronistas para la Victoria del Movimiento Evita que le habían asegurado el quórum para tratar esa iniciativa. Massa fue el único que logró salir ganador, en el Congreso dio quórun y en la calle fue a manifestarse “por los jubilados” a la puerta de la Anses, viveza criolla, just in time.
En ese marco Macri resolvió reducir daños y ordenó dar marcha atrás con el tema jubilación y el acuerdo del Correo que en una semana había amenazado con llevarse puesto todo lo construido en materia simbólica. Una conferencia de prensa en la que le habló a los propios logró aplacar a las fieras y el viernes amaneció la agenda de los medios con la vuelta atrás del gobierno por el Correo y Jubilaciones. El triunfo de los bancarios en la pulseada con el gobierno, si bien estuvo en todos los medios no logró la visibilidad que hubiese tenido en otro contexto. Bingo.
En síntesis, una semana en la que el sector sindical mostró firmeza y logró torcer el brazo en una pulseada importante pero no logra capitalizar del todo porque juega en una cancha de mucha dispersión de temas. En eso Macri se diferencia totalmente de la manera en que el kirchnerismo construía en el escenario público. Donde aquí hay una buscada dispersión en numerosas iniciativas, allá había concentración. Dos modelos diferentes. Este tiene la ventaja de que aprovecha la dispersión de las fuerzas opositoras, que si no superan las dificultades para ordenar y jerarquizar seguirán corriendo atrás de las zanahorias que les muestra el oficialismo.
Queda en pie la paritaria docente como el otro lugar para seguir mirando. La particularidad es que ahora la disputa no es con el gobierno central, ya que se ha corrido de la escena y en todo caso queda “representado” por la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que el domingo pasado dio a entender que evalúa ir por la reelección, quizá en un intento de mostrarse fuerte para esta batalla. También dijo que “no ponía las manos en el fuego por nadie” cuando fue consultada por el affaire Macri-Correo y nadie le dijo nada. Es claramente la figura de recambio que el oficialismo tiene en mente.
La dificultad que enfrentan los gremios docentes sería evitar quedar atrapados entre el supuestamente “justo reclamo ciudadano” de que comiencen las clases, que todavía no ha aparecido pero es un lugar común en esta época del año (el derecho de los chicos a estudiar) y una posición de demasiada dureza que en la confrontación deje a Vidal como “víctima” de la presión gremial.
El otro aspecto a esquivar, que ya está en marcha, es que se trata de una pelea gremial que enmascara la disputa electoral. Lo dijo Macri el jueves. En este póker la mayoría de las cartas están a la vista. En ese desfiladero deberán moverse, con el agregado de la presión social que representa el hecho de que para muchos es el movimiento obrero el único lugar posible para poner límite a las políticas del gobierno nacional luego de la amplia derrota que el campo popular recibió en noviembre de 2015.
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