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El gran perdedor de la pulseada que terminó con la aprobación de la ley de Emergencia Ocupacional, vetada casi de inmediato por el presidente Mauricio Macri, fue sin duda el Massismo.
Lo ocurrido debe anotarse como un triunfo del Frente para la Victoria y del resto de la oposición consecuente y como un fuerte revés legislativo para el gobierno.
A pesar de lo que sugieren los asesores presidenciales, en el sentido de que al núcleo duro del Pro lo satisface el arresto autoritario del veto, ahora Macri deberá pagar el costo político y enfrentar una nueva movilización gremial y eventualmente su primer paro nacional.
Pero también hubo un costo para el Frente Renovador que lidera Sergio Massa, que se propuso jugar una vez más de bisagra entre el oficialismo de Cambiemos y la oposición del Frente para la Victoria, en medio de la ofensiva generalizada del gobierno para anular las conquistas de la última década.
El objetivo último del massismo es sin duda pasar de su papel de tercera fuerza en las elecciones del año pasado a encabezar la alternativa de una oposición “sensata”, capaz de encolumnar al grueso del peronismo.
Pero el macrismo, que hasta ahora había recurrido a sus servicios para el pago a los fondos Buitre y para la aprobación de sus controvertidos decretos de necesidad y urgencia, el jueves pasado lo dejó colgado del pincel, demostrando que para el proyecto de la burguesía prebendaria trasnacionalizada no hay aliados duraderos, se los usa cuando se los necesita y cuando no hacen falta se los descarta.
No por nada, la noche de la sesión que terminó con la sanción de la norma Massa, indignado por la maniobra del macrismo, increpó duramente al presidente del bloque de Cambiemos, Mario Negri: “Se dieron vuelta como una media”, le reprochó.
Es que la sesión que terminó aprobando la emergencia ocupacional por 141 votos a favor se hizo mediante un acuerdo entre el oficialismo y el FR, luego de que ambos hicieran fracasar la sesión especial del jueves 12 pedida por el FpV, el bloque justicialista y varios monobloques opositores.
El cambio de estrategia de Macri, que pasó de dilatar indefinidamente la aprobación de la norma con la ayuda del massismo a abstenerse para que se apruebe y vetarla de un saque, obturando una discusión que lo estaba desgastando, dejó al massismo desairado en su papel de árbitro de la política nacional.
Tuvo que dejar de lado su propio proyecto y votar por la norma con media sanción del Senado, a riesgo fracturar su propio bloque y ser repudiado por las cinco centrales sindicales que reclaman una ley que frene los despidos.
Los diputados de extracción gremial como Facundo Moyano, Héctor Daer -quien había dado quórum en la sesión especial y está a punto de irse de la bancada renovadora-, Enrique Castro, Jorge Taboada y Horacio Alonso estaban dispuestos a votar el proyecto aprobado en el Senado, mientras la inefable Graciela Camaño proponía votar en contra para no aparecer arrastrada por el kirchnerismo.
A mediados de los años ‘60 del siglo pasado, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, el líder metalúrgico y titular de la CGT Augusto Timoteo Vandor promovió dentro del peronismo una facción participacionista, denominada "vandorismo", dispuesta a pactar con el gobierno de facto y caracterizada por proponer un “peronismo sin Perón”.
El participacionismo duró un tiempo, pero la CGT se fracturó dando lugar a la CGT de los Argentinos y en 1973 Perón recuperó el poder con el apoyo de los sectores gremiales, políticos y juveniles consecuentes.
Como todos en el peronismo, Massa aspira a afirmarse cara a las elecciones legislativas del año próximo y las presidenciales del 2019.
Pero no se entiende en qué puede ayudarlo a conseguir esos objetivos un gobierno como el de Cambiemos, empeñado como está en abatir conquistas sociales y beneficiar a los sectores más ricos, transfiriéndoles ingentes recursos mientras genera desempleo para “bajar el costo laboral”.
Mucho menos si se tiene en cuenta lo que se acaba de ver con toda claridad: que no le tiembla el pulso para dejar en la estacada al más pintado de los aliados cuando llega la ocasión.
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