Columnistas
09/02/2017

Visita de Macri a Viedma

“Todas las comparaciones son odiosas”

“Todas las comparaciones son odiosas” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

A propósito de la visita de Mauricio Macri a Viedma el autor hace un repaso histórico de las visitas presidenciales y brinda algunas reflexiones, que se amparan en el enunciado previo de que todas las comparaciones son odiosas e imperfectas, pero esencialmente necesarias.

Carlos Espinosa *

En su historial completo de casi 62 años como capital del Estado Provincial de Río Negro la ciudad de Viedma ha recibido escasas visitas de presidentes constitucionales de la República.

La primera de ellas ocurrió el  28 de enero de 1961, cuando arribó el entonces primer magistrado nacional , Arturo Frondizi, para asistir aquí a la inauguración formal de la Casa Matriz del Banco de la Provincia de Río Negro; y más tarde, en la incipiente localidad de Sierra Grande, efectuar el lanzamiento de los trabajos de exploración de los yacimientos ferríferos allí existentes, como el puntapié inicial para que más de una década después fuese constituida  la empresa estatal nacional Hipasam.

Que el jefe de Estado encabezara estas ceremonias, acompañado por el primer gobernador electo de Río Negro, Edgardo Castello, no fue un hecho casual; por el contrario respondía a una precisa compaginación de acciones que tenían como objetivo poner a la joven provincia en acción, con adecuadas palancas financieras e industriales; y arrancar con la quimérica empresa que el propio Frondizi bautizó como “la batalla del acero”.

De las pocas crónicas periodísticas que se conservan en los archivos locales pude rescatar estas significativas palabras, expresadas por el presidente Frondizi, allá en Sierra Grande “lograremos la victoria, (porque) el acero significa la tecnificación del agro, la explotación intensiva del petróleo, caminos, ferrocarriles, camiones, aviones, barcos. Industria liviana e intermedia abastecida. Balanza de pagos equilibrada. Vivienda sana y bienestar para todos”.

A pesar de los intensos calores de aquel verano la llegada del presidente Arturo Frondizi se aguardaba con enorme expectativa. Un importante grupo de vecinos se trasladó desde Viedma al campo de aviación de Carmen de Patagones, dado que la capital provincial no contaba todavía con aeropuerto propio. Allí, al norte de la estación ferroviaria, a las 11 de aquel 28 de enero de 1961, aterrizó el avión DC-3 de la Presidencia de la Nación.

En la máquina llegaron Frondizi y Castello, acompañados por el presidente provisional del Senado de la Nación, José María Guido (representante por Río Negro en la cámara alta);  el titular de la cámara de Diputados de la Nación, Federico Fernández de Monjardín y otras autoridades.

La comitiva abordó varios vehículos y se desplazó a la plaza San Martín, en donde el ilustre visitante fue recibido por el presidente del Concejo Municipal, Guillermo Humble, y recibió simbólicamente las llaves de la ciudad.

Varias excelentes fotos de archivo no dejan lugar a dudas sobre la masiva concurrencia sobre la calle San Martín y el interés que despertaron las palabras de Frondizi, gran orador que en cada sitio del país sabía encontrar las expresiones justas.

Terminada esta concentración el gobernador Castello invitó a Frondizi y el resto de la comitiva de representantes nacionales y provinciales a desplazarse a pie por la avenida 25 de mayo hacia la casa matriz del Banco de la Provincia de Río Negro.

Después de las palabras inaugurales y un refrigerio servido en la misma casa bancaria, Frondizi y Castello, más otras autoridades, subieron a los autos de la comitiva y regresaron a la pista aérea de Patagones. Abordaron nuevamente la aeronave DC-3 presidencial y partieron hacia San Antonio Oeste, en cuyo aeródromo los aguardaba el intendente municipal de esa localidad, Celso Bresciano, junto a un grupo de vecinos, todos ellos honrados por la presencia del presidente de la Nación y el gobernador de la provincia.

El último tramo del viaje, de 130 kilómetros de extensión, fue cubierto en varios automóviles (aquellos fuertes y compactos Ford Fairline del ’56 y ’57) dado que el destino final, Sierra Grande, carecía de una pista adecuada.

Habría de transcurrir poco más de un cuarto de siglo para que se produjese la llegada a Viedma de otro presidente constitucional de los argentinos, Raúl Alfonsín, quien lo hizo el 16 de abril de 1986 para lanzar la marcha “hacia el sur, el  mar y el frío” en el marco del proyecto del Traslado de la Capital Federal.

Aquel día, bien temprano, el presidente Alfonsín  viajó a La Plata y le entregó al gobernador bonaerense, Alejandro Armendáriz, el proyecto de ley “del traslado de la Capital Federal al curso inferior del río Negro y la región de las ciudades de Viedma y Carmen de Patagones, y la localidad de Guardia Mitre”.

Después, ya en horas del mediodía, siguió viaje hacia Viedma. Aquí lo aguardaban el gobernador rionegrino, Osvaldo Álvarez Guerrero, y sus pares de todas las provincias patagónicas: Felipe Sapag, del Neuquén; Atilio Viglioni, del Chubut; Arturo Puricelli, de Santa Cruz; y Adolfo Sciurano, de Tierra del Fuego.

Alfonsín y su importante comitiva se trasladaron primero a la Legislatura de Río Negro, en cuyo recinto fue recibido por el titular del cuerpo parlamentario, Adalberto Caldelari y otras autoridades. Allí el presidente de la Nación dirigió a los presentes un breve discurso sobre la oportunidad de la decisión y la necesidad de “afirmar el federalismo en la República, considerándolo elemental, sustancial, para la democracia de nuestro país, para el desarrollo de sus vastas regiones y también (porque) el Pueblo de la Nación Argentina conoce y comprende que con relación a la Patagonia aún el federalismo no alcanza, es   necesario un esfuerzo en común”.

El punto siguiente del recorrido de Alfonsín fue la Casa de Gobierno, en cuyo patio español el jefe de Estado hizo entrega del mismo proyecto al gobernador Álvarez Guerrero.

Allí el presidente Alfonsín sostuvo: “Señor gobernador, tengo el honor de entregar el proyecto de transferencia de la Capital Federal a estos pagos, sus pagos. Tenga la seguridad de que esto dimensiona cabalmente el significado profundo de este acto, que no está limitado exclusivamente a una localización de la Capital Federal, porque significa además la descentralización como manera de poder asegurar la efectiva vigencia de la democracia y uno de los elementos constitutivos como es el de la participación. Significa federalismo, como forma de sentar las bases para que las provincias recuperen el sistema político que quisimos para la Nación; y que la macrocefalia de la Capital Federal se pueda descentralizar y que signifique también, como usted sabe gobernador, impulso para la Patagonia y el compromiso de los argentinos todos de luchar por su desarrollo.”

Después de una breve alocución del gobernador Álvarez Guerrero, calificando a aquella jornada como un “hecho histórico” y “el punto inicial de un nuevo rumbo de esfuerzos, deberes y responsabilidades de solidaridad democrática y de patriotismo”, el presidente Alfonsín y sus acompañantes se trasladaron a los jardines del ministerio de Economía, enfrente del río Negro.

En ese sitio, aclamado por una multitudinaria concurrencia que se dio cita bajo un cálido cielo otoñal, Alfonsín no improvisó su discurso ante la población patagónica expectante de sus palabras. Contra lo que era su costumbre leyó un texto medular y preciso, una especie de conferencia magistral donde ofreció varias explicaciones acerca de la conveniencia del proyecto de relocalización de la Capital y, sobre todo, fundamentó la necesidad de redescubrir un país interior, olvidado por varias generaciones de argentinos.

Fue entonces que dijo aquello de que “es indispensable crecer hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío; porque el sur, el mar y el frío fueron la señales de la franja que abandonamos, los segmentos del perfil inconcluso que subsiste en la Argentina”.

El presidente Alfonsín volvió a Viedma otras dos veces, en el marco de la promoción del proyecto del traslado: entre los días 27 y 28 de septiembre de 1986, para encabezar desde aquí la celebración del Día Mundial del Turismo; y el 17 de julio de 1987, acompañado por el presidente de Brasil, José Sarney, para la firma del “Acta de Viedma”, como embrión del Mercosur. En ambas ocasiones usó el balcón del frente de la Casa de Gobierno, sobre la calle Laprida, para dirigirse al pueblo de la capital rionegrina y toda la región, que se congregó en multitudes entusiastas.

Veintiún años más tarde, el 14 de octubre de 2008, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegó a la capital rionegrina, donde fue recibida por el gobernador radical Miguel Saiz, identificado con los objetivos del gobierno nacional. Cristina visitó un barrio en construcción y el laboratorio estatal provincial de medicamentos, y encabezó un acto en el Centro Municipal de Cultura donde entregó subsidios y, fundamentalmente, dio por oficialmente puesta en marcha la etapa organizativa de la Universidad Nacional de Río Negro, cuya ley de creación había promulgado a fines del 2007. También tuvo palabras elogiosas para la empresa INVAP, con sede en Bariloche, que ya por entonces estaba construyendo satélites de investigación científica de alta complejidad.

Todo el recorrido de la jefa de Estado estuvo acompañado por numerosos grupos de vecinos que se acercaban al vehículo que la trasladaba, sacándose fotos con ella, pidiéndole su autógrafo o simplemente estrechando sus manos con sincero afecto.

Cristina Fernández pernoctó en Viedma, para seguir viaje al día siguiente con destino a Villa Regina donde se ocuparía del tema frutícola, y en la mañana salió a las puertas del hotel de la costanera, para conversar con la gente y asomarse al muelle, donde se quedó sorprendida por la belleza del río Negro.

Estas tres visitas presidenciales, cargadas de emotividad popular, han quedado en la historia viedmense como hitos importantes. La inauguración del Banco de la Provincia de Río Negro (más luego desbaratado por las políticas neoliberales y la pésima administración gubernamental), el lanzamiento del ambicioso proyecto del Nuevo Distrito Federal (frustrado por sus propias contradicciones) y el nacimiento de la Universidad Nacional con sede principal en esta misma capital y dotada de un campus de importantes dimensiones, han sido acontecimientos de relevancia.

Fueron episodios de peso propio y trascendencia en el tiempo, protagonizados por Frondizi, Alfonsín y Cristina Fernández en tiempos diferentes que, sin embargo, han estado caracterizados por el mismo espíritu de entusiasmo cívico fundamentado en la adhesión popular a los lineamientos generales de las políticas del Ejecutivo Nacional.

Frondizi, Alfonsín y Cristina supieron interpretar las expectativas de las mayorías argentinas y formularon ideas en acción con claridad meridiana hacia la realización de sueños de grandeza. La “batalla del acero” imaginada por aquel intelectual desarrollista, la “marcha hacia el sur, el mar y el frío” que proponía el tozudo primer presidente de la recuperada democracia, y la consolidación de un gran proyecto nacional de formación  universitaria inclusiva y de investigación de excelencia, que fue uno de los núcleos del modelo kirchnerista, han sido y siguen siendo ejes convocantes.

El escenario que se presenta en esta nueva visita presidencial a Viedma, la de Macri, es bien distinto. Su gobierno no goza de popularidad y esto queda claro en las excesivas medidas de seguridad montadas para evitar el acercamiento de eventuales manifestantes disconformes; todo lo contrario a lo ocurrido con Frondizi, Alfonsín y Cristina, cuando el contacto y la cercanía con la gente fueron abiertos y espontáneos.  El presente y el futuro del país están bajo los oscuros nubarrones de la incertidumbre, sin que se avizoren horizontes de esperanza, como ocurría en aquellos años 1961, 1986 y 2008.

Hay que decir, además, que el proyecto Patagonia que Macri lanzaría en Viedma parece más un eslogan más, del tipo de “Pobreza cero” o “Un millón de viviendas” a los que ya nos tiene acostumbrados este gobierno nacional, que una formulación concreta y efectiva para el desarrollo regional, estancado en estos tiempos por efecto de la recesión, la presión fiscal, los despidos, la eliminación de subsidios y la competencia de productos frescos importados.

Por otra parte los discursos de Frondizi, Alfonsín y Cristina, aquí en Viedma, han quedado en el recuerdo como expresiones claras de un ideario preciso, formado en sus lecturas. Pero poco se puede esperar, en cambio, de la pobre oratoria de Macri, plagada de lugares comunes y repeticiones de frases hechas.

Como decía al principio… todas las comparaciones son odiosas, imperfectas y parcializadas por la mirada de quien las formula. Como en mi caso, claro está.



(*) Periodista y escritor viedmense - App
29/07/2016

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