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Argentina acaba de cambiar su ministro de Economía y Mauricio Macri arranca el año con el optimismo que le caracteriza. Está convencido de que 2017, que concluye con unas elecciones clave, será mucho mejor que su primer año de mandato. Los analistas coinciden en que Argentina volverá a crecer en 2017 después de varios años de estancamiento y uno de recesión. El gobierno podrá al fin ofrecer buenas noticias a sus ciudadanos en unos meses. Pero la clave de todo en la enloquecida economía del país austral sigue pasando por la inflación. Y ahí, pese a los augurios positivos del Ejecutivo –el anterior ministro, Alfonso Prat-Gay, llegó a decir que la inflación "ya no es un tema"- el fracaso del Gobierno en su primer año ha sido notable.
Argentina acaba de confirmar oficialmente que en 2016, el primer año con Macri al frente del país, la inflación fue del 41% en Buenos Aires, que marca la tendencia de todo el país. Ahora está en discusión si es la peor inflación de los últimos 14 o 25 años, pero no hay duda de que es un dato pésimo, muy por encima del 25% que prometió Macri poco después de llegar al poder. En 2002, después de una devaluación del 300%, la inflación se fue al 41%, la misma que la actual. Para ver otra superior hay que ir a 1991 (84%), antes de que Argentina decidiera que un peso valía un dólar, la llamada convertibilidad, lo que frenó la inflación pero acabó muy mal en 2001.
La cosa podría haber sido aún peor si el aumento no se hubiera frenado ligeramente en diciembre, un mes en el que subieron menos los precios que el resto del año (1,2%). El Gobierno se aferra a este último dato para confiar en que a partir de ahora las cosas se irán relajando, pero lo cierto es que mientras un país como México está inquieto con una inflación del 3,36% y el peso mexicano se devalúa frente al dólar, el Ejecutivo argentino consideraría un gran éxito una inflación del 20% para 2017. Y ni siquiera parece fácil quedarse ahí. Solo Venezuela, con una economía descontrolada, supera los datos argentinos.
Cuando se baja al detalle, las cifras son impactantes si se tiene en cuenta además que ya antes de estas subidas de precios descontroladas Argentina era uno de los países más caros de Latinoamérica. Cada día que pasa lo es un poco más, porque los demás no le siguen el ritmo. Como el peso argentino apenas se ha devaluado en todo el año –el dólar se ha movido en una franja entre 15 y 16 con pequeñas subidas y bajadas especulativas- la competitividad del país se sigue reduciendo en comparación con sus vecinos.
No todos los argentinos sufren con angustia este problema, porque los sueldos de los trabajadores con sindicatos fuertes –camioneros, petroleros, porteros, metalúrgicos, maestros- suben muy por encima del 30%. Pero el 35% de la población que vive en la economía informal y tiene más dificultades para lograr aumentos de su salario sí lo sufre.
Según los datos oficiales, los alimentos en Buenos Aires subieron un 33% en el año. La caída del consumo en supermercados, superior al 5%, ha hecho que en la última parte del año se hayan lanzado a ofertas para tratar de atraer clientes que han limitado algo las enormes subidas de principios de año. El sistema es caótico, nadie sabe cuánto le va a costar la compra, hay ofertas por días, por tipo de tarjeta, por productos. Es casi una lotería y el gobierno ha puesto en marcha una web para comparar precios que no ha tenido mucho éxito. Las bebidas alcohólicas y el tabaco han aumentado el 76%. Pero donde llega el punto más doloroso es en la categoría "vivienda, agua, electricidad y otros combustibles". Ahí se llegó al 71%, con picos en algunos gastos como el gas del 400% al reducir los subsidios que habían puesto en marcha los Kirchner. En salud, educación y otras partidas clave para cualquier argentino la inflación rondó también el 40%. Pero eso ya pasó, el problema mayor es que 2017 arranca con nuevos aumentos. El combustible subió un 8% y se esperan otras tres subidas durante el año.
Los peajes van a subir un 120%. Los teléfonos un 12%. El agua un 300% después de una sentencia judicial. La luz un 36%. La salud privada un 6% y seguirá subiendo. Los impuestos de la vivienda un 30%. Los colegios privados que arrancan en marzo también están marcando subidas del 30%. Los sindicatos se preparan ya para negociaciones salariales duras, como todos los años, y el Gobierno sabe que hasta que no logre controlar la inflación no se podrá hablar de éxito. De momento el objetivo parece lejano aunque es casi seguro que no se llegará al desastre de ese 41% de 2016.
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