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A un año del inicio de la gestión de Cambiemos se pueden hacer algunas consideraciones. La apuesta del gobierno consistió en mejorar la rentabilidad de los sectores primario-productores
vía devaluación y la eliminación total o parcial de las retenciones. Esto, combinado con el pago a los fondos buitres, la propia confianza que generaría un gobierno pro-mercado y “el mejor equipo económico de los últimos 50 años”, redundaría en un importante flujo de inversiones productivas que darían como resultado el despegue de la economía argentina. De esta forma, se argumentaba, se buscaba que la acumulación de capital repose sobre las ganancias empresarias y ya no en los salarios, en una nueva reedición del clásico teorema de Helmut Schmidt según el cual “Las ganancias de hoy son las inversiones de mañana y los empleos de pasado mañana” y que, a la postre, se transformó en la bandera del neoliberalismo.
Pero las medidas adoptadas conjugadas con una política monetaria contractiva, vía colocación de Lebac con rendimientos promedio superiores al 30% anual llevaron a la estanflación (inflación más desempleo). Las correcciones de precios, vía devaluación y quita de retenciones, provocaron una caída de los ingresos reales del grueso de la población contrayendo la demanda interna potenciada por rendimientos financieros muy altos en términos reales.
En este marco, el consumo interno cayó pero también lo hizo la inversión. Motivos? La situación internacional derivada de la crisis mundial de 2008 es de un exceso de producción y de capacidad instalada en las principales economías del mundo.
Según el informe de julio de 2016 de la FAO y OCDE la demanda mundial de alimentos se desacelerará hasta 2025. Es decir que no solo tendremos dificultades enormes en que las exportaciones sustituyan al consumo interno para los bienes industriales, sino que también se nos dificultará la colocación de bienes primarios.
La situación interna, dada la contracción económica, es que la industria local opera al 65% de la capacidad instalada promedio. Por el lado financiero, la rentabilidad anual vía Lebac para este año, estuvo en más del 30% anual. Dado que la devaluación desde enero fue del 15%, los especuladores lograron una rentabilidad medida en dólares promedio del 15% anual.
Ante ese contexto, hasta el empresario menos racional se da cuenta que no hay producción que iguale rendimientos financieros tan elevados. Queda claro por qué la inversión también cayó: las ganancias de hoy se transformaron en especulación financiera pero no en inversión. Se observa aquí una nueva contradicción del equipo económico, quien considera a todos los agentes económicos como perfectamente racionales, a quienes les ofrece un excelente negocio para las inversiones especulativas, pero espera que haya inversiones productivas.
La caída de la actividad económica provocó caída en el empleo y también una caída adicional en la recaudación fiscal, que se sumó a la caída de la recaudación provocada por las medidas antes mencionadas (retenciones), agravando la problemática del financiamiento del déficit público.
El tránsito por este año complejo se ha financiado, llamativamente, a través de ciertos instrumentos que fueron posibles gracias a dos stocks existentes al inicio de la gestión.
Por un lado, el endeudamiento, con un incremento neto de deuda estatal de aproximadamente 35.000 M de u$s, así como del BCRA, con aproximadamente 20.000 M de u$s en Lebac. Esto fue factible por el bajo stock de deuda heredado por la actual gestión.
El otro stock, es la fenomenal masa de riqueza fugada durante los últimos 50 años (de entre 200.000 M u$s y 400.000 M u$s). La convocatoria a un blanqueo de dicho stock, ha comenzado a aportar recaudación fiscal y amortiguar en parte la pérdida antes mencionada.
Sin embargo, los dos instrumentos utilizados por la actual gestión (deuda y blanqueo), no son sostenibles en el mediano plazo.
Eso explica, al menos en parte, por qué Roberto Lavagna, economista enrolado en el Frente Renovador (que ha acompañado en sus principales medidas económicas al gobierno), afirmó que esto termina en una crisis. Lavagna es adivino? Veamos.
El actual equipo económico es de una visión económica similar a la que administró el país entre 1976 y 1983. En ese período, la Argentina pasó de ser un país escasamente endeudado a uno muy endeudado que, ante la crisis mexicana de 1982, entró en crisis también.
Respecto a la segunda experiencia de endeudamiento (1991-2001), es apropiado citar a Marcelo Diamand que en un documento elaborado en 1996 en el marco de una propuesta educativa (increíblemente para el Ministerio de Educación de la Nación de aquel entonces) decía lo siguiente: “De esta manera se desatan 'cadenas de la felicidad' financieras durante las cuales se destruyen industrias, se empeora la tendencia a mediano y largo plazo al estrangulamiento externo, se retrocede en la industrialización perdiéndose eficiencia, y los consumidores se quedan, a la corta o a la larga, sin empleos o con salarios más bajos lo que disminuye su bienestar real. Estas 'cadenas de la felicidad' financieras se cortan porque el repago de los gastos de divisas requiere más préstamos. Como la proverbial bola de nieve los créditos se acumulan sobre créditos en un endeudamiento acumulativo acelerado que-tal como sucede con las famosas cadenas del dólar o algunos “affaires” de ahorro y prestamos- termina por explotar... Por supuesto, los economistas ortodoxos adjudican todo el problema al suceso que desencadenó la crisis, y no al esquema que condujo a ella”.
Esto vaticinaba Marcelo Diamand en aquel momento. Cinco años después, el vaticinio se haría realidad en la peor crisis económica y social que la Argentina sufriera hasta ahora.
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