Columnistas
10/01/2017

Macri, un presidente pobre

Macri, un presidente pobre  | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Le sobran bienes, pero no es hombre de fe, ni estudioso ni culto. Nunca alude a la historia nacional porque no le importa saber cómo llegó adonde llegó. Es incapaz de comunicar algo con autenticidad o con el corazón. Quien apela a la mentira y la difamación, pierde toda autoridad moral para enjuiciar a nadie.

Osvaldo Pellin

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No hablo de bienes, que le sobran, hablo de lo que transmite su opaca personalidad. Su apostura se confunde con el grosor de su billetera, y su poder con la ostentación de niño bien de las empresas de su padre.

Hablo de pobreza espiritual: ni hombre de Fe, ni estudioso, ni culto. Salvo su inocultable y muchas  veces mal habida fortuna, y su pasado en la directiva de Boca Juniors, pudo servir de atractivo carisma para que lo voten, sumado a aquello que el humor inglés ha planteado con ironía: “Las elecciones no las ganan los opositores, las pierden los oficialismos.”

Asistimos a un tiempo de trastocados valores. Un especie de lenta y por momentos engañosa pedagogía del mal: desde las más altas magistraturas, desde las dirigencias más poderosas, se enseña a desnaturalizar las leyes, a violar derechos, a difamar a las personas, a manipular el Poder Judicial, y a difundir costumbres que no atienden a la ética mas elemental.

Mientras tanto los ejecutores de esa pedagogía, ante el público, aparecen como intachables ciudadanos, que dejan librada en manos de los más canallas divulgadores de la prensa, lo que hasta hace poco se llamaba información. Una hipocresía que habla de impunidad y de cómplice silencio.

Nadie de este gobierno estructurado en base a intereses claramente plutocráticos podría, sin rasgarse las vestiduras, decir que la “pesada herencia” no ha sido la creación mediática de un enemigo. Enemigo que justifica todos sus casi delictivos procederes.

La pobreza del discurso de Macri es solo un síntoma de su falta de vuelo. Incapaz de comunicar algo con autenticidad y coherencia, o con el corazón (diría el que fuera presidente de la Cámara de Diputados de la Nación durante los años del alfonsinismo, Juan Carlos Pugliese).

Quien apela a la mentira y la difamación para justificar su triste papel, pierde toda autoridad moral para enjuiciar a nadie. Ejemplo de ello fue su lamentable discurso inaugural en el Congreso de la Nación en marzo pasado: de un tono agresivo pocas veces visto en situaciones como esa, difundiendo en base a datos falsos una realidad amoldada a sus designios. Allí mostró un revanchismo digno de mejor causa, y casi asoma el cobarde gesto revanchista de quien trata de patear en el suelo a un adversario en derrota.

Macri nunca alude a la Historia nacional, salvo para estigmatizar por conveniencia electoral al gobierno que lo precediera. Es alguien que no sabe ni le importa saber en dónde está parado ni por qué llego adonde llegó, aunque sabe muy bien por quiénes intentara mantenerse.

Buscamos entre sus maestros un indicio que nos hable del espesor de su intelecto, y no encontramos más que lejanas referencias locales que aluden a apellidos repudiados largamente por el pueblo argentino: Martínez de Hoz, y antes quizás Krieger Vasena, de quien no hay que olvidarse. Y lejos de acá quizás haya estudiado a Milton Friedman, dicho esto sin ninguna seguridad. Es que, más vale se lo ve como un self made man, hecho en las lujosas oficinas de algún rascacielos Catalinas en la ciudad de Buenos Aires. Allí habrá aprendido discrecionalidad en la valoración de lo que tienen de prescindible los empleados y dependientes, y asimismo, cómo explicitar las exigencias de lealtad incondicional de los amanuenses.

Después, habrá aprendido a mirar los números de los balances, la rentabilidad incremental año a año, los pasillos para los contactos influyentes y las licitaciones públicas del Estado, para que la rentabilidad sea siempre una flecha ascendente.

Es un presidente pobre, porque carece de virtudes públicas y posee demasiados vicios privados.

29/07/2016

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