Columnistas
21/12/2016

¿Tiene fortuna el gobierno del Pro?

¿Tiene fortuna el gobierno del Pro?  | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Lo que viene seguramente será un tipo de gobernabilidad compleja, difícil, posiblemente cargada de inestabilidad. Por si fuera poco, asoma un equipo gobernante que muestra la diferencia entre los políticos y los impolíticos CEOs.

Gabriel Rafart *

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Diciembre del 2016 marca el fin de la gobernabilidad fácil. El Pro en el poder parece haber terminado la luna de miel que le otorgó durante un año completo la oposición parlamentaria, los gobernadores mayoritariamente peronistas y los grandes sindicatos.

Sin duda el macrismo tuvo a su lado la diosa fortuna. Sumo el desempeño de la oposición, con su fragmentación y colaboración. Lo que viene seguramente será un tipo de gobernabilidad compleja, difícil, posiblemente cargada de inestabilidad. Por si fuera poco, asoma un equipo gobernante que muestra la diferencia entre los políticos –comandados por los peronistas y radicales Pro- y los impolíticos CEOs. Mauricio Macri es uno de ellos.  Allí hay dos visiones y dos formulas. Una sigue pensando en votos y la otra en autoridad. Los segundos están envalentonados. En definitiva expresan los poderes fácticos que nunca se llevaron bien con la legitimidad electoral. Allí el mundo de las finanzas y los grandes negocios. Ellos son los ganadores de este tiempo. Su suerte de modelar la Argentina “pospopulista” está más ligada que nunca a la gobernabilidad Pro.  A ellos también está atada la dupla Macri-Michetti que parece compacta, tanto en la cultura política de sus personalidades de derecha, como en el estilo liviano e ignorante frente a los grandes asuntos públicos. Aún más, ambos comparten acciones suyas “judicializadas”, aunque uno lo es por su ilegítimo mundo familiar off shore  y la otra, por la manera de financiar la política del grupo político a su servicio. Aquí la unidad del gobierno, al que se suma la mayor parte de los ministros, en eso de correr las fronteras de la ética pública contaminando sus mundos privados con sus posiciones de funcionarios.

Este tiempo de gobernabilidad fácil explica en gran medida cómo un gobierno carente de atributos y cualidades –morales, discursivos, legislativos, etcétera- se mantiene en pie. Aun más, cuando contó con varios motores que parecían nuevísimos y ya los desgasto. Un balance como este permite confrontarlo con aquel otro que muchos hicieron al finalizar el año 2000. Y como todos sabemos la crisis del 2001 vino de la mano de un proceso de fragmentación horizontal y vertical. Ello se debió al desgaste de la política de cartelización de los partidos políticos expresada en el parlamento, los acuerdos de gobernadores, además de un presidente que en poco tiempo sumo más Decretos de Necesidad y Urgencia que sus predecesores. Entonces hubo una presidencia imperial por la debilidad de apoyos. Eso generó sucesivas fracturas entre la elite dirigente. De allí la dramática potencia de la calle. Las estructuras políticas convirtieron la representación política en mera ficción. El gobierno empezó a dividirse y con ello jugó toda su fortuna.

No hablamos de un gobierno divido donde el Ejecutivo con dos cabezas está en disputa, como parecía anunciarse antes de la renuncia del “Chacho” Alvarez en el año 2000. Ese gobierno empezó a vislumbrarse con el efímero paso de López Murphy en la cartera económica. Luego se dividió aun más en las elecciones del 14 de octubre del 2001. Tan dividido estaba ese gobierno que el partido inventado y dirigido por Domingo Cavallo, llamado a integrarse al gobierno, competía en las elecciones como opositor.

Asoma la gobernabilidad difícil para el futuro del macrismo. Deja atrás su fortuna y comienza a tensionar con grupos parlamentarios y gobernadores. Otros, aún en la senda del medio, complican la suerte de todos. Suman los movimientos sociales que buscan que su pelea se salga del molde representativo clásico y tensione directamente con el Estado. Además, están el mundo empresarial ligado al mercado interno y los sindicatos. Ninguno parece tener tantas palabras amables hacia las políticas macristas.

Hablamos de un gobierno más dividido de lo que el manual del buen gobierno propone. Ese que nos habla de balances y contrapesos. Ya sea quimera o promesa, la realidad de los gobiernos es de disputas horizontales y verticales. La fragmentación complica siempre. La híper fragmentación aún más.

Muchos creen ver que el buen tiempo político del 2016 fue posible por una acción inteligente, aplicando la máxima divide y vencerás. Famosa frase invertida por Michel Foucault para decirnos que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Por supuesto que esta línea tiene que verse con la política democrática que elimina el lenguaje de las armas. Aún así las líneas maestras de la acción del político profesional siguen los códigos de un comandante que si quiere triunfar debe saber administrar el tiempo, consiguiendo aliados o llevando a sus enemigos a la neutralidad o la impotencia política. Esto es posible si cuenta con un centro activo, provisto de capacidades, tanto terrenales como aquellas que no siempre pueden racionalizarse. De allí que muchas veces interviene la “fortuna”, mezcla de suerte y voluntad. No hay que ser un lector de Maquiavelo ni ver todas las temporadas de House of Card para entender la importancia de la fortuna para prever resultados.

A un año de la presidencia Pro asoma un gobierno dividido. O en todo caso hiperdividido. La gran pregunta es si puede mantenerse en pie el macrismo gobernante dándole eficacia y continuidad a su programa de desigualdad y limitación de las libertades. 



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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