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El 17 de febrero de 2024, a seis días de cumplirse el segundo año del inicio de la guerra, el Presidente Putin anunció formalmente la caída de Avdiivka en manos de las fuerzas rusas.
Se trata de una victoria crucial, que ilumina el desplome del ejército ucraniano que muchos analistas venían advirtiendo desde diciembre pasado.
Avdiivka era un centro industrial a solo 10 km de la ciudad de Donetsk, escenario de fuertes combates al comienzo de la guerra civil, en 2014, ocupada desde entonces por las tropas de Kiev.
Los ucranianos la habían convertido en una enorme fortificación y atacaban con artillería y misiles a la capital de la República Popular de Donetsk, proclamada en abril de 2014, e integrada a la Federación Rusa en 2022.
En toda guerra hay varias guerras. En Ucrania se libran solapadas tres
Por un lado la guerra civil entre las facciones neo-nazis ucranianas y las organizaciones ruso-parlantes del este del país, centradas en los separatistas del Donbas, que comenzó tras la rebelión y el golpe de estado de 2014 y lleva ya una década.
El incumplimiento de los acuerdos de Minsk y la creciente presencia militar de la OTAN, equipando y entrenando al Ejército ucraniano, impulsaron la invasión rusa en febrero de 2021.
La tercera y central es la intervención de EE.UU. y sus aliados europeos librando una guerra por delegación contra Rusia, a partir de impedir en abril de 2021 el acuerdo de paz que se negociaba en Estambul.
La caída de Avdiivka es el preludio del derrumbe de Ucrania, la resolución de la guerra civil (con la consolidación de los Oblats del este dentro de Federación Rusa) y un destino incierto para la intervención occidental.
El fracaso de la contraofensiva ucraniana en el verano boreal fue una derrota estratégica de Kiev y la OTAN. Los más de 100 mil millones de dólares en ayuda militar, equipamiento y entrenamiento de nueve brigadas de combate chocaron contra las defensas rusas.
La pérdida de hombres y material de guerra ucranianos alcanzó dimensiones catastróficas, que la maquinaria de propaganda occidental ocultó con cada vez menos credibilidad hasta hoy.
El gobierno de Zelenski ha caído en una crisis política posiblemente terminal. La remoción del general Zaluzhny y todo el Estado Mayor, a principios de febrero, puso en foco la sorda puja entre los militares y el presidente respecto a las responsabilidades en la contraofensiva y la estrategia hacia adelante.
Además Zaluzhny, apoyado por la extrema derecha nacionalista, es un rival político de fuste cuando el 21 de mayo se agote el mandato de Zelenski, quien en virtud de la extensión de la Ley Marcial podría continuar gobernando sin llamar a elecciones, con una dudosa legitimidad.
La derrota en Avdiivka, el inminente inicio de una ofensiva rusa en Zaporizhzhia y el creciente rechazo de la población a la nueva ley de Reclutamiento pueden sellar la suerte del actor/presidente.
Mientras recibía en la Conferencia de Seguridad de Munich la (¿última?) ovación de funcionarios europeos, los rumores de golpe parlamentario o militar resonaban en los despachos en Kiev.
Para EE.UU., Gran Bretaña, la UE y la OTAN sólo queda el fruto envenenado de un árbol ahogado por la sangre de dos años de guerra feroz.
Con elecciones en EE.UU. y en una decena de países miembros de la UE en los próximos nueve meses, más la posible caída del gobierno de Sunak en Gran Bretaña antes de expirar en 2025, Ucrania se convirtió en un galimatías perverso.
El presidente Biden, después de meses de propuestas y amenazas fantasiosas, no ha logrado sacar aún del Congreso el nuevo paquete de 60 mil millones de ayuda financiera. Aunque difícilmente tuerza el rumbo del conflicto, sin él Zelenski no puede ni siquiera pagar los salarios de la administración.
Las opciones son pocas, sostener lo que queda del ejército ucraniano no será tarea fácil e introducir tropas de la OTAN en el terreno, como reclaman algunos halcones en los países bálticos y Bruselas, es inviable en un año electoral, amén de que una guerra convencional abierta con Rusia sería el preludio del Armagedón nuclear.
La Administración Biden, acosada por el genocidio en Gaza, la situación explosiva en el Mar Rojo y Siria y las tensiones en el Mar de China, no puede tolerar el derrumbe de Ucrania antes de noviembre. Pero el tiempo juega en su contra.
En el mejor escenario podría proveer algo de defensa aérea, municiones de artillería y misiles de largo alcance para estabilizar un frente de más de 600 Km, en el caso de que Kiev pudiera reconstruir parte sustantiva de sus diezmadas fuerzas.
Desde Europa las perspectivas no son mejores. Alemania, el segundo aportante financiero a Kiev entró técnicamente en recesión, al igual que Gran Bretaña. La Conferencia de Seguridad de Munich concluyó el 18 de febrero con el reconocimiento del incumplimiento europeo del compromiso de provisión de municiones hecho en 2023 y nuevas promesas vagas de sostener el esfuerzo bélico ucraniano.
Con las fantasías de la victoria ucraniana y la caída del régimen de Putin perdidas ya en el desván, la guerra por delegación se desliza raudamente a un “arréglense como puedan”.
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