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19/11/2023

“Quiero tener un hijo con vos, pero no quiero estar embarazada ni tener un bebé. Adoptemos un nene grande”

“Quiero tener un hijo con vos, pero no quiero estar embarazada ni tener un bebé.  Adoptemos un nene grande” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
@LeoBNok / Twitter

Ella eligió maternar sin gestar y él estuvo de acuerdo: adoptaron un niño grande. Esta es la historia de una de las parejas que fundaron el grupo “Adopten niñes grandes”. En Argentina 2200 niños, niñas y adolescentes esperan una familia.

Edith Galarza *

Esa mañana llegué a la casa de Leandro y Yael en busca de información sobre adopción de niñes grandes. Creía que conocía bastante el tema, pero me encontré con algo inesperado: ellos no tienen dificultades para gestar y sin embargo decidieron adoptar.

Ahora los temas que me convocaban eran dos: Una mujer que se aparta del mandato tradicional de gestar y una pareja que elije adoptar un niño grande.

Yael y Leandro se conocieron y se enamoraron cuando trabajaban en un supermercado de Boedo, en 2007. Un tiempo después decidieron casarse e irse a vivir al sur. Se establecieron en Allen, un pueblo de 20 mil habitantes en la provincia de Río Negro.

“Querido, quiero tener un hijo con vos, pero no quiero estar embarazada ni tener un bebé. Adoptemos. Adoptemos un nene grande”. El planteo de Yael sacudió a la pareja.

“Entré en pánico. Me enojé” me dice él mientras apura el mate y se ríe: “Yo nunca había pensado en adoptar. Creía que adoptar era solamente para las parejas que no podían embarazarse”. Se ríe fuerte, me ofrece un mate, se echa hacia atrás en la silla, mira las cosas que hay sobre la mesada: frascos con etiquetas caseras, dibujos pegados en los azulejos. Hace un silencio largo y sigue:

“Pasado el primer impacto, me di cuenta que si ella no quería gestar, no tenía porqué hacerlo y que yo debía respetar su decisión. Además lo que me propuso me gustó: hacer una familia, pero de otra manera, pensarla bien, entre los dos: ella Yael y yo Lean, a nuestro estilo.”

En ese instante sus miradas se encuentran y confirman de algún modo esas palabras. Es una mañana fría pero la cocina está templada por el sol que entra por las ventanas.

Ella se recoge el pelo con gracia mientras me dice: “Yo vengo de una familia tradicional. A mi hermana y a mí nos educaron para casarnos, tener hijos, lo normal. Sin embargo, en un momento empecé a analizar el tema con profundidad y después de un tiempo llegué a la conclusión de que yo no quería embarazarme ni criar un bebé, aunque sí quería ser madre.”

Tengo el impulso de indagar más en sus razones, como si ella tuviera que justificar su elección de no concebir. Me doy cuenta de mi error y alcanzo a contener mi pregunta justo a tiempo.

Yael parece no advertirlo y sigue hablando serena: “Después de varios meses de charlas sinceras y profundas, Lean fue respetuoso de mi elección de no gestar y decidimos adoptar un niño grande.”

En el otoño de 2017 Yael y Leandro se inscribieron en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGFA). Me cuentan que los trámites fueron sencillos y que todos los recibieron muy bien.

En el RUAGFA les llamaba la atención que fueran una pareja joven que no tuvieran una imposibilidad biológica para gestar y que no buscaran un bebé como en la mayoría de los casos -88% precisa una profesional- sino que buscaban un niño o una niña de entre 4 y 9 años, e incluso dos hermanitos.

Luego de un par de meses, Yael y Leandro recibieron un llamado para una posible vinculación con una niña que buscaba una familia adoptante, pero al final no quedaron seleccionados. “Eso fue muy duro porque nos habíamos ilusionado un montón” dice Yael.

Hasta que un día a principios de 2019 llamaron del juzgado “Hay un niño de 10 años ¿quieren conocerlo?”

La jueza les advirtió sobre la triste historia del niño y los padecimientos que vivió. Decidieron pensarlo, lo hablaron entre ellos todo el fin de semana y el lunes temprano volvieron para decirle a la jueza que sí aceptaban.

Se conocieron, se visitaron, pasearon y unos meses después Claudio se mudó con ellos “Nunca me voy a olvidar, la primera vez que lo llevé de la mano, era chiquitito pero me agarró con fuerza. Ese día nacimos como papá e hijo.”

 @LeoBNok / Twitter


“Al principio la convivencia no fue nada fácil”, dice Leandro y Yael me explica: “Era un niño que estaba enojado, muy enojado. No sabíamos que hacer, lloraba, insultaba. Pasaron los días y fue tranquilizándose, empezó a confiar en nosotros y nos contó las cosas horribles que vivió en el Hogar. Ahí tomamos dimensión de su sufrimiento”.

Hoy Claudio tiene 14 años. Cuando llegué a la casa, estaba jugando a la pelota en la calle. Por primera vez yo veía de cerca una camiseta oficial del Inter. Él me sonrió señalándose la espalda, donde dice “Messi”. Ahora da vueltas alrededor mientras nosotros tomamos mate y charlamos, cada tanto se acerca a buscar una factura. En un momento Yael y Lean salen porque los llama un vecino y Claudio queda a cargo de la visita. Entonces me dice: “yo tenía pesadillas, soñaba que otra vez me devolvían al Hogar”. Me cuenta que eso pasó dos veces, cuando tenía 6 o 7 años, familias que lo llevaron y que después de un tiempo lo devolvieron.

En el Hogar me explican que eso sucede con frecuencia, que a veces cuando evalúan a la familia les despierta dudas, pero como los chicos grandes no tienen demasiadas opciones, prefieren hacer el intento.

El regreso de un chico al Hogar es lo más triste, me dice una de las cocineras, mientras corta verduras y las va echando en una olla enorme: “Igual de triste es cuando el chico ve que otros pibes se van yendo y él se queda. Algunas veces me voy a casa hecha mierda. Eso no le pasa a todos los que trabajan acá, pero a mí sí.”

Descuelga una cuchara de madera de la pared y me invita a mirar: “Cuando ingresa un nene o una nena, yo pregunto cuándo cumple años y me lo anoto acá en esta pizarrita. Entonces cuando llega el día, le hago su torta de cumpleaños con su nombre escrito con rocklets, como debe tener todo niño. Es lo que yo puedo hacer.

Las fiestas por ejemplo, navidad y año nuevo, acá se hace festejo, pero te imaginás que nunca va a ser como estar en una familia. A mí me apena mucho porque esos días yo dejo la cena lista y me voy a mi casa, con mi hija y mis nietos, pero los chicos se quedan acá solitos con la guardia. No es que estén mal, eh. Acá están bien, pero que querés, nunca va a ser como estar en una familia.”

Se limpia las manos en el delantal, hace un silencio y sigue: “Algunos chicos viven en este lugar ¡años! ¿Te das cuenta? Yo no terminé la primaria, por ahí no entiendo los trámites del juzgado, del ministerio, pero no puedo creer que no se pueda hacer otra cosa . . .”

Yael y Lean fundaron junto a otrxs mapadres el grupo: “Adopten Niñes Grandes”. Me cuentan que en Argentina hay 2200 niñes que esperan una familia.

El 6 de octubre de 2021 el Juzgado de Familia de Villa Regina dictó la sentencia de adopción plena de Claudio. Es oficialmente el hijo de Yael y Leandro y lleva el apellido de los dos.

Desde entonces, ellos han cuidado niños temporalmente, a veces grupos de hermanitos que han sido separados de sus familias por orden judicial y luego son reintegrados o dados en adopción.

¿Y cómo es eso? pregunto con cara de susto. Él se ríe: “La vida se te vuelve un kilombo”.

Link adopción jusrionegro.gov.ar

adopteniñesgrandes.ar


Facebook: adoptenniñesgrandes IG: adopcionng



(*) Crónica escrita en el marco del Diplomado en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en la asignatura No Ficción, género Nuevo Periodismo. Edith Galarza es abogada y poeta.
29/07/2016

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