Columnistas
19/11/2023

Decime si exagero

Roger Waters y el sutil arte de desnudar al rey

Roger Waters y el sutil arte de desnudar al rey | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Mientras se levantan denuncias en su contra por antisemitismo y se lo acusa de ser cultor de la estética nazi, lleva ya cincuenta años cantando canciones que han servido para que cuatro generaciones de seres humanos en todo el mundo reflexionen sobre los totalitarismos y la falta de humanidad de quienes detentan el poder global.

Fernando Barraza

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 “No hay lágrimas para llorar

Todo fue succionado hasta secarse

Hasta el último aliento

Bartender... ¿qué me pasa?

¿Por qué estoy tan abatido?”

AMUSED TO DEATH (1992)

 

Roger Waters está en su estudio/oficina y sorbe un vaso de agua mirando la laptop como quien mira la lejanía de un destino que no es del todo propio. Está pensando rápido en todo lo que le acaban de contar. Mark, su amigo de la adolescencia y manager de gira le pasó por teléfono un informe completo sobre las cosas que están pasando en torno al trayecto de lo que será su inminente gira sudamericana: ni en Argentina ni en Uruguay los hoteles más conocidos quieren alojarlo porque lo acusan de antisemita; mientras esto sucede -con repercusión mediática inmediata en las empresas de comunicación concentradas que desparraman la noticia en tan solo minutos- hay dos ciudadanos argentinos que fueron hasta la justicia federal a denunciarlo por antisemita y a pedir que sus conciertos locales se cancelen.

¿Qué hace entonces este hombre? Tipo grande ya, a punto de jubilarse, personaje de la vida pública global con una trayectoria como cantautor que le ha dado visibilidad, solvencia y credibilidad a través de 50 años de recorrido en estudios y sobre los escenarios... ¿se retira? ¿le saca el cuerpo? Tal vez la mayoría de las personas -en su lugar- haríamos eso: reflexionaríamos sobre todo lo que ya hemos hecho y nos retiraríamos de este campo de batalla que se nos impone a la fuerza y, un poco hastiados de lo injusto de las acusaciones, nos dedicaríamos a disfrutar del propio peso de lo que ya hemos dejado: muchas canciones que describen con belleza y perfección la condición humana y que las personas cantarán en todo el planeta por los siglos de los siglos. Obras conceptuales que explicaron, explican y explicarán por siempre a nuestras sociedades, con sus ambiciones oscuras y con sus posibilidades de ser libres y mejores. Todo allí: puesto de manera ordenada, sensible y bella.

Pero Roger es Roger, no es vos, no es yo. Por eso enciende la laptop, atiende al periodismo sudamericano y se expresa. Da a conocer de manera taxativa su punto de vista sobre toda esta estupidez violenta que está recibiendo y, como si fuera poco, deja en claro que no bajará los brazos: “Estoy furioso -dice- me han cerrado las ciudades, no tengo donde parar (…) el lobby israelí, o como sea que se llamen a sí mismos me han cancelado. No soy antisemita, por favor: yo creo en los DDHH, yo siento muy bien lo que siento en el corazón, y no he tenido un solo pensamiento antisemita en toda mi vida. Lo que condeno es lo que hace el gobierno israelí, y lo seguiré condenando porque está mal, y estuvo mal desde el comienzo: ¡detengan ese genocidio ahora!” dice, y levanta el puño desde el zoom. En la conversación entra la respuesta directa a la acusación personal que se le hace, en este sentido también será taxativo: “Lo más fácil es señalarme frente al mundo entero como antisemita, y esto lo hacen porque no tienen un compás moral, no pueden esgrimir un solo argumento sólido desde el lado israelí de la cuestión. Ninguno de ellos dice nada sobre lo que están haciendo: cometer asesinato, cometer genocidio, oprimir a otro pueblo”.

Cuando se le pregunta por qué le sigue poniendo el cuerpo a esta causa, que personalmente tanto le desfavorece y le complica: “¿Piensan que van a mandarme a dormir al establo? ¡Es tan estúpido!”. Roger muestra los dientes. Y la máquina mediática de generación de sentido se pone en marcha para hacerlo retroceder. Por ahora no han podido, pero el esfuerzo lo seguirán haciendo.

Desde que comenzó este intento mediático de cancelación a Roger Waters, en la vida real 900 niños más han sido asesinados en Gaza, siete de ellos murieron el miércoles por la noche, en neonatología del Hospital Central Al-Shifa, por falta de energía eléctrica y carencia total para recursos farmacológicos y de higiene en el sector de los y las recién llegados al mundo.

El equipo médico del Al-Shifa denunció que desde el martes de esta semana que termina, están siendo violentados por el ejército de Israel: Dicen que los soldados están entrando y saliendo del lugar en redadas con la consigna de buscar terroristas de Hamas que -dicen- se encontrarían escondidos en túneles que supuestamente estarían allí: debajo del hospital.

Khader Al Za'anoun, un periodista dentro del hospital, le dijo el jueves a CNN (no a medios pro terroristas, eh) que hubo y hay tanques y vehículos militares israelíes en el patio del hospital y que los soldados israelíes estaban "en los edificios y departamentos linderos" y que están "llevando a cabo operaciones de búsqueda e interrogatorio a personas jóvenes en medio de intensos y violentos disparos disuasorios dentro del hospital", y que -como si fuera un capítulo de Walking Dead- se están usando megáfonos y altavoces para pedir a los jóvenes en el hospital que "levanten las manos, salgan y se entreguen".

El gobierno de Israel se ha pronunciado y afirma mediante comunicado oficial que esta operación que choca de frente con La Haya y las Naciones Unidas la están llevando adelante porque "Hamas está utilizando el complejo hospitalario con fines militares". Nada más necesitan argumentar para seguir haciéndolo.

Dato puro y duro: la mayoría de los palestinos muertos de los últimos días se registran en la zona lindera al hospital.

La cifra expresada este jueves por la mañana por ONU dice que son ya 11.700 las personas que mató el ejército israelí, es decir: tres mil más que cuando comenzó el “affaire Waters”. Ya hemos dicho que 900 de ellos son niños y niñas. No está de más recordarlo. Una y mil veces.

La ONU levantó su oficina central en Gaza el viernes 10 de este mes por falta de condiciones vitales esenciales en el barrio en el que estaba emplazada y este jueves próximo pasado ONU ha suspendido por completo el abastecimiento de ayuda humanitaria para todo Gaza porque la totalidad de los accesos han sido bloqueados por el gobierno israelí. Nada entra. Nada sale. El mensaje final de ONU fue contundente: “esto es un desastre humanitario, las personas comenzarán a morir de hambre”.

Mientras todo esto sucede en la vida real, las acusaciones mediáticas sobre el supuesto antisemitismo en el discurso artístico de Waters crece: algunos medios hasta se animan a sugerir que lo suyo es pro nazi. ¿Cual,es son los argumentos que se esgrimen para aseverar algo así de grave?:

Dicen que cuando Roger sale a escena parodiando la puesta en escena y la estética nazi en canciones de "The Wall" como "In the flesh", el cantautor está haciendo apología del nazismo. Nadie menciona que esa crítica artística la viene haciendo en los últimos 40 años, desde la primera gira de “The Wall”, allá por 1977. Es más: su actitud histriónica en escena y esta puesta sarcástica ha generando conciencia anti-nazi en tres generaciones de seres humanos de todo el planeta ¿Nadie honrará esa verdad sucedida?

Todo esto es una locura total. Decir que Waters al hacer esto es nazi, es como decir que Capusotto y Saborido son nazis porque crearon y pusieron en escena a Micky Vainilla. Así de estúpido, loco y malintencionado es todo esto. Bueno, en realidad no es una mera locura: más bien es una orquestación comunicacional hipócrita hecha y derecha. Sobre todo eso: derecha.

No se necesita ser conspiranoico para detectar la capacidad de tergiversación y cambio de significante de las cosas, las personas y los actos de la sociedad que ha llegado para instalarse en nuestras vidas no es ninguna novedad. La manipulación de una verdad (que siempre es social) es algo que las naciones vienen padeciendo desde hace siglos.

Si bien grandes mentiras de estado o las más pequeñas -pero igual de perjudiciales- mentiras difamatorias hacia adentro de las comunidades existen y son descriptas ya desde los poemas homéricos o el Popol Vuh en la antigüedad, lo de ahora es notable. Maquiavelo catalogó el método, los formalistas de principios del siglo pasado han estudiado muy bien los planes de difamación. Es más, hoy hasta tiene un nombre simpático que nadie desconoce en ninguna parte del mundo: fake new.

Pero quizás la gran novedad que estos tiempos vienen a aportar en este sentido -apuntalado todo el proceso con la llegada de los teléfonos inteligentes como dispositivos de compañía intelectual y cultural permanente, omnipresentes- es la tergiversación de la historia EN TIEMPO REAL. Es decir: no estamos hablando ya, por ejemplo, de una “historia mitrista” -por traer un conocido ejemplo local- en la que lo que se manipula son acontecimientos socio políticos culturales medianamente alejados del presente para que puedan reescribirse y darles forma para la construcción de un relato conveniente a un grupo de poder económico y político. No. Ahora ese moldeado se da en tiempo real, difamando, poniendo en duda y cambiándole el signo a lo que está ocurriendo ahora, o a lo que pasó hace pocos, muy pocos años, cuando la mayoría de las personas que están consumiendo esa tergiversación estaban allí: siendo testigos directos de los acontecimientos. En un plano local, citar el increíble ejemplo de los millones de personas que hoy por hoy aseguran sin un atisbo de duda que fue la gestión actual del gobierno de Alberto Fernández quien tomó el usurero préstamo trillonario con el FMI que en realidad tomó la gestión Macri.

¿Cómo sucede algo así? ¿De qué manera se puede malear la verdad en tiempo real? Pues muy simple: a fuerza de teléfonos celulares encendidos día y noche en cada casa del planeta, por cada individuo que tenga más de seis años de edad. La conectividad y el algoritmo hacen el resto, alimentados -por supuesto- por equipos comunicacionales corporativos preparados para darles de comer a esos teléfonos la peor basura inmoral: la mentira socio política.

En ese circuito de falta de verdad inescrupulosa, la hipocresía se fortalece a a cada paso y es cada día más y más gigante. Sobre todo porque la relación de fuerza de convencimiento y tráfico de datos lo aportan ellas mismas: las corporaciones con sus botas puestas sobre todo lo que puedan pisar... hasta las mismísimas incubadoras del hospital Al-Shifa.

Pero el discurso que se echa a andar es que la culpa de la violencia del mundo es de gente como Roger Waters, que supuestamente avientan el odio desde un escenario. ¿Hace falta demostrar algo para asegurar una cosa así? Nada, simplemente acusarlo de ser un elemento del mal. Y listo. El resto es desoír. Desoír sus argumentos, que los tiene y los expresa con tiempo y razones a quienes quieran escucharle. Desoír su historia: la de u cantautor que desde hace cincuenta años viene denunciando el totalitarismo de los nazis, el de los conservadores del New World Order y al sionismo que no duda en militarizar un hospital, que no le tiembla el pulso para devastar una ciudad entera con todos sus habitantes dentro. Y el resto lo hace el algoritmo, ese mismo que desparramará la noticia de que Waters es nazi, para que millones de personas en el mundo vean la noticia entrando a sus celulares dos, cinco, quince veces por día hasta que digan: ¡lo es! La fórmula ya la conocemos: miente, miente, que algo quedará...

Desde que empezaste a leer este artículo, hasta que llegaste aquí, al menos cuatro personas más han muerto en Gaza, una de ellas era un niño o una niña.

29/07/2016

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