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08/10/2023

Decime si exagero

Pinochet, el maldito vampiro lelo

Pinochet, el maldito vampiro lelo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

A pocos días del 50 aniversario del último golpe de estado en Chile, Netflix estrenó “El Conde”, película en la que Pablo Larraín cuenta la historia de un Augusto Pinochet que no murió, y es un vampiro melancólico y timorato.

Fernando Barraza

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El primer acometido de esta nota será convencerlos de que no dejen de mirar esta película cuando se topen con la primera escena que les impresione un poco, que probablemente será la que llega al minuto y medio de comenzada. Es cierto, sí, el film tiene muchas trazas del género: hay corazones desmenuzados en una licuadora, vuela sangre y carne, sí, sí, pero eso -que en el contexto del todo es tan poco- no les puede impedir quedarse allí hasta el final, porque van a ver una de las mejores películas filmadas en este siglo.

No exageren con la impresión. Si lo piensan bien, han visto cosas más repugnantes y chocantes este año: desmechados gritando con una motosierra en la mano, señoras de la clase media alta candidateándose y balbuceando violentas mentiras corporativas sin ton ni son... ¿qué mal les puede hacer ver un poco de “gore” en una película si la experiencia les va dejar tanto para sentir y pensar?

“El Conde” es la película de Pablo Larraín que se estrenó en todo Latinoamérica unos días después del 50 aniversario del golpe de estado que Agusto Pinochet ejecutó bajo pedido exclusivo de los EE.UU. Lindo despelote armó Pablo con la peli: el poder residual del pinochetismo puso el grito en el cielo y generó todo tipo de críticas difamatorias en torno a su obra. Bueno, llamarle “el poder residual” a un poder sólidamente establecido es un poco ingenuo, reconozcámoslo. El pinochetismo, con la mayoría de sus postulados morales y la totalidad de sus premisas económicas intactas, hoy es uno de los poderes más sólidos de los establecidos en el panorama socio político de Chile. Contra ese poder embiste con fuerza arrolladora Pablo Larraín en este film ¿Su arma letal?: caracterizar a Pinochet como un vampiro melancólico, algo lelo, pero sumamente enfocado en su propósito de ser, pero con el poder en la mano, en el cuerpo, en la mente y en el alma. Sin el poder, nada: la muerte.

¿Y quién es este muchacho que se anima en la propia patria a resucitar a Pinochet con la forma de un vampiro más burlable que temible?: Pablo Larraín Matte, tal su nombre.

Pablo y su hermano, Juan de Dios, fundaron la productora de contenidos audiovisuales “Fábula”, en la que él funge como director y guionista y su hermano como productor. Fábula ha producido películas que se inscriben entre las más salientes del nuevo cine chileno, el de este siglo. La más conocida de ella es “No” (2013) el film sobre el plebiscito para el retorno de la democracia, protagonizado por Gael García Bernal, que les dio la posibilidad de estar nominados al Oscar de ese año. Es su película más vista, sí, pero la factoría Fábula no es solo ese título, también detentan decenas de nominaciones y galardones a Globos de Oro, premios Fénix, premios Ariel. De todo, y mucho. La mayoría de los films que producen tienen un tinte ideológico estrechamente ligado a la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia en torno a los embates neoliberales que ha sufrido Chile en los siglos XX y XXI y -puntualmente- refieren sin tapujos los episodios de totalitarismo que la dictadura de Pinochet infringió sobre el pueblo chileno, a fuerza de imposición violenta.

Pero... ¿cuál es la cuna de estos hermanos para que trabajen esa materia prima en sus audiovisuales: es el socialismo acaso? No, no. Más bien todo lo contrario. El padre de ambos es Hernán Larraín Fernández, político conservador, formado como abogado en plena dictadura en foros norteamericanos como el Latin American Scholarship Program of American Universities (Lapsau) de Miami, pileta de natación de la formación ideológica neoliberal con mandato pro-USA si la hubo, la hay y la habrá. Para más datos, Hernán fue ministro en el último gobierno de Piñera. Si seguimos el árbol genealógico de la familia hacia atrás, veremos que el abuelo de Pablo y Juan de Dios también fue un jurista que brilló en los años de Pinochet, brindando su apoyo y sabiduría personal a la causa. Y se puede tirar de la piola, hasta el bisabuelo, Vicente Jorge Larraín Rojas y descubrir que el maridaje del establecido poder económico liberal de Chile y la familia Larraín era un clásico ¿Vale a pena? No tanto. Solo una cosa quede en claro: Pablo y Juan de Dios se situaron exactamente en la vereda de enfrente de todo eso.

Por eso es tan importante que de su factoría, desde la empresa de dos hijos rebelados contra el mandato neoliberal de su propia familia, nazca esta película: divertida, impactante, profunda y la mar de antipinochetista.

“El Conde” es un film que cuenta esta historia: Pinochet no murió, porque es un vampiro que tiene 250 años y -como todo vampiro- es inmortal. El tema es que, aparentemente, ha tomado una decisión, que es la de dejarse morir de inanición, o buscar que lo maten. No quiere vivir más.

¿Le atormentan acaso todos los crímenes de lesa humanidad cometidos? No: le atormenta que una parte importante de la sociedad chilena lo juzgue y le acuse de haber sido un ratero enriquecido a fuerza de quedarse con bienes del estado. Esto es todo, no hay mayor motivación. Sobre este eje de hastío por la mala apariencia gira la película entera. Parece poco, pero es un montón ¿verdad?

Para plasmar la película que cuente esta historia, Larraín y Guillermo Calderón, su co-guionista, construyeron un universo de personajes secundarios en torno al Conde Pinochet que es una verdadera catedral dramática. Los dos saben trabajar muy bien juntos, ya lo vienen haciendo desde hace casi dos décadas. Y la construcción de esta catedral gótico/cómica (con este Pinocho vampiro, bizarro casi todo el tiempo, pero aun feroz de a ratos) se le da de lujo al dúo escritor.

Si nos ponemos a revisar la currícula de Calderón veremos que, por ejemplo, dirigió su propia versión de “La caída de la casa Usher” de Poe y también dirigió esa obra social que es “Los que van quedando en el camino” de Isidora Aguirre. Osea: para asociar terror y dramaturgia social, venía sobrado. Larraín le “hace la segunda” a la perfección dirigiendo con pulso firme y personal, como no.

Así, contando también con un equipo de trabajo impecable, han logrado una película sumamente expresiva y original: con la fotografía de Edward Lachman, que es tremenda; con el montaje de Sofía Subercaseaux, inspiradísimo; con la dirección de arte de la lamgen Tatiana Maulen, que es gótica y bella; con un casting fulminante, en el que cada personaje secundario descolla.

Y detengámonos un rato en este punto, que es el que argumentalmente termina de construir esta película enorme: las y los personajes secundarios. Con un Pinochet vampiro alcanza para concitar tu atención de manera impactante, es cierto, pero no es suficiente para elaborar una película sólida, que se sostenga con fortaleza. Por eso la construcción de todos los personajes secundarios que aparecen en torno al conde son necesarios como el agua en un páramo. Y brillan, eh.

En escena, durante el transcurso del film, entra el entorno todo del conde, su familia, su círculo íntimo. Su “multiverso” (ja!). A saber:

  1. Sus hijos, la mar de sanguijuelas, el paradigma de las personas beneficiadas por “pertenecer” a un linaje, aquellos que disfrazan su sino parasitario con la figura retórica meritocracia. No son otra cosa que “hijos de”... alguien con poder. Este team en la película es timorato al cien por cien, y sus personajes están construidos dramáticamente desde la traza del grotesco. Te hacen reir mucho, pero a los segundos de largar la carcajada te preguntas: “¿de qué me estoy riendo?”
  2. Su compañera, Lucía Hiriart. ¿Cómo sería la esposa verdadera de Pinochet si fuera la esposa de un vampiro? Uno de los más sólidos personajes del film se construye bajo esta premisa delirante. Descomunal el trabajo de actuación de Gloria Münchmeyer. El personaje crece a medida que la película se acerca al final. El sinsentido de pertenecer al círculo del poder, pero arrastrarse todo el tiempo como ser humano es su fuerte. Hasta que rompa ese mandato, o no. Contártelo sería espoiler...
  3. Su mayordomo, que ha sido también su mano derecha en los años de la dictadura. En el personaje del ex mercenario Forydor Krassnoff, ahora valet sumiso, se resume el carácter de las personas (o las fuerzas) que el poder autoritario contrata y consigna para realizar los trabajos más despiadados y sucios en una dictadura. Un personaje con trazas de humor, sí, pero siempre espeluzante.
  4. Carmen, la joven monja que se infiltra disfrazada de contadora que blanqueará las cuentas turbias de Pinochet, pero que en realidad está allí para matar (cual Van Helsing) al conde. Un personaje complejísimo: un ángel etéreo, y también una mujer sexy que altera las percepciones de toda la familia y de los espectadores en general. ¿Qué quiere, qué busca, que está haciendo? Te lleva todo el film averiguarlo, y es uno de los resortes argumentales más sólidos de esta fábula alucinada.

Todos ellos habitan un paisaje insular de desolación total. Pinocho vive en medio de la nada. Todos apretando los dientes para que el viejo se cague muriendo, pero deje algo. Y en medio de todo ese despelote existencial, el conde: ¿estúpido asesino o astuta larva inmortal?

No se, mirá la película y contame.

Falta en esta lista el personaje de la madre del conde, central, sí, pero no te puedo contar nada al respecto, porque te arruinaría el giro. Solo decirte que cuando aparece se configura frente a tus ojos la fábula final del film, la película que es cómica, sigue siendo cómica, pletórica de humor negro, pero hay algo sumamente serio, grave y profundo que se dispara en ese final, que llega para decirte de qué madera está hecha esta gente, de dónde viene el terror que han desparramado, cuales son sus motivaciones humanas, ideológicas; cual es el motivo por el que son y existen. En ese preciso instante termina la película y tu expresión es una y solo una: “conchisumá -decís perplejo- que peliculón que acabo de ver!” Y -como con todos los films de peso- te llevas puesta la película en la conciencia durante días, y días, y días...

 

 

29/07/2016

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