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08/10/2023

Reescribiendo la Historia: la rusofobia occidental y el reverdecer del nazismo

Reescribiendo la Historia: la rusofobia occidental y el reverdecer del nazismo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La estrategia de comunicación y propaganda de EE.UU. y la Unión Europea con su satanización de Rusia y su mirar para otro lado, habilita una peligrosa falsificación de la historia de la II Guerra Mundial en Europa.

Gustavo Crisafulli *

Hay momentos en la vida de las sociedades en que, inesperadamente, un acontecimiento, muchas veces banal o previsible, se convierte de golpe en una explosión que ilumina sus tensiones profundas, enlazando el pasado y el presente.

Y ya no hay palabras ni gestos que las oculten.

Uno de esos momentos ocurrió el viernes 22 de septiembre de 2023 en la Cámara de los Comunes del Parlamento canadiense. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenski hablaba allí, al final de su gira por América del Norte.

Al terminar el discurso, Anthony Rota, presidente de los Comunes, anunció “tenemos en la Cámara a un canadiense ucraniano, veterano de la Segunda Guerra Mundial, que luchó por la independencia de Ucrania contra los rusos y sigue apoyando a las tropas incluso a sus 98 años de edad”.

El recinto lo ovacionó, mientras el anciano y el propio Zelensky levantaban un puño y luego hacían, tímida pero inequívocamente, el saludo nazi.

Es que el homenajeado, Yaroslav Hunka, es un veterano de la 14° División Waffen SS “Galitzia”. La División, que llevaba el nombre de la actual región occidental de Ucrania cuando ésta era parte del Imperio Austro-húngaro, fue montada por Himmler en 1943, íntegramente compuesta por unos 25.000 voluntarios nacionalistas ucranianos.

Ellos participaron en numerosos ataques a aldeas judías y en asesinatos masivos de civiles polacos, ucranianos y eslovenos en 1944, en las operaciones anti partisanas, en Ucrania, Eslovaquia, Eslovenia y Austria.

Con el nombre cambiado a Ejército Nacional Ucraniano, la División se rindió a los británicos en mayo de 1945 en la ciudad austríaca de Graz.

El escándalo en Otawa fue inmediato. A pesar del tibio descargo de los líderes políticos y la posterior renuncia de Rota, es absurdo pensar que nadie lo sabía.

Las relaciones de los gobiernos canadienses con la emigración nazi son, en realidad, antiguas y documentadas. Unos dos mil SS ucranianos y varios miles procedentes de las naciones bálticas emigraron al final de la guerra a Canadá, con sus “credenciales” anti-comunistas.

El país les otorgó la nacionalidad y jamás detuvo ni extraditó a ninguno de los más de mil criminales de guerra y genocidas denunciados por las organizaciones judías e investigadores del Holocausto en los últimos setenta años.

El 29 de septiembre, en un artículo en The GrayZone, el periodista estadounidense Max Blumenthal publicó lo que en Otawa muchos sabían y casi todos callaban.

Christya Freeland, la vice-primera ministra del país, vocera permanente del apoyo a Zelenski, es nieta de Mykhailo Khomiak, un periodista ucraniano, colaborador directo de Emile Gassner, el jefe de los medios de comunicación de los nazis en la Polonia ocupada.

Tras la muerte de su abuelo, en 1984, Freeland colaboró asiduamente en las publicaciones y actos de la emigración ucraniana, exaltando la figura de Stepan Bandera, rehabilitando a la División Galitzia como “héroes de la independencia en su lucha contra los bolcheviques” y colaborando con la instalación del Cenotafio en homenaje a los caídos de la 14° Waffen SS en Oakville, Ontario.

Por lo tanto, en el fondo, ninguna sorpresa: simple y trágicamente la confirmación de los viejos vínculos canadienses con el nazismo y su complicidad con la revisión de la historia de la II Guerra, en clave anti-rusa.

La presencia de Hunka en el Parlamento, así como el reverdecer del nazismo en Ucrania, no son un invento del Kremlim.

Tras la invasión alemana a Rusia en 1941, la Organización de los Nacionalistas Ucranianos (OUN-B) dirigida por Stepan Bandera se unió a los invasores y participó activamente en el asesinato masivo de judíos y comunistas en Ucrania occidental.

Durante la retirada de 1944 la OUM-B también fusiló a miles de campesinos polacos en Galitzia y Volinia.

Después de la guerra, la inteligencia británica y la CIA trabajaron en secreto con Bandera para infiltrar saboteadores en la URSS, hasta el asesinato de éste por agentes de la KGB en Munich en 1959.

Tras la disolución de la URSS, la extrema derecha fue ganando espacio político y reescribiendo la historia ucraniana. Primero el Partido Social Nacional y luego el Bloque de Derechas y el Partido Svodova, actores centrales en el derribo del gobierno en 2014, se afirman como herederos de la OUM-B.

En 2010, el presidente Viktor Yushchenko había declarado a Bandera como Héroe de Ucrania y desde entonces se han erigido más de 50 monumentos en su conmemoración.

Estallada la guerra civil en el Donbas, las milicias neonazis llevaron la iniciativa y todavía hoy combaten, articuladas con el Ejército regular, tras la invasión rusa de febrero de 2022.

La estrategia de comunicación y propaganda de EE.UU. y la Unión Europea con su satanización de Rusia y su mirar para otro lado, habilita una peligrosa falsificación de la historia de la II Guerra Mundial en Europa.

Y, básicamente, refuerza a las organizaciones neo nazis de Ucrania, que han convertido a Zelenski en su vocero más o menos convencido.

La razón es bastante evidente: en una guerra ya prolongada y con un creciente cansancio y espanto en la población, la extrema derecha na(z)ionalista garantiza la continuidad de la lucha y el bloqueo de cualquier negociación con Rusia.

Mientras tanto, la llanura que hace más de setenta años fue escenario de las batallas que quebraron al Tercer Reich, vuelve a anegarse de sangre y sufrimiento.



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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