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10/09/2023

Nuevas amenazas a la democracia…

Nuevas amenazas a la democracia… | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Frente a discursos amenazantes, descalificadores, de reivindicación del terrorismo de estado, conviene volver a las fuentes; la defensa de los valores fríos de la democracia; del voto; el respeto a las leyes, de las reglas y los derechos humanos, consagrados en nuestra Constitución Nacional.

Antonio Arias

Los climas de opinión de época generan condiciones de cambios en la sociedad. Se trata de ideas, valores que circulan como opinión pública irrefutable y la repiten medios y otros aparatos de difusión cultural. Dichos climas no siempre van de la mano de progresos o de lograr condiciones dignas para los seres humanos. A veces retrasan la historia y si no, hay que mirar un poco lo que ocurrió en algunos países en el siglo pasado. Por caso, en el nuestro.

Por estos días, el partido de los autodenominados libertarios, enancado en 7 millones de votos se animó a reivindicar el terrorismo de estado. Parecía que el Nunca Más tenía un consenso social indubitable, pero no es así.

En términos económicos los LLA (La Libertad Avanza) impulsa la absoluta libertad de mercado con mínima presencia del estado. Resulta contradictorio que los sectores más vulnerables apoyan con su voto a dirigentes cuyas políticas, presumo, les quitará lo poco que tienen. ¿Cómo se explica entonces tal contrariedad? Un poco por el fracaso de gobiernos democráticos, el actual con base en el peronismo y el anterior, de Juntos por el Cambio (radicales y Pro). El descontrol inflacionario; casi un tercio de trabajadores informales (6 millones de argentinas y argentinos) olvidados por las políticas del estado y el deterioro de los ingresos salariales de amplios sectores sociales generan incertidumbre y desazón. Y eso constituye el ámbito propicio para la aceptación de líderes emergentes con discursos `mágicos’ que ofrecen soluciones simples para problemas complejos.

En el andarivel político, al reivindicar a los militares de la última dictadura dicen en forma obscena que matar al adversario político y a los que piensan diferente, está bien. Está probado que los militares de entonces (1976-1983) crearon campos de concentración en todo el país, secuestraron, robaron bebés y mataron sin contemplación a mujeres, niños y ancianos. Incluso arrojaron de aviones a personas vivas, previamente ‘dormidas’. ¿Acaso la LLA también reivindica el asesinato como método político? No lo dicen, pero la inferencia tiene lógica. Y sabemos que ningún proyecto político puede prevalecer en el tiempo sustentado en el asesinato de adversarios.

Luego de experiencias dolorosas para la sociedad argentina, no conviene distraerse en debates insustanciales que desde esas usinas proponen. ¿Importa si fueron 30 mil, 35 mil o 10 mil los desaparecidos? ¿Modifica en algo la calidad de sociedad en la que ocurren tales hechos? Cambia la condición del nazismo si en lugar de haber cremado 6 millones de personas lo hizo con 5, 4 o 3 millones? La sola existencia de un proyecto político que apunta a eliminar personas ya es una calamidad humana. El funcionamiento de campos de concentración entierra la condición humana.

Para los que quieren un país sin intervención del estado, recuerdo que en los 90 un comunicador desde sus programas de televisión y radio repetía que las empresas del estado eran ineficiente y costosas para el país. Tomaba datos aislados y con cierta veracidad y a partir de allí, generalizaba una opinión sin enunciarla; “no sirven para nada”. ¿Cuál fue la salida política?; la privatización que llevó adelante el presidente justicialista, Carlos Menem. Llegado a ese punto, la resistencia fue débil y el resultado luego de varios años quedó a la vista. Un desastre para el pueblo argentino; perdió YPF, Aerolíneas Argentinas, Entel, el sistema de jubilación, entre otros.

Una vez que los cambios ocurren, ya es tarde. Los resultados de las políticas de los 90 estallaron en el 2001 y como suele ocurrir, nadie se hizo cargo de haber empujado el país al abismo.

 

El clima de época no lo genera solo un comunicador o los medios hegemónicos; también opinan las entidades empresariales, los dirigentes y partidos políticos, un sinnúmero de actores que aprovechan la marea para hacer prevalecer valores afines a intereses particulares.

Ocurre también que amplios sectores sociales, que desconfían de lo que se está generando, se repliegan como actitud de resistencia. Por ello, fue importante ver hace unos días una marcha opositora al acto de reivindicación del terrorismo de estado en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tomar nota; se reivindicó al terrorismo de estado en una institución de la democracia y para que ello sucediera hubo omisiones y complicidades de autoridades de gobierno.

Primo Levi, sobreviviente italiano de Auschwitz y autor de “Si esto es un hombre”, se preguntó por qué los alemanes no reaccionaron cuando veían pasar trenes con vagones repletos de seres humanos transportados como ganados hacia campos de concentración, hacia los hornos de cremación. En la Argentina de la dictadura militar no se conocían los campos de detención y los medios solo informaban, con fuentes oficiales, de “enfrentamientos” con guerrilleros, cuando después se supo que eran fusilamientos. Y es justo señalar que los gobiernos autoritarios no admiten disensos ni ejercicio de derechos. Eso lo vivenciamos en el siglo pasado; no fue solo lectura.

A principios de este siglo, en Italia comenzó un debate público revisionista sobre el fascismo, cuna de ese movimiento político que gestó luego al nazismo. Claudio Magris, profesor universitario y escritor, observó con preocupación que se daba un clima político-cultural cada vez más dominante de agresiva negación de los valores de la democracia y de la resistencia que -afirmó- “tal vez nos obligue a volver a convertirnos en lo que esperábamos o creíamos que ya no tendríamos que vernos obligados a ser, es decir, intransigentes antifascistas”.

Frente a discursos amenazantes, descalificadores, de reivindicación del terrorismo de estado, conviene volver a las fuentes; la defensa de los valores fríos de la democracia; del voto; el respeto a las leyes, de las reglas y los derechos humanos, consagrados en nuestra Constitución Nacional.

Cuando este país recuperó la democracia, en 1983, un dirigente democrático recorrió el país y culminaba los actos enunciando el preámbulo de la Constitución. Entonces el país caminaba hacia una época de respeto y tolerancia, aún con un sinnúmero de problemas sociales sin resolver. Pasaron 40 años y subsisten las dificultades sociales y la falta de equidad, temas que la democracia no solucionó. Pero conviene no engañarse con cantos de sirena de quienes ofrecen soluciones económicas mágicas y rescatan como modelo político a la peor dictadura de la historia argentina, que llenó de muertes las calles del país.

Frente a estas opciones que van de la mano con modelos autoritarios, y que pueden llegar al gobierno con el voto popular, habrá que estar alerta para defender cada una de las instancias y valores del sistema democrático.

29/07/2016

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