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27/08/2023

Decime si exagero

Discos de rock argentino paridos en el año del regreso de la democracia (II parte)

Discos de rock argentino paridos en el año del regreso de la democracia (II parte) | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Cada vez está más cerca el cumpleaños 40 de la democracia. Esta es la segunda parte de un dossier de 10 discos de rock argentino que coinciden con la efemérides, pues salieron en 1983, y que -con el paso de las décadas- se han convertido en auténticos testimonios artísticos de aquellos años donde todo lo bueno nos parecía posible.

Fernando Barraza

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En días en los que pareciera que todos los discursos válidos son los “desideologizados” (como si tal cosa existiera...), los simples, los directos y los que generan reacciones emotivas casi infantiles, es bueno re-encontrarse con estos discos, que plasmaban ideas y sensaciones mucho más jugadas y complejas que las que genera el actual show socio político del focus group, que pareciera estar devorándose las voluntades sociales de la Argentina. Seguir escuchando estos discos es necesario, porque es comprendernos, es entender dónde es que estaba la sensatez y la fuerza de creer en las cosas de un bien colectivo, todo eso que hoy quiere ser sepultado por la avalancha de idiotez y violencia que nos proponen desde un sector del establishment. Si un tipo en la ciudad de La Plata sigue por diez cuadras a dos becarias del Conicet, las alcanza en un semáforo y comienza a amenazarlas a los gritos diciéndoles cosas del tipo “(...) deberían tener miedo porque se les termina esto de la ciencia”; nosotras y nosotros -entre otras tantas cosas- TENEMOS que escuchar estos discos, respirar profundo y pensar y actuar la vida en un sentido exactamente opuesto a los imberbes de esta nueva era de la boludez.

Si quieren leer y escuchar la primera tanda de discos, entren aquí . Si ya lo hicieron, vamos ahora con esta segunda tanda de discos paridos en el año del regreso de la democracia. Dale, prendete.

Baglietto” Juan Carlos Baglietto

Con el país a sus pies tras “Tiempos difíciles”, el debut de 1982, y el posterior inmediato “Actuar para vivir”, del mismo año, Juan Carlos Baglietto, al frente de un verdadero seleccionado de músiques de la nueva trova de Rosario, irrumpe en el año de la democracia con “Baglietto”, tercer disco que -para muchas personas- mejora y fortalece el mensaje artístico que esta generación venía a cantarle con el corazón en la mano a toda la Argentina.

En un país donde la democracia iba a renacer pero, como decía en “Tratando de crecer” Fito Páez: “(...) aun suenan los acordes de una guerra en si bemol, sin ninguna melodía”, este disco iba a arrojar luces sobre ciertas sombras que aún danzaban aquí y allá, en toda la Argentina.

Ahí entonces, en la perfecta bisagra de un país horrible hacia atrás y hermoso y posible hacia adelante, es donde encaja a la perfección este disco, que glorificaba los tiempos por venir, declarando triunfal la llegada de “la gloria en zapatillas” (en “El témpano” de Abonizio), pero también admitiendo que se atravesaba una época reciente en que “la verdad es veneno pa' las tripas” (en “Tratando de crecer” de Fito) y que también era aquel país en donde a veces “me pego un tiro con una palabra” (nuevamente “El Témpano”).

En ese vaivén anímico se movia (y aun mueve) esta placa, plagada de semblanzas y proyecciones de época, pero también plagada de personajes tan marginales como queribles: el loco de la calesita, el bandido rural Mate Cocido, el Jeremías de Fandermole. Todos desnudos allí, en un tapiz posible, lejos de todas las censuras que habían caído sobre las canciones durante los años de plomo. Nadie podía ahora bajar del escenario ni de las radios al loco de la calesita, y prohibirle que se fumen un porro, o que digan a los gritos que “Dios... ¡es una máquina de humo!”. La democracia estaba llegando y -contra siete años de plomo- la libertad ahora era libre. Tan y tanto, que el disco cierra con la musicalización de un poema bellísimo de Rafael Bielsa: “Amor en otras palabras”. Ese que dice:

 

Con estas manos de acariciarte la espalda

Llevaré un fusil tal vez mañana

Con esta boca que no encuentra palabras

Que te besa

Llamo a gritos a mi gente

Vivo a mi patria

Con estas piernas las de irme temprano

Marcharé si es debido a dar batalla

Y con los mismos ojos de mirar

Apuntaré al corazón

Del que me ataca

Y este cuerpo que también es nuestro cuerpo

Se pudrirá en la tierra

Si me matan

Así es cada hombre así lo hicieron

En la alegría y el dolor sobre la espalda

Un grito y un silencio, un momento

Para jugar en la vida a todo o nada

Yo que hasta ayer dije amor

Ahora hoy digo patria

Que es como decir amor

Amor en otras palabras

 

Claro, profundo. Un disco que no se discontinúa a pesar del paso del tiempo. Mucho menos si lo ponés en su contexto, sí, pero lo traés hasta estos días prestándole mucha, muchísima atención.

Luchando por el metal” V8

Tenemos aquí uno de los discos debuts más impactantes del cancionero argentino, uno que fue verdadero grito generacional de una parte importante de la juventud argentina; esa que nacía socialmente de cara a la primavera democrática. Y lo más importante de analizar: era el disco de la juventud laburante, pero bien laburante, eh.

Banda de cuatro hijos de la clase trabajadora: Alberto Zamarbide, Gustavo Rowek, Ricardo Iorio y Osvaldo Civile. Más que banda, un motor rugiendo heavy metal en pleno auge de la música hippie. En este sentido -el de pertenecer a una estética musical tribal outsider- estuvieron un poco emparentados con los otros movimientos emergentes: el punk y el pop nuevaolero. Parias todos. Pero V8 quizás eran los más notablemente prendidos fuego en sus mensajes, que eran gritos directos y sin pliegues, filosos como un cuchillo en su sonido altísimo.

Y desde la lírica, desde el mensaje, allí donde todas las propuestas musicales le abrían las puertas a una esperanza democrática mayúscula, V8 prefirió mantener el grito primal por los años sufridos, con el ojo de la advertencia puestos sobre el futuro, que se veía bien, pero tampoco invitaba a chuparse el dedo. Y entonces así fueron: tan potentemente duros como genialmente sentenciantes.

Este cóctel prendió. En el transcurso de un año, y con la salida de este disco, el mensaje de la banda se hizo raíz en una tribu metalera, popular, realmente enorme. Los “feos, sucios y malos” de la juventud argentina ahora tenían su propia voz, una voz que gritaba. Encontraron su casa, los mismos V8 se lo cantaban: “vengan todos, aquí hay un lugar, junto a las brigadas del metal, gente rebelde que no es igual a la hipponada de acá”.

Todo esto, que suena un poco descarnado, en realidad conlleva una belleza muy especial. Escuchar este disco hoy es entrar en una frecuencia de alerta placentera, combativa, dispuesta a saltar el paredón del silencio.

Con temas universales como “Muy cansado estoy” (aun hoy, cuatro décadas más tarde, un himno de la pibada laburante) o éxitos explosivos y de furia casi nihilista como “Destrucción”, pasando por himnos de declaración de pertenencia a la tribu urbana como el mencionado “Brigadas Metálicas”, o canciones que son auténticos paisajes fantásticos y oscuros como “Ángel de las tinieblas”, “Hiena de metal” o “Si puedes vencer el temor”.

Es este un disco corto y directo, que le habló cara a cara a quienes quisieran escuchar que “(...) estás vacío de liberación y estás muy lleno de represión” a esos mismos que “(...) son los que están tan hartos de ver las caras que marcan el ayer”.

Irrepetible latigazo de metal: una pequeña joya de apariencia rústica, pero de elaboración profunda. Hay mucha belleza en su laboriosa furia.

 

Vasos y besos” Los Abuelos de la Nada

“La tristeza no camina, la alegría todo el día” con esos versos de autoría de Gustavo Bazterrica, guitarrista de la banda, arranca uno de los discos más bonitos, frescos y potentes de la historia del rock nacional. Un disco saludador nato de la democracia: ésta es una placa entra por la última ventana de 1983. El 9 de diciembre de ese año, un día antes de que asumiera Alfonsín, el disco aparece en las disquerías y comienza a sonar en las radios.

Impecablemente bien tocado por un grupo de músicos de gran-gran fuste. Un laburo muy balanceado en experiencia y en nacimiento creativo (en un extremo el ya maduro Miguel Abuelo, en la otra un jovencísimo Andrés Calamaro). Fresco, algo hedonista, pero sensible a más no poder. Un disco que a todas las personas que lo vivimos en juventud (haya sido o no de nuestros favoritos) nos trae inmediatos recuerdos positivos y energizantes.

Y si bien posee hits inoxidables como “Así es el calor”, “Chalamán”, “Vamos al ruedo” o el hoy clasiquísimo “Mil horas” (con todo y su mítica alusión metafórica a un ex combatiente de Malvinas) aquí nos interesa resaltar una letra por sobre el resto de las canciones del disco, que es -precisamente- la que abre la placa: “No se desesperen” de Gustavo Bazterrica, un verdadero himno del espíritu de “lo que vendrá” que abrigaba la juventud de la primavera democrática. Esta canción que decía (¿dice?):

 

La tristeza

No camina

La alegría

Todo el día

 

Sobre un arco iris

Nace tu esperanza ya

No tengas dudas

Pronto brillaras

Criticas injustas

Juventud sin unidad

Es todo un verso

Lo demostraras

Tira las palabras finas

Que no sirven mas

Guarda las sabias

Son las de verdad

 

No se desesperen locos

Si algo sale mal

No se detengan

Hay que ir a mas

No no se desesperen locos

Si algo sale mal

No se detengan

 

La energía

Nuestra vida

Que reservas

Porquerías

 

Brillara tu alma

Alejándose del mal

Cuando te ocupes de la humanidad

Demostraras que tu amor

Es grande y de verdad

Cuando abandones

La mediocridad

 

Un rey verdadero

Sabio y justo erigirás

Si tu energía

No tira para atrás

 

No se desesperen locos

Todo va a andar bien

Ninguna bala

Parara este tren

 

Más claro... ¡imposible!

 

Clics Modernos” Charly García

Decir que este es el más gigantesco de los discos reseñados en las dos partes de este dossier, no es una subjetividad. Por popularidad, por nivel de inserción en el inconsciente colectivo de todo el país, por cantidad de canciones que han ingresado en el canon de los clásicos de la música popular argentina, por su espíritu vanguardista de renovación del sonido del rock nacional. Por todos esos elementos y más, este disco es gigantesco; quizás uno de los más gigantescos de nuestra música toda.

Disco que arranca con una batería electrónica programada (en la famosa caja de ritmos a la que Charly bautizó con el sarcástico nombre de “Rucci”) y con una secuencia lírica en la que se describe a un cuerpo parapolicial entrando en un bar, chupando a un joven, fajándolo en el piso y arrastrándolo hasta el auto para hacerlo desaparecer. Todo esto narrado... ¡a un ritmo altamente bailable! Así comienza este hermosísimo LP: a las piñas de terrorismo de estado y bailando.

A partir de ese latigazo inicial, lo que se despliega es quizás mucho del García más inspirado de todos los tiempos, el que se queda piola porque sabe que no hay que pescar dos veces con la misma red.

Completamente argentino, tanto como neoyorquino. Completamente hedonista, tanto como asceta. Este disco es la locura total. Hay poesía, hay verdades. Hay signo de los tiempos, y no solo en los lugares más evidentes, como en la imperecedera “Los dinosaurios”, sino en lugares menos evidentes, como en “Nuevos trapos”, donde Charly te cuenta su propia visión de las cosas en las puertas mismas del 83:

 

Y aunque cambiemos de color las trincheras

Y aunque cambiemos de lugar las banderas

Siempre es como la primera vez

Y mientras todo el mundo sigue bailando

Se ven dos pibes que aún siguen buscando

Encontrarse por primera vez

Habiendo compartido aquél temor

Habiendo convivido en ésta desolación total

Ya no es necesario más

 

¿Qué mas se le puede decir minimalístamente a una generación que estaba naciendo a la democracia? Poco más sin redundar. ¡Genio total!

Y compramos el paquete de Charly inmediata y masivamente ¿se acuerdan? Allí estábamos todes gritándonos hacia nuestros adentros en medio de la pista de baile: “tengo que confiar en mi amor, tengo que confiar en mi sentimientos” ¿No nos ven?: ¡todavía estamos allí! Prendidos a esta banda de sonido de un momento de jeans nevados y zapatillas para cambiarle la cara a la nación, todes agarrados al espíritu de este corifeo que nos sugería dar por culo a todo lo “normal”, alentándonos a derribar morales estúpidas y reprimendas represivas porque “están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal”.

Asi fue y es este disco: por siempre moderno, por siempre puerta a la primavera democrática. Por siempre genial, por siempre picante.

 

Aguante Charly García.

Aguante todo.

Corpiños en la madrugada” Sumo

El último disco en aparecer en este dossier no es un disco: es originalmente un cassette que en 1983 vendía en los bares Luca Prodan, el italiano chiflado que había llegado a la Argentina escapando de su propia dictadura (la adicción a la heroína). El mismo que armó Sumo, la banda que cambió el rock argentino en el segundo lustro de los ochenta.

Desde 1983 hasta que murió Luca, “Corpiños en la madrugada” fue casi un mito urbano, una pieza que dejaba boquiabiertas a cada una de las 300 o 500 o 700 personas que deben haber comprado aquel cassette deforme en la primavera de 1983, y al séquito no masivo que debe haber recibido una copia de una copia. Luego de que Luca murió, se editó en cd oficialmente. Allí el mito se desinfló un poco, pero apareció más clara y masivamente la obra: ahora disponible a un público que ya sabía de que se trataba Sumo.

Pero cuando este disco fue cassette semi pirata, allá por el 83, Sumo era una banda de colifas totales del bajo fondo de la escena musical de su generación, que se había encerrado a grabar este demo que ninguna compañía quería editar y que contenía:

A) Una gran cantidad de canciones en inglés en épocas en la que la palabra inglés estaba prohibida tras la Guerra de Malvinas.

B) Un puñado de géneros completamente ajenos al oído del rockeraje argentino. Reggae, post punk, hardcore punk e inclasificables deformidades preciosas como “Mejor no hablar de ciertas cosas”, un ejercicio medio demente y surrealista tejido entre Luca Prodan, los Sumo y el Indio Solari. Una canción en formato de bomba neutrónica.

C) Canciones que eran capaces de hablarle a los vicios más sofocantes (“Teléfonos sonando en habitaciones vacías”), a los timadores que lucraban con el trabajo de los laburantes de la música (“Quiero dinero”) o que se tomaban el atrevimiento de comparar el sabor del sexo más carnal con el Nesquick de chocolate (“Next Week”). Todo entraba en la coctelera de esta pandilla de alterados.

El disco tardó años en ser entendido. Es más: ¡LA BANDA TARDÓ AÑOS EN SER ENTENDIDA! Pero nadie puede negar que todo esto (disco + banda) fue parido al calor mismo del retorno de la democracia, durante aquel año desprolijo y entusiasta en el que la democracia dijo: “¡hola mortales, aquí estoy!”

Por eso adoramos este disco, porque más genuino en su factura: no se consigue.

Bueno amigas y amigos, hasta aquí hemos compartido discos y semblanzas. A pesar de los días medio chotos que corren por estas semanas: ¡viva la democracia!

Un abrazo a todes, ¡y fuerza che!

29/07/2016

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