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La columna de esta semana está dedicada al compañero Facundo Molares, brutalmente asesinado por la policía de la Ciudad de Buenos Aires. Estas canciones también eran suyas. Justicia para Facundo.
Comencemos. Los días de la libertad se avecinaban. La Guerra de Malvinas, su factura y desenlace, su periplo en cancillerías y la feroz manera de mentirle a una nación que el gobierno de facto había implementado para contar esos sucesos, fue el cóctel que se convirtió en factor clave y, por que no, la llave para que la sociedad argentina comprendiera masivamente que se tenían que ir, que el reinado de terror totalitario que habían sembrado durante seis años no era intocable, que su poder ya tenía pies de barro.
En este contexto de comprensión de una sociedad que abría los ojos, la expresión contracultural que se hizo más fuerte y se convirtió en una fuerza masiva fue el llamado rock nacional.
Había por aquellos años de plomo un horrible aviso publicitario que salía en alta rotación en radios y televisión, uno que con imágenes sacadas casi de la serie SWAT decía con una bien macha locución marcial:
“Joven argentino, si tienes entre 18 y 30 años, ingresa ya al Servicio Penitenciario Nacional”
Pues bien, si vamos a tomar a pies juntillas el rango etáreo que al gobierno cívico-militar-eclesiástico de facto le gustaba como resumen de “la juventud”, vamos a proponer aquí un resumen de discos -hoy históricos- que grabaron jóvenes de entre 18 y 30 años, allí en el '83, el año en el que regresó la democracia a nuestras vidas. Esta será nuestra primera edición y cuando nos volvamos a encontrar en unas semanas con esta columna de opinión, publicaremos la segunda mitad.
Si bien algunos nombres les sonarán más que otros, todos los discos y todas las canciones de esos discos que vamos a reseñar en este dossier tienen el mismo espíritu: nacieron en la postrimería de la dictadura y se publicaron en el año de la democracia. Todas son expresiones del rock argentino editadas en 1983, y este año cumplen -como la democracia- cuarenta experimentados años de vida.
Los cinco discos que hemos elegido están ordenados aleatoriamente y nadie tiene que interpretar que hemos intentado hacer una subordinación de “mayor a menor” o de “mejor a peor” ni nada que se le parezca. Hemos mezclado el mazo y así han quedado ordenados. Bueno, basta de chácharas: pasen, la galería celebratoria de aquel poderoso espíritu de época comienza...
“Huevos”Miguel Mateos Zas
Como casi todos los discos que habremos de reseñar, esta placa contiene muchas canciones compuestas durante 1982, algunas de ellas inclusive son de antes de que Bignone anuncie las elecciones de 1983, por lo que los registros líricos se balancean entre la denuncia y el optimismo primaveral de una democracia regresando triunfal.
Con toda y esta ambigüedad -o quizás gracias a ella- este álbum es una síntesis perfecta de aquellos días. La propuesta de Zas, miembros de la talentosa y veinteañera tercera generación del rock argentino, invitaba a ese mix perfecto: cantar canciones pop, bailar, sí: pero con sentido. Gozar, pero gozar pensando.
El disco abre con un canto a las posibilidades de una nueva vida en democracia, con la canción “Un poco de satisfacción”, de testimoniales versos que casi lo dicen todo en un susurro:
“Quiero votar un presidente, quiero un país muy, muy diferente. No banco más tanto dolor, esta ciudad está llena de heridas de amor”.
Y no se queda solo en ese registro, eh, porque si bien no se aparta del tono pop, también te tira por la cabeza la sordidez urbana de “Un gato en la ciudad”, o la neurosis de quien está contenido, pero debe pegar el grito que se expresa tan bien en los dos climas musicales (pop melódico + rock descarnado) de “En la Argentina, huevos”.
El disco es relativamente corto (o se te hace corto en su fluidez) y está muy bien pensado, es sumamente efectivo. Además ha envejecido muy bien.
Mi tema favorito: “Su, me robaste todo”, una metáfora perfecta de un país abusado por militares que debía ser renacido por todas las personas que le habitábamos:
“Hay ganas, hay onda, que nadie más se esconda por miedo a hablar con al verdad. Oh Su, Mambrú se va a pasar al club de los que aman la libertad”
La tapa del disco es oscura en tonos generales, pero es bien pero bien clara: adelante está la banda, moderna, joven, con pilcha urbana sencilla. Por detrás está el amanecer, todo lo que iba a venir.
Para ir terminando: tiene uno de los cierres más impecables en tanto testimonio de época: la canción “Exilio en París”, el tema musical por el que Miguel Mateos (¡que gran compositor!) da cuenta en formato de canción/carta de amor aquella angustiante situación que vivieron miles de argentinxs, tan mezclada la esperanza de volver con el miedo de regresar y que la cosa no ande. Que sentimientos fuertes ¿no?:
“Fue difícil mujer, ser argentino en París, esperando tener noticias para volver”
Nos dice Miguel desde las sombras y las luces de 1983, y todavía conmueve.
Fresco, pop, hedonista de a ratos, profundo cuando debe serlo. Disco excelentemente craneado e impecablemente tocado. De los mejores álbumes de aquel año, es decir: de aquella era.
“El Ciudadano” Nylon
Este es el disco más revoltoso de esta lista, por más que haya discos punks y gemas del metal de denuncia en ella, este álbum les pasa con una topadora en ese sentido, el revoltoso. También es el disco menos conocido de los diez que hemos escogido. Un pena, debería escucharse mucho más.
Para quienes no la hayan conocido y aun hoy no le conozcan, Diana Nylon (Diana Miriam López), cantante, principal compositora y figura saliente de esta banda, era una militante social cultural marplatense de los 70's que marchó al exilio en 1976 y cuando regresó en 1981a la Argentina, trajo consigo todas las influencias artísticas del mestizaje de géneros que proponía la new wave europea. Con todo eso, y su fuerte idiosincrasia argenta, Diana construyó canciones y participaciones en otras bandas (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, por ejemplo) que hoy son de culto.
Este disco en particular, “Nylon”, fue compuesto íntegramente en 1982, grabado a mediados del 83 y editado cerca del final de ese año, en los últimos días de noviembre. Por eso mismo es que la portada de la edición original viene con una franja que cruza la poderosa e inquietante tapa que muestra al ciudadano desnudo, de pie en una habitación vacía, amordazado y embalado con cinta (¿listo para ser arrojado desde un avión al río?) y la franja que le pusieron delante dice “antes del 30 de octubre”; como dando a entender que el país venía de allí, de esa oscuridad inmensa, pero con una ventana abierta a la esperanza al votar el 30 de octubre de aquel año.
Y las canciones del disco son así, como esa tapa. Por un lado tenés “Gracias General (el ciudadano)”, una oda de humor negro sobre la bestialidad de los años vividos, y por el otro tenés un reggae como “Se va a acabar” donde Diana exige compromiso de todos sus pares para encarar lo que se viene con la responsabilidad que la era merecía. Entonces dice:
“Se va a acabar este maldito infierno, una vez mas vos y yo estaremos juntos en el cielo. Así que luchá por este lugar que nos pertenece”
Nada de boludeces: a luchar si queríamos que ese cielo perdure. ¿Lo hicimos? Pensemos, eh. ¡Y no dejemos de hacerlo!
Por último señalar que el disco posee algo que ningún otro disco de esa época poseía y que casi ningún disco de rock argentino iba a pelar hasta por lo menos quince años (¡o veinte!) después: perspectiva de género.
El rasgo género, capitaneado por una mina empoderada, surca todo el álbum, pero cuando más se nota es cuando Diana lo inscribe por la vía del humor, como por ejemplo en “Conomeo” que se burlaba un poco de los recientemente inventados conos urinarios para que las mujeres orinen de paradas, pero a la vez ponía en tensión el machismo desalmado que por aquellos días se naturalizaba sin ningún tipo de contra discurso, todo en una suerte de twist pegadizo a más no poder.
También -y en esta misma línea de feminismos bien pulentas- es acertadísima la inclusión de la versión en español de “If I had a hammer” (Si tuviera un martillo) de Pete Seeger, llevando la letra hacia un punto más radical que el que ya había llevado Rita Pavone en los sesenta con su “Datemi un martello”. En este caso Diana radicaliza la cosa junto a Fabi Cantilo y le demuestra al joven argentino machirulo de los ochentas del siglo pasado que las pibas bien podían cortarles la cara y decirle que eran unos perejiles de un solo martillazo. Hermosísimo.
El disco cuenta con la colaboración de lxs hoy próceres Fabi Cantilo, Daniel Melingo, Andrés Calamaro y Daniel Melero. Suena tremendo
¿Envejeció?: la respuesta es relativa y no hay una sola. La producción (cargada de referencias estéticas ochenteras) puede confundirte y llevarte a decir que sí, que envejeció, pero si te metés dentro de cada canción, te das cuenta de que están mucho más que vivas y te están mostrando hasta el más mínimo detalle aquel Buenos Aires plagado de personas jóvenes que buscaban en la libertad fueguina de las noches lo que el día les negaba.
“La dicha en movimiento” Los Twist
Todo lo que señalábamos recién como síntesis estética del disco de Nylon -es decir: new wave, conventillez total de estilos mezclados con mucha dosis de ironía y desparpajo- en este disco debut de Los Twist la cosa está llevada hasta el paroxismo.
En medio de una primavera democrática naciente, con una alta dosis de cultura militante impregnando las propuestas musicales, irrumpe este grupo aparentemente (y solo aparentemente) postmoderno, armado por una banda de desaforados noctámbulos, vestidos con trajecitos ellos y las chicas desparpajadas y embravecidas enfundadas en atuendos sexys sesenteros. ¡Una belleza! Todxs arriba del escenario, liberando la libido de una generación que había estado siete años reprimida y a la sombra; armados con un puñado de canciones pegadizas y plagadas de doble sentido social, cultural y en definitiva... ¡moral!
Esta pequeña bomba de tiempo disfrazada de disco ingenuo “pa' reíl-lo y divertíl-lo” fue craneada por Pipo Cipollati, Fab Cantilo, Daniel Melingo, Gonzo Palacios, Polo Corbella y Eduardo Cano; y fue genialmente instrumentada en el estudio por el mismísmo Charly García como productor artístico y el dúo Mario Breuer/ Amílcar Gilabert como operadores del fierrerío sonoro.
El resultado final es bien conocido y popular: 35 minutos ultra explosivos de hits kitsch y bailables entre los que se encuentran canciones que han quedado en el acervo argento para siempre.
De este puñado de canciones resaltemos por sobre todo -y para que sintonice perfectamente con este dossier que habla del espíritu de aquella época- la canción agogó “Pensé que se trataba de cieguitos”, que cuenta con un humor impecable la historia de los tristemente célebres For Falcon verdes de la dictadura, con sus consecuentes gorilas fascistas dentro, arrestando a un incauto joven en el microcentro porteño.
Si hay que llevar cinco canciones sobre la dictadura para pasar en una clase especial sobre el tema en una escuela secundaria ¡ésta debiera ser una de ellas!
El resto del disco es igual de potente: está plagado de referencias culturales de la época y, verso a verso, Los Twist las van poniendo en tensión, como si fueran una pandilla de bufos letales. Hermoso: para bailar y reírse de lo que hay que reírse, y de lo otro también, ¡que joder!...
“Agujero interior” Virus
Virus era la más popular “banda modernosa” del nuevo rock argentino durante los dos últimos años de la dictadura. Con sus dos discos primeros (“Wadu Wadu” y “Recrudece”) ya habían dejado más de un par de canciones sonando en la cabeza de la sociedad argenta. Pero aun no habían calado, no habían sacudido el inconsciente colectivo de un país ensombrecido. Con este tercer disco lo lograron. Y vaya si lo lograron.
Sabido es que el terror social es una herramienta muy útil de control de masas, y que una de sus apuestas más fuertes es dejar a los individuos en un estado de anestesia de sensaciones y sentimientos. La dictadura lo supo y lo aplicó, por eso a una sociedad como la nuestra, pasada de estímulos siomes, tipo cine de Palito Ortega, le faltaban consignas que funcionaran como gritos de batalla, consignas que nos ayudaran a recuperar, en cortos recorridos, todos aquellos sentimientos anestesiados y -por qué no- la posibilidad de reconectar con las sensaciones que nos demostraran que estábamos perramente vivos.
Pues bien, en este sentido, a Virus le debemos una de las consignas más fuertes, la del puente de la canción que le da título al disco, “El agujero interior”, que dice encabalgada en la hermosísima voz de Federico y en un arpegio de teclas mágico de Marcelo Moura:
“A la vida hay que hacerle el amor, sin drama, con locura y pasión. Jugar con al satisfacción, sin tener que pedir perdón”
Quienes fuimos adolescentes y/o jóvenes en esos días sabemos que debemos agradecerle a Virus el habernos cacheteado con amor con esta frase, y con este disco en general (con el perdón de la palabra “general”, je). Debemos agradecerles el habernos calentado la sangre con ganas de vivir sin miedo, con pasión carnal (“El probador”, “Mi garage”), con pasión espiritual (“Que hago en Manila”, “Los sueños de Drácula”), o con pasión existencial (“Juegos postergados”, “Mundo enano”). Todo. ¡Gracias Virus!
Punto a favor por la elección de Michel Peyronel (baterista de Riff) como productor del disco. Que los new wave de Virus sonaran más rockeros fue algo bellísimo, en aquellos años y ahora.
Para cerrar: este disco trae “Ellos nos han separado”, la canción rockera testimonial sobre la desaparición de una persona durante la dictadura más grossa de todas las que se hayan escrito. Ésta canción se la escribieron los Moura a Jorge, su hermano que fue secuestrado por fuerzas represivas del estado argentino en su casa de City Bell el 8 de marzo de 1977. Escucharla 40 años después de editada sigue conmoviendo. Todo lo que expresa es genuino: la denuncia, sí, pero también el compromiso de amor y memoria para quienes quedamos y no desaparecimos. Algo que debe durar por siempre.
Dejemos que la letra completa de la canción hable por sí misma
Hermano, quiero apretarte la mano
sabemos, que ellos nos han separado
parece se un mal general
que va haber que solucionar
tenés que estar en cualquier lugar
que pronto vamos a encontrar
Lo quiero, esto es lo que yo quiero
mañana, para que exista mañana
porque la noche tiene final
la vida vuelve siempre a cantar
es su pedazo de libertad
amigos míos una vez más
Para poder cantar, bailar
para poder amar, gozar
para poder reír, llorar
tengo que estar con vos de nuevo
porque eso es lo que yo quiero
mañana, para que exista mañana
porque la noche tiene final
la vida vuelve siempre a cantar
es su pedazo de libertad
amigos míos una vez más.
“Los Violadores” Los Violadores
La auténtica bomba neutrónica de esta lista de los primeros cinco discos que hemos seleccionado para este dossier de 40 años de democracia es esta placa.
Tal vez la gente que vivió en adolescencia o adultez por aquellos años no lo recuerde, pero CASI NADIE quería a esta banda y a este disco. Ni los fachos conservadores escondidos detrás del tango y el folclore, ni los congéneres sin ganas de entregar el cetro del rock.
Cuando salió este disco, esta banda era demasiado. Demasiado para lxs que les antecedían y demasiado para quienes estaban recién empezando a escribir su paso por la música popular. Bueno, eso, queridxs amigxs... ¡eso es el punk!
Los Violadores eran el punk, pero eran el punk mucho más allá de lo que hubieran escogido como estética musical. Eran los pibes y las pibas de clase media urbana recontra reprimidos durante siete años de dictadura (y otros diez anteriores, de las sucesivas dictaduras previas a las del 76, no olvidemos eso, eh). Pibes y pibas con ganas de gritarle cosas en la cara a una sociedad mayoritariamente ortiba. Nada de medias tintas, ninguna sutileza: grito pelado.
Bueno, el país, culturalmente hablando, le tuvo mucho miedo a esos pibes y pibas, es decir: le tuvo mucho miedo a ese grito. Por eso al principio de todo, despreciaron y criticaron a Los Violadores.
El tema es que la necesidad social del grito era mucho más fuerte que las miedosas críticas al grito en sí. Por eso en cuestión de dos o tres discos, Los Violadores se transformaron en una de las bandas más populares de su generación. Primero en Argentina, luego en varios países de Latinoamérica.
Veamos algunos de los gritos de este disco, revoltoso por donde se lo mire:
En “sucio poder”, y contra todo discurso de construcción de poder, gritaban: “Demasiado poder arruina tu cabeza, trastorna la gente, deja heridos, deforma tu mente”.
En “Para qué estoy aquí”, y contra todo paternalismo adultocéntrico, gritaban: “No hay tiempo para trucos, solo quiero mi verdad gritar. No estoy aquí gracias a ustedes, estoy porque quise llegar”.
En “Estás muerto”, y contra toda idea vana de una vida de corrección social uniformada, gritaban: “No tienes más opción ni oportunidad, no busques tu futuro, no! Estás muerto, estás muerto antes de nacer. Tu vida es un programa, dependes de él. Tu quieres la oficina, el banco, el taller. Estás muerto”.
Pero lo más fuerte y perdurable de este explosivo disco debut está en la más grande canción sobre la represión jamás escrita en este país. Esta canción de la que hablamos no es una mera denuncia del acto represivo, sino un profundo y letal análisis sobre la cultura de la represión, esa que -sin que nos demos cuenta del todo- abrazamos de manera bovina como sociedad y hasta celebramos.
La represión como hecho cultural, sí: eso mismo.
Esa misma cultura que generó un sin fin de frases del tipo: “es que en aquellos años no sabíamos nada de lo que pasaba” cuando alguien habla livianamente sobre el periodo que vivimos como país entre el 76 y el 83.
Esa misma cultura que lleva a una parte importante de la sociedad a justificar con boludeces dialécticas de cotillón que la policía haya asesinado antes de ayer a Facundo Molares en plena vía pública, solo por manifestar sus ideas.
Esa cultura de la represión, que pregna y se prende en la sociedad, esa es la que -hace ya cuarenta años- esta banda describió tan pero tan bien en “Represión”.
Alabada sea esta canción, por siempre:
Hermosa tierra de amor y paz
Hermosa gente cordialidad
Fútbol, asado y vino
así es el pueblo argentino.
Censura vieja y obsoleta
en films, en revistas y en historietas.
Fiestas conchetas y aburridas
en donde está la diversión perdida.
Represión a la vuelta de tu casa
Represión en el quiosco de la esquina
Represión en la la panadería
Represión 24 horas al día.
Semanas largas sacrificadas
Trabajo duro, muy poca paga
Desocupados, no pasa nada
en dónde está, bestias, la igualdad deseada?
Represión en pizzerías
Represión en confiterías
Represión en panaderías
Represión, yo no quiero represión
Represión en Saturno
Represión en Plutón
Represión en Urano
Represión en el Sol.
Bueno amigas y amigos, hasta aquí hemos llegado con los primeros cinco discos seleccionados de esta lista de diez, que finalizaremos la próxima vez que nos volvamos a encontrar en esta columna. Hasta mientras tanto, vayan disfrutando de estas verdaderas gemas, escúchenlas, que son el perfecto y conmovedor espíritu de una época.
Y por sobre todo y antes que cualquier totalitarismo:
¡Aguante la democracia!
¡Aguante todo!
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