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09/07/2023

Mercenarios

El motín de Prigozhin y la guerra en Ucrania: cuando se confunden los deseos con los hechos

El motín de Prigozhin y la guerra en Ucrania: cuando se confunden  los deseos con los hechos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Se estima que hoy existen unas 170 empresas paramilitares en EE.UU. mediante contratos con el Departamento de Estado y grandes multinacionales.

Gustavo Crisafulli *

Mucho tiempo atrás Michael Mann demostró, contra la teoría de Max Weber, que la mayoría de los estados históricos no poseyeron el monopolio de la fuerza militar organizada.

Los estados centralizados, con un control burocrático de la violencia, en la forma de fuerzas armadas convencionales, nacieron en la Europa moderna en un amplio arco: desde los ciudadanos en armas de la Revolución francesa a la Prusia hija de Federico II que, como dijo algún observador sagaz, era más bien “un Ejército con un Estado”

Las guerras coloniales primero y las ocurridas en el “tercer mundo” y la “guerra fría” después, fueron generalmente una mezcla de fuerzas regulares de las grandes potencias con milicias “nativas”, señores de la guerra, fuerzas especiales y mercenarios.

Con las invasiones a Afganistán e Irak, al comienzo del siglo XXI, los EE.UU. soñaron con una victoria rápida mediante el uso de las nuevas tecnologías, desde los sofisticados sistemas operacionales basados en satélites, telefonía celular e Internet, hasta las armas de alta precisión y los drones, operados por fuerzas regulares profesionales y pequeñas.

Sólo un sueño. La guerra en Irak duró 8 años y militares y mercenarios estadounidenses continúan operando allí. En Afganistán duró 20 años y en el momento de la retirada occidental, había en el terreno más contratistas privados que soldados regulares.

Es que ambas guerras trajeron otra novedad, la transformación de los clásicos mercenarios en poderosas empresas paramilitares, potenciadas por las políticas de privatización de las fuerzas armadas estadounidenses de Donald Rumsfeld y Dick Cheney, durante las administraciones de George Bush hijo.

El caso modélico es Blackwater (después llamada XE Services y ahora Academi). Fundada en 1997 por Eric Prince, un ex comando naval, en 2003 fue contratada por el Departamento de Estado para hacerse cargo de toda la seguridad del personal estadounidense responsable de la Ocupación en Irak y llegó a tener alrededor de 40 mil efectivos.

Salió a la luz pública el 28 de septiembre de 2007, cuando tras un incidente de tránsito en el centro de Bagdad, guardias y helicópteros de la empresa asesinaron a 17 civiles iraquíes. Un crimen que nunca fue castigado.

Las investigaciones parciales del Congreso estadounidense mostraron que Blackwater era un actor principal en la Ocupación, con participación en las acciones contrainsurgentes de la CIA y el tráfico de armas a las milicias kurdas, en permanentes roces con el Ejército.

Se estima que hoy existen unas 170 empresas paramilitares en EE.UU. mediante contratos con el Departamento de Estado y grandes multinacionales.

Algunas se instalaron en Ucrania desde 2014 para entrenar al Ejército y a las milicias neonazis en la guerra civil en el Donbas y otras, como el grupo Mozart, actuaron como unidades de asalto en el frente.

En la Federación Rusa existen una docena de empresas paramilitares que trabajaron activamente con los rebeldes del Donbas. La mayor, que hoy ocupa los titulares mundiales, es el Grupo Wagner.

Fue creado en 2013 por Yevgeny Prigozhin, un empresario de catering que se hizo rico con contratos gastronómicos con el ministerio de Defensa y Dmitri Utkin, un ex teniente coronel de las fuerzas especiales.

Como Blackwater tenía vínculos con la CIA, Wagner los tenía con la GRU, la Inteligencia Militar Rusa. Al igual que Prince, Prigozhin creció al amparo del Estado y fue un instrumento de su política exterior.

Wagner se convirtió en una fuerza militar efectiva operando en Libia, Siria, Sudán, Mali y la República Centro Africana.

Tras el comienzo de la Operación Militar Especial, los “músicos”, como los llaman en Rusia, una fuerza de unos 25.000 hombres, fueron una pieza clave en la ofensiva y los héroes de la toma de Bakhmut, en marzo de 2023.

El 23 de junio pasado, una columna de unos cuatro mil efectivos de Wagner ocupó los cuarteles del Ejército en Rostov del Don e inició la marcha hacia Moscú (a 700 km). Prigozhin reclamaba las renuncias del Ministro de Defensa, Sergei Shoigu y el Jefe del Ejército, Valery Gerasimov.

El motín abortó antes de llegar a la capital. Por mediación del Presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, Prigozhin y unos ocho mil hombres partieron hacia Minsk y el gobierno no inició acciones militares ni judiciales contra los amotinados.

Durante el fin de semana siguiente, en la Casa Blanca y en Kiev, amplificadas hasta el hartazgo por la prensa occidental, soñaron con el comienzo de la guerra civil en Rusia y la caída de Putin.

Nada de eso ocurrió. Los deseos se interpusieron a cualquier lectura de los hechos. Pero al menos sirvió como cortina de humo ante el evidente fracaso de la primera etapa de la contraofensiva ucraniana.

Aunque nos falta mucha información fiable aún, toda la historia parece ser una cuestión de negocios. El 10 de junio el gobierno había resuelto encuadrar a todas las fuerzas paramilitares bajo el mando del Ejército y que sus miembros firmaran un contrato individual con el Ministerio de Defensa.

Era el fin de la autonomía operacional del Grupo Wagner y la pérdida de ingresos millonarios para Prigozhin.

Sin dudas tiene que ver con un cambio en la estrategia militar y política del Kremlin a la luz de la marcha de la guerra y una posible grave escalada tras la próxima Cumbre de la OTAN en Lituania el 11 y 12 de julio.

Los mercenarios, en Rusia y en todas partes, todavía darán mucha tela para cortar.

Quizás los gobernantes del mundo deberían releer a Maquiavelo, quien en el siglo XV escribió “los capitanes mercenarios o son hombres de mérito o no lo son. No se puede confiar en ellos si lo son, porque aspiraran siempre a forjar su propia grandeza (…) y mucho menos si no lo son, pues con toda seguridad llevarán al príncipe a la ruina”.



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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