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Columnistas
11/06/2023

Decime si exagero

Bella y terrorífica balada del espanto

Bella y terrorífica balada del espanto | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Desde hace 20 años en Argentina hay un dúo creativo inseparable y contundente que ha hecho del cine su medio de expresión más importante: son Virna Molina y Ernesto Ardito. Esta semana estrenaron “La bruja de Hitler”, su último largometraje, y re-confirmaron que como ellos, no hay dos.

Fernando Barraza

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La posibilidad de encontrarse rotundamente con una película que te sacuda en lo más interno es altísima cuando sabés que Virna Molina y Ernesto Ardito han estrenado un film que se llama “La bruja de Hitler”, que es una ficción, que los tuvo trabajando el material durante años -con una pandemia global en medio- y que el largometraje toca un tema callado y soterrado dentro de la historia más o menos reciente de la Argentina: la llegada de jerarcas nazis a Bariloche. El presupuesto de film estremecedor tiene fundamentos basales bien notables: Molina y Ardito no llegan de la nada, o provenientes de un camino errático. Más bien todo lo contrario. Juntos fueron parte fundamental del comienzo de ese nuevo-nuevo cine argentino ya hace 20 años. Con el estreno de “Raymundo”, documental que aun hoy es moderno y potente, saludaron al unísono junto a otros directorxs argentinxs para poner en pantalla una nueva manera de hacer cine en el país: la de este siglo. Quince premios internacionales y cuarenta festivales celebraron aquel debut. Así la vara quedó bien alta desde el comienzo de esta alianza de pareja para el cine, pero en dos décadas de laburo Virna y Ernesto se ha ido perfeccionando y no han hecho más que crecer. Con “Corazón de fábrica”, su segundo film, demostraron su buen pulso para tratar temas de actualidad -nuestra neuquina y bien conocida epopeya de la recuperación de Zanon bajo control obrero- y refrendaron ese don que tienen para “hacerlo todo”: la dirección, el guion, la edición, el montaje, la edición de sonido, la banda sonora, la distribución, la prensa, los eventos vinculados a los distintos estrenos regionales, los festivales... todo, cuando se dice todo: todo.

El siguiente paso que dieron asumió los primeros grandes riesgos estéticos: todo aquello que habían sugerido como cosa innovadora en sus dos primeros filmes -en tanto planteo de texturas de imagen y sobre todo en esas maravillosas y elaboradísimas ediciones de sonido- estalló como una bomba atómica en “Moreno”, el documental sobre Mariano Moreno que realmente le pintó la cara a la rancia historia mitrista que nos han contado desde siempre sobre la Revolución de Mayo. Y fueron más allá del cimbronazo ideológico revisionista: ¿podía contarse esta historia que ellxs narraron con ambientaciones de época inusuales, con un fuerte guion apoyado en lo epistolar -como si fuera una novela decimonónica- y con ediciones de imagen y sonido casi de video clips de cine experimental sin marear a las personas que la vieran? Sí, se podía. Y eso pasó, y lo hicieron en 2013 -hace diez años- cuando esa estética aun era vanguardia. Hoy es bastante habitual, es cierto, pero hace diez años se la jugaron toda.

Pues bien, Virnesto Moldito (llamémosle así a la entidad resultante de esa alianza creativa tan feroz como equilibrada) habían llegado a un registro estético y artístico propio, bien propio, que supieron mantener y perfeccionar en el transcurso de esta última década. Con “Sinfonía para Ana”, su siguiente trabajo, demostraron que su fórmula estético expresiva era perfectamente aplicable a la ficción, y que se podía contar una historia profunda, con cotas de violencia reales, sin perder ni la sensibilidad ni el pulso emotivo, toda vez que le imprimieran el estilo ardito-molineano que han sabido desarrollar. A la par, todo lo que produjeron en paralelo para el Canal Encuentro, no hizo otra cosa que confirmarlo. Y cuando la firma de ese monstruo de cine que ahora llamaremos Ernestirna Ardilina (bueno, que se le permita a este cronista algunas capusotteces...) estuvo ya confirmado, se consagró con un buen número de personas que acompañaron sus estrenos en todo el país y en festivales de distintas partes del mundo. En ese momento, con la expectativa bien alta: un brazo de este bello gemelo del cine se desprende y actúa un poco por separado. Virna estrena su película “solista”, la increíble “Recuerdos del futuro”, hermosísima fruta total del árbol que supieron cuidar juntos con Ernesto. Este film es el que deja la vara más jugada y más alta, con el atrevimiento artístico de siempre, pero potenciado, con ese vanguardismo sólido y llegador celebrado en más y más festivales a lo ancho del orbe, con giras presenciales del estreno de la película en distribución artesanal que contaban con Virna yendo a ciudades de diferentes territorios.

Este es el contexto en el que llega, ya en el presente, ésta: “La bruja de Hitler”.

Y solo hemos hablado de cómo ha arribado el nuevo film en tanto contamos el recorrido profesional de Ernesto y Virna dentro de su propia filmografía. Pero no hemos hablado de lo otro, del importantísimo contexto social de toda esa creación y producción, de los espíritus de época de este país en el que trabajaron y trabajan lxs dos para parir cada film. ¡Uf!... sobre ese tema se puede escribir el doble de lo ya escrito hasta aquí.

Si hubiera que elaborar una síntesis de este contexto -el socio político de la filmografía de lxs dos- se puede bien decir que Virna y Ernesto siempre han estado bastante sintonizados con cada espíritu de época de la Argentina en estos 20 años en los que ha pasado de todo. Cada vez que “hablaron” a través de sus películas, lo hicieron de alguna manera en sincronía con los días que se vivían en el país. Y esto no es algo simple, eh?, porque producir cine es un proceso que suele llevar mucho más tiempo que hacer música, pintar o escribir ensayos o ficción, todas disciplinas que cuando están bien hechas suelen sincronizar naturalmente sus mensajes con la época en las que se los publican. El cine, no (o al menos le cuesta mucho más). El cine es un monstruo pesadísimo, caro y con muchos tentáculos operativos, suele no quedar tan en fase con el espíritu de su tiempo. Bueno, a Hollywood, o a las plataformas transaccionales de streaming, les puede ir bien con esto de sacar películas que tengan mensajes políticos e ideológicos de coyuntura, porque tiene el dinero y la máquina de hacer chorizos; pero al cine independiente no le suele ir tan bien, porque hay que remarlo muy pero muy a pulmón, con tiempos que siempre son más lentos que el del cotidiano inmediato. Pues en este sentido hay que decir que estxs dos, Virna y Ernesto, de una u otra manera, lo han logrado a través de todos estos años.

Por eso, que a nadie le sorprenda que esta película llegue justo-justo en un momento en el que la sociedad local -¡y la global!- le está abriendo la puerta de manera bastante poco precavida (¡por la vía del voto!) a una verdadera ola de agentes fascistas maquillados de libertarios renovadores de la política, a todas esas derechas que son una sola fuerza y están maquilladas de “no derecha”, de “sensatos republicanos”, todas esas coaliciones políticas que por estos días llegan al poder amañadas en think tanks corporativos que vienen a ser como el nuevo huevo de la serpiente.

En este -y no en otro momento- es que aparece en escena “La bruja de Hitler”, un filme que trabaja con dos fuertes imágenes históricas del más grande ejemplo del fascismo contemporáneo (el nacional socialismo alemán) que están consolidadas pero a la vez silenciadas a través del tiempo: por un lado el tema de aquella “brujas”, mujeres carceleras y torturadoras de los campos de concentración nazis, y por otro lado el tema de la fuga de varios jerarcas de lo peor de la SS que se produjo desde finales de la década del cuarenta hasta los primeros años de los sesenta a territorios lejanos a Europa. En el caso de este film, la fuga es -¡cómo no!- a nuestra Bariloche, varias veces mencionada por distintas propuestas artísticas como ciudad cobijo de jerarcas nazis, lamentablemente no tan analizada desde los ensayos históricos.

Y solo hay que tirar este contexto en referencia al argumento puntual de la película, poco más hay que contar sobre “de qué se trata” el film, porque seguir agregando datos puntuales es entorpecer con referencias casi de spoiler su propio andar. Quizás destacar que, como en algunos otros casos de films que testimonian la llegada de jerarcas nazis a Bariloche, el relato se cierra a la intimidad familiar de los acontecimientos, algo que -en la cruda descripción hogareña- agudiza en quien mira lo más salvaje del espantoso espíritu que exudan esas ideologías socio políticas cuando están en plena práctica.

Molina y Ardito logran sumergirte en esta asfixiante pesadilla, la de las dos familias de nazis exiliados en Bariloche intentando vivir la continuidad del supremacismo racial y todas las prácticas que abrazan quienes se creen hijas e hijos directos de la divinidad y están convencidos de ser los seleccionados por la naturaleza para efectuar “la purga”. Y todo esto ya no más en la práctica de la locura colectiva desatada dentro de un estado totalitario en ejercicio de una de las potencias europeas más grandes, sino en la intimidad de dos casas enclavadas en pleno bosque de montaña. ¿Espantoso? Sí, por supuesto.

Virna y Ernesto no solo logran sumergirte en el micro clima de locura que significa este intento brutal de perpetuación de un modelo inhumano del existir, sino que lo hacen bajo sus propias reglas, aplicando todas y cada una de las propuestas estético expresivas que les han traído hasta aquí, demostrando cuan decididxs están a llevar su propia marca del hacer cine. El film tiene ese atrevido cambio de texturas de las imágenes que han sabido desplegar en sus anteriores trabajos, pegándole una patada al tablero al homogéneo trabajo de las paletas de colores y fotografía no disruptiva que el cine actual suele buscar en sus producciones industriales para que vos te sientas cómodx mirando, sin demasiados sobresaltos. También tiene el trabajo de hormiga de una edición de sonido que es la yuxtaposición misma de diferentes capas que llegan para susurrarte cosas de manera inquietante hasta que el clímax es roto por un grito, una voz que se levanta, o la música incidental que aparece para reforzar el sentido del guion, a lo narrativo todo.

Y lo curioso y más original vuelve a ser uno de los fuertes de la pareja -podrán ellxs estar de acuerdo o no con esta aseveración- que es la mezcla perfecta que hacen del no mostrarte algo en imágenes, pero hacer que el sonido te lo narre, y viceversa. En eso son dos genixs.

Por todo esto, porque la pareja te mete en su peculiar modo de contar las cosas, es que una vez que te sentaste en la sala, estás poéticamente condenadx a mirar el sueño de Ardito y Molina sin posibilidad alguna de dejar de estar con ellxs. Esta no es una película que te permita demasiado el ejercicio de abstraerte a ver qué estás sintiendo VOS durante la proyección, en todo momento vas de la mano de lo que ellxs te están contando. En este sentido vale la pena volver con fuerza sobre la comparación del sueño, ese territorio que habitás sin demasiadas posibilidades de interferir, pues en ese sentido estricto, cuando ves esta película: estás dentro de uno; con todo lo que te gusta, y con todo lo que te desagrada, pero igual pasa, y vos lo hacés carne.

¿Puede ser que haya gente se levante de la sala y se vaya al verla? Y, quizás sí. Por lo general estamos demasiado acostumbradxs a ver un cine que te permite disociar del relato y volver a vos. Esta película no. Y ese es su mayor mérito.

Sórdida al extremo, pero poética. Film de varios géneros, el testimonial histórico, el de narración fantástica de terror, la película de amores imposibles y de atrocidades existenciales. Muchos otros géneros que van y vienen dentro de una misma película, todos se mezclan, construyen este relato necesario por el que -minutos después de la conmoción que significa ver el film todo- te quedás pensando durante horas (tal vez días, depende de las ganas que tengas de reflexionar) sobre el espanto posible de abrirle la puerta al supremacismo pensando que nada demasiado atroz puede suceder. Si eso no es espíritu de época, decime donde está el espíritu de época. Por esto mismo, es una marca sólida la frase de Primo Levi de “Si esto es un hombre” que la pareja cita en placa, como firma de contexto de la película que nos entregaron, que es esa frase que dice:

(…) pero podemos y debemos comprender donde nace, y estar en guardia. Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también”

Así es. Ni más ni menos. El film te inquieta desde que arranca hasta que termina, pero te muestra esto, y te lo muestra con creces. Vos velo y después... ¡decime si exagero!

29/07/2016

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