Muchas veces se había escuchado en la política neuquina que la única forma de derrotar al MPN era uniendo a la oposición con una porción del partido provincial. Ocurrió eso pero al revés. Un sector del MPN se unió con la oposición, fundamentalmente con la derecha, y ganó las elecciones.

Si Figueroa hubiera jugado en la interna habría perdido. Hoy tiene solo 7 diputados enteramente propios. Pero se animó a ir por afuera y ganó, porque sumó a muchos que prefirieron jugarle una mala pasada al partido hegemónico o encontrar un atajo para “no quedarse sin nada”, antes que tomarse el trabajo de construir una alternativa propia, diferente y novedosa.

En buena medida esos muchos que acompañaron al candidato ganador pertenecen a una derecha que no comulga para nada con el “populismo”, aunque sea uno devaluado como el del MPN, pero la pregunta sobre cómo va a hacer Figueroa para gobernar es harina de otro costal, por lo pronto lo concreto es que ganó.

Pero, ¿que pasó con el resto de las fuerzas opositoras, en particular con los dos grandes frentes nacionales?

Se desarticularon. Juntos por el Cambio experimentó la diáspora más notable: unos se colgaron del saco de la ultraderecha, otros obedecieron la orden de Macri de ir detrás del negocio de Vaca Muerta, de paso obtenían algún cargo y otros, más consecuentes tal vez, obtuvieron una muy muy magra cosecha.

¿Se podrá recomponer el conglomerado conservador que supo nuclear JxC en Neuquén? En principio no es imposible que eso ocurra. Dependerá en gran medida de cómo le vaya a la derecha argentina en las elecciones nacionales de octubre. Dicho sea de paso, de esto último también dependerá el grado de presión que ejercerán sobre Figueroa esos diputados surgidos de las colectoras que lo acompañaron.

¿Y el Frente de Todos?

Lo menos que se puede decir es que la fuerza cuya columna vertebral es el peronismo se dividió entre los que vieron en “Rolando” una oportunidad más personal que otra cosa y los que hicieron poco y nada, más bien nada, para generar algo diferente a la oferta duplicada del MPN. En definitiva, el FdT Neuquino naufragó producto de la ausencia de debate, políticas claras y participación democrática.

¿Qué pasó para que la segunda minoría, que en 2019 había sacado el 26 por ciento de los votos y obtenido nueve bancas en la Legislatura, pasara a sacar apenas un poco más del 12 por ciento y solo 3 diputados?

¿Qué pasó para que hiciera la peor elección del peronismo que se recuerde?

¿No vio el peronismo neuquino en la división del MPN la oportunidad histórica, no para sacar algunos cargos detrás de Figueroa, sino para construir una alternativa que superara medio siglo largo de neoperonismo (cada vez más neo y menos peronismo) y le devolviera el protagonismo?

Parece que no. Que no lo vio o no le pareció que valiera la pena apostar a tal oportunidad. En todo caso tampoco hizo lo necesario para evitar la diáspora, en alguna medida producto de la incapacidad para plantear una política para el conjunto que permitiera mantener unido al Frente de Todos y llevarlo al menos a un resultado más digno.

Faltó conducción. Faltaron políticas. Peor aún: parece que faltó creer que era posible construir algo. Las dos grandes líneas que conducen en los hechos el partido, casualmente las que ocuparán las escuálidas bancas obtenidas, son las principales responsables.

¿Y ahora qué? Porque además de hacer un balance y cambiar de política, algo que solo se puede hacer con todos y no con unos pocos, habrá que reconstruir la confianza, porque en octubre el peronismo se juega su permanencia en el poder frente a la amenaza de una derecha que desde la oposición no dejó gobernar y promete algo mucho peor si vuelve al poder.