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30/04/2023

Notas sobre un mundo en transformación: una multipolaridad conflictiva

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Un mundo donde las élites del Imperio estadounidense y sus vasallos europeos, atrapados en una atmósfera tóxica, son incapaces de ver el ocaso de siglos de dominación blanca, y por ende, miopes para adaptarse a las nuevas realidades.

Gustavo Crisafulli *

El 11 de abril de 2023, el New York Timespublicó en portada un artículo de Peter Baker, su corresponsal en la Casa Blanca, cubriendo la visita del Presidente Biden a Irlanda del Norte, al cumplirse un cuarto de siglo del Acuerdo de Viernes Santo, que puso fin, o quizás tal vez una pausa, al conflicto entre católicos y protestantes.

En su artículo, Baker afirma que “las luchas por el poder global señalan el fin de una era de la diplomacia” y que “aquellos logros diplomáticos son cosa del pasado”.

Una afirmación por lo menos curiosa para un lector informado, un mes después de que la comunidad internacional viera con sorpresa y esperanza el acuerdo de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán, propiciado por China, tras años de negociaciones secretas en Beijing.

Ambas cosas nos ayudan a vislumbrar al mundo que está naciendo en los entresijos de la post-pandemia y la niebla de la guerra.

Un mundo donde el Sur Global, aquel término que inventó en 1969 el músico y activista estudiantil estadounidense Carl Oglesby, comienza a tomar cuerpo y presencia.

Un mundo donde las élites del Imperio estadounidense y sus vasallos europeos, atrapados en una atmósfera tóxica, son incapaces de ver el ocaso de siglos de dominación blanca, y por ende, miopes para adaptarse a las nuevas realidades.

La globalización económica impulsada por Occidente desde el último cuarto del siglo XX, con la deslocalización industrial, la inversión externa directa y la constitución de extensas cadenas internacionales de suministros, fue un acelerador de tendencias subterráneas que venían desde los comienzos del siglo

Su resultado es, en el siglo XXI, el ascenso de nuevos polos económicos y políticos en Asia, pero también en África y América Latina, cuya primera expresión fue la constitución de los BRICS, entre 2006 y 2010 (que hoy suman un PBI superior al de los países del G-7).

La crisis financiera de 2008/10 y la pandemia de Covid-19 en 2020/21 pusieron de manifiesto la mayor y potente capacidad de recuperación de las economías emergentes por sobre EE.UU. y Europa, motorizadas por la locomotora china (principal socio comercial de 106 países en 2023).

Frente a este mundo multipolar en nacimiento, las élites occidentales reaccionaron desde una inconmovible mentalidad de guerra fría, transparente en la frase de “las luchas por el poder global” del artículo de Baker.

Las sanciones comerciales y financieras a China, iniciadas por Donald Trump, continuadas y extendidas a una guerra tecnológica por el gobierno de Biden, son el principal instrumento de su nueva política, que combina formas de nacionalismo económico, inusuales en los EE.UU. con el intento de configurar bloques articulados por la ideología maniquea de “democracia vs autoritarismo” y sus variantes, muy en la tradición de los años 1950/60.

Pero el mundo no es ya el de aquellos años lejanos. China, India, Rusia y el resto de Eurasia no son la Unión Soviética.

La respuesta china a la presión estadounidense y europea ha sido una política exterior no excluyente, no injerencista en los asuntos internos de las naciones y alejada de la formación de bloques ideológicos.

Se trata de una posición filosófica de la milenaria tradición política del país (un estado con más de 3000 años de continuidad) cada vez más explícitamente delineada en los documentos del PCCh y las intervenciones públicas de Xi Jinping en su nuevo mandato.

La actualización de la antigua concepción de las relaciones interestatales basada en el bien compartido y la construcción de la paz mediante la prosperidad mutua.

A caballo de las inversiones chinas, se va delineando, no sin tensiones, una red del Sur Global asentada en el comercio, el desarrollo de infraestructuras y el intercambio tecnológico, con acento en la cooperación y los beneficios mutuos.

En marzo de 2023, el intercambio comercial entre China y los países de la ASEAN (la asociación de 10 países del sudeste asiático) creció un 35% respecto del año anterior y con los países de Asia Central, incluyendo Turquía e Irán, un 55%, triplicando los valores de 2018.

Este incremento, junto al crecimiento del comercio entre China y los BRICS, en cálculos del economista y editor del Asia Times, David P. Goldman, alcanzó en marzo de 2023 los 1.6 billones de dólares1, superando, sumadas, las exportaciones chinas a EE.UU., la UE y Japón.

La solicitud de ingreso a los BRICS de países como Argentina, Croacia, Arabia Saudita, Irán y Turquía, así como la expansión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (la llamada Nueva Ruta de la Seda) hacia América Latina y África, diez años después de su lanzamiento en Beijing, son las señales claras de la persistente configuración de una nueva economía mundial.

A pesar de ser un proceso de más de una década, las élites occidentales parecen haber sido tomadas por sorpresa y su respuesta ha ido de la negación a la arrogancia y la intimidación militar

La contradictoria afirmación de Annalena Baerbock, ministra de Exteriores alemana de que “China es socio, competidor y rival sistémico”, hecha durante su reciente visita a Beijing, muestran un grado de peligrosa desorientación.

Las palabras injuriosas y ofensivas que pronunció en estos días el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby respecto a la visita del presidente brasileño Lula Da Silva a Beijing y su iniciativa de paz para el conflicto en Ucrania, sólo pueden entenderse en ese sombrío contexto.

Es que la guerra en Ucrania ha puesto las cosas más transparentes. Sólo los países de Europa, Japón, parcialmente, y algunos vasallos menores se sumaron a las enormes sanciones económicas y financieras estadounidenses contra la Federación Rusa. Ni siquiera aliados históricos como Turquía, Arabia Saudita e Israel tomaron el guante.

Por otro lado, las sanciones, además de fortalecer el comercio entre Rusia, China, India y el sudeste de Asia, abrieron el camino a acuerdos comerciales bilaterales en monedas locales, excluyendo el uso del dólar.

Este desafío a la hegemonía de Wall Street y la City londinense, pilares de la hegemonía euro-atlántica, impensable hace pocos años, está lejos de generalizarse, pero ha comenzado.

El 3 de abril pasado, el Primer Ministro de Malasia, Datuk Seri Anwar Ibrahim planteó la posibilidad de recrear un Fondo Monetario Asiático y alejarse del FMI y del uso del dólar, dada su obvia dependencia de la política exterior estadounidense, reflejando el hartazgo con las sanciones comerciales y financieras unilaterales.

La guerra está fortaleciendo los lazos entre las naciones del Sur Global, debilitando las economías del G-7 y erosionando la existencia misma de los organismos internacionales nacidos tras la segunda guerra mundial, desde el FMI y el Banco Mundial hasta las Naciones Unidas (cuya reforma tantas veces anunciada se ha perdido en la niebla de la guerra).

La Argentina, con su enorme potencial energético y alimentario, con su pequeña pero extraordinaria comunidad científico-tecnológica, fragmentada en un laberinto político, con sus “adolfitos” sueltos por allí, ahogada por la deuda con el FMI y con las recurrentes “visitas” de funcionarios del Norte, debe pensar y buscar su lugar en este nuevo mundo multipolar.

 

1 https://asiatimes.com/2023/04/chinas-exports-shifting-from-west-to-global-south/



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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