Durante el transcurso de la pandemia establecí contacto con Dora Seguel, con el fin de conocer detalles del llamado “Operativo Cutral Co”, aquel siniestro episodio que tuvo lugar en esa ciudad en junio de 1976, donde fueron secuestrados más de 20 jóvenes estudiantes y militantes del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), entre ellos su hermana Arlene, que aún continua desaparecida.

Dora, victima también de aquella cacería humana perpetrada por las Fuerzas Armadas y de Seguridad pudo recuperar su libertad, igual que su hermana Argentina, luego de padecer todo tipo de violencias, torturas y vejaciones.

A los pocos días de esa primera charla telefónica con Dora, por esos misterios que irrumpen en nuestras vidas y que solemos no encontrarles explicación, Alejandro Inchaurregui, ex integrante del Equipo Argentino de Antropología Forense, me envió por mail, desde La Plata, la copia de una carta que había llegado a sus manos para ver si yo podía identificar a la persona que la había escrito.

Grande fue mi sorpresa cuando advertí que esa correspondencia, dirigida al Dr. Augusto Conte Mac Donell, integrante de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), de Buenos Aires, llevaba la firma del padre de Dora, José Seguel.

La carta es una denuncia, un reclamo desesperado de un padre que, aún en 1980, seguía luchando y pidiendo que no dejen de buscar a su hija.

Cuando Dora vio la carta reconoció enseguida la tipografía de la máquina de escribir Olivetti que había comprado su padre, trabajador de YPF, para usarla en sus labores diarias. Todavía lo recuerda tipeando y con un diccionario en la mano traduciendo del inglés las revistas de herramientas.

Pasaron más de 40 años, don José ya no está con nosotros. Su esposa, Flora Betancur y su hija Argentina, tampoco. Ellas fallecieron en un accidente automovilístico en el año 1982.

Augusto Conte Mac Donell, el destinatario de la carta, se suicidó en el año 1992 abrumado por la desaparición de su propio hijo en julio de 1976 y por la desazón que le produjeron las leyes de impunidad y el indulto de Menem.

Dora, hoy docente jubilada, es una activa militante de Derechos Humanos que sigue sembrando memoria y exigiendo verdad y justicia.

“Esa carta forma parte de la historia de nuestro pueblo”, reflexiona ella.“Ese pedido de mi padre lo continué yo, llevando a juicio a los genocidas en el año 2021. Sentí tan fuerte la presencia de mis viejos, de Arlene y de mi hermana Argentina que para la lectura de los alegatos y la sentencia, usé el pañuelo de mi mamá, el de Madre de Plaza de Mayo. Sé que estuvieron allí, conmigo, reclamando una sentencia justa y necesaria.