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26/02/2023

A un año del avance ruso y de la hipocresía occidental

A un año del avance ruso y de la hipocresía occidental | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El panorama no parece ser desalentador ni para Rusia, ni para los Estados Unidos. Sin embargo, la Unión Europea naufraga en su crisis de rivalidad, quizás advirtiendo demasiado tarde que el costo de la no dependencia de la energía rusa lo lleve a la necesidad de una nueva dependencia al otro lado del Atlántico.

Agustín Mozzoni *

El 24 de febrero se cumplió un año de la avanzada militar rusa en el este europeo. La incursión inicial a la región del Donbás controlada entonces por separatistas prorrusos, se constituyó como el principio de una guerra cuyo conflicto provenía desde 2014.

Desde aquella jornada, el foco de la guerra se fijó hacia nuestra cultura en la imagen de la violencia del líder ruso. Incluso se lo hizo rememorando conceptos antiguos relacionados al mundo de la bipolaridad.

Occidente a lo largo de este año de guerra intentó instaurar, con éxito relativo, sobre las y los occidentales la imagen de un Vladimir Putin desmejorado, sin apoyo popular, enfrentado con los mandos superiores de sus fuerzas armadas, y con una “pobre” estrategia militar, que lo llevó a pasar de una intervención de dos semanas, a una guerra que superará el año.

Es difícil, o al menos no puede saberse con certeza, cuáles eran las intenciones rusas en el inicio del conflicto, sus previsiones, los escenarios posibles dentro de su tablero y sus preferencias a partir del 24 de febrero de 2022. Pero en función de la gigantesca propaganda occidental, algo se puede dilucidar de las intenciones de la OTAN.

Hubo una frase en estas últimas semanas de un periodista español al analizar el escenario global que afirmaba que “Rusia ya no es la URSS, pero hay que tener claro que la OTAN sigue siendo la OTAN”. Desde esa simple afirmación puede comprenderse el avance que la organización militar de los países del hemisferio norte, ha ido sosteniendo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad.

Al observar solo como variable, el avance occidental sobre Rusia, a pesar de los acuerdos que sostenían lo contrario, uno puede presumir que las políticas agresivas estuvieron de manera constante siendo aplicadas por los Estados Unidos y sus aliados.

Luego de sus aventuras en Centroamérica en Granada (1983) y Panamá (1989), comenzaron un largo recorrido de experiencias militares extensas, desgraciadas y destructoras.

Invadiendo Irak en 1991 y Somalia en 1993.

En el año 1995, ya en la denominada unipolaridad, llevaron a cabo la “Operación Fuerza Deliberada”. Los serbios de Bosnia fueron sometidos a bombardeos aéreos por aviones de la OTAN. También en 1998 se desplegaron ataques militares unilaterales de EE. UU. contra Sudán y Afganistán, hoy dos de los países más pobres del mundo.

En marzo de 1999 comenzó la Operación Fuerza Aliada. Al igual que en el golpe contra las fuerzas serbias de 1995, la operación se presentó como una "intervención humanitaria". La capital de la entonces Yugoslavia, Belgrado, y otras ciudades del país fueron atacadas con cohetes y bombasde la OTAN. Allí, a diferencia de lo que ocurre hoy, se consideraba correcto atacar el territorio del este europeo.

Siguió el ataque a Afganistán en el año 2001, y continuó en 2002 con la segunda avanzada en Pakistán, Yemen y Somalia. En esas guerras implementaron los famosos drones.

En un artículo publicado en el año 2012 por el Diario El País de España, se comentaba como avance tecnológico este acontecimiento. Donde los conductores de esos drones almorzaban con sus familias en sus casas, veían televisión, tomaban un tren hacia su oficina y de 9 a 15 horas, conducían drones con capacidad para transportar 15 misiles que eran arrojados sobre poblaciones a unos 11 mil kilómetros de su asiento.

En el año 2003 Irak, luego Libia y un sinnúmero de acciones más, que directa o indirectamente han terminado por destruir naciones enteras. Muchas de esas intervenciones desprendieron guerras que siguen vigentes.

El punto es que más allá del bombardeo mediático, no se puede ocultar, que los intereses estadounidenses se han resuelto, por medio de las armas y a costa de los pueblos. En la mayoría de las acciones agresivas sin interferencias de la ONU y mucho menos sanciones al país agresor, ni económicas ni diplomáticas.

Desde ese punto de vista, la posición de China de oponerse a las sanciones, es más que coherente. Si no sancionaban antes por acciones incluso peores, porque hacerlo ahora. La explicación es lógica, ahora el agresor no es de la OTAN.

El bipartidismo y la democracia estadounidense no difieren en nada a la política militar del hegemónico partido Rusia Unida que lidera Vladimir Putin. Salvo en que, sumando las intervenciones militares rusas en Georgia en 1992, Chechenia en 1994, Kirguizistán en 2012, y las últimas en Ucrania desde 2014, la OTAN parece llevarles ventaja.

Un dato no menor, es que todas las intervenciones militares de Rusia se hicieron sobre territorios de la ex URSS. Que aunque cuestionables igual, tienen cierta lógica argumental. En el caso de los Estados Unidos, sus conflictos e intervenciones tienen escala global y sus argumentos se escudan en la mesiánica idea de ser guardianes del mundo.

Al cumplirse un año del avance ruso sobre Ucrania, algunas ciudades europeas comenzaron a ser centros de manifestaciones populares en contra del apagón informático y de la posición y presencia de la OTAN en el conflicto.

En términos económicos los reportes hablan de un aumento de la recaudación por venta de hidrocarburos por parte de Rusia, de que la desaceleración de la economía rusa no es distinta a la que padecen los Estados Unidos y China, y que es menor aún a la que debe enfrentar Europa.

Por otra parte, se desprende un auge en el crecimiento del comercio entre Moscú y Pekín, con un crecimiento del 30% respecto al año anterior y se prevé un salto similar para el 2023 en el llamado acuerdo “sin límites” entre Rusia y China.

El panorama no parece ser desalentador ni para Rusia, ni para los Estados Unidos. Sin embargo, la Unión Europea naufraga en su crisis de rivalidad, quizás advirtiendo demasiado tarde que el costo de la no dependencia de la energía rusa lo lleve a la necesidad de una nueva dependencia al otro lado del Atlántico.

Ucrania a esas alturas, será un detalle.



(*) Lic. Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
29/07/2016

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