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Columnistas
26/02/2023

Orlando “Nano” Balbo; pasión y amor por enseñar aprendiendo

Orlando “Nano” Balbo; pasión y amor por enseñar aprendiendo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Una vida al servicio de la pedagogía con y para los oprimidos, y en la construcción y reconstrucción de la Memoria, la Verdad y la Justicia.

S. Graciela Landriscini *

Orlando “Nano” Balbo a quien despedimos la semana pasada fue un ejemplo de militante social. Como tantos militantes de la vida recorrió caminos felices y trágicos en la Argentina y en la Patagonia durante las últimas siete décadas buscando aprender y enseñar, formarse y actuar. Su pasión fue aportar a la justicia social, entendida desde la integralidad de los derechos humanos; una integralidad asociada a la dignidad y el acceso a los recursos básicos y a la participación plena en la democracia política, económica y social avanzando en especial desde el eje puesto en la educación, en el aprendizaje compartido y transformador. Y esa recorrida por los caminos de la vida la hizo desde la experiencia de la educación formal e informal como proceso creativo y derecho para todos y todas en distintas circunstancias y momentos políticos y en diversidad de localizaciones geográficas, estructuras institucionales y grupos sociales.

La reconstrucción de esa trayectoria de vida da cuenta de que el corazón y la mente de Nano estuvieron puestos en la “Enseñanza” como él mismo la definió mientras aprendía de cada una y cada uno de los y las niñas, o de los adolescentes y adultos que estuvieran a su lado; de cada peón rural en tiempos de su adolescencia; de cada compañero estudiante de Ingeniería o Ciencias Agrarias; de los convivientes en los tiempos del servicio militar; de cada familia trabajadora migrante o local; de la comunidad mapuche, espacio en el que aportó al milagro de aprender y enseñar al regreso de su exilio en Italia en tiempos de la dictadura cívico militar; del sindicato ATEN donde volvió a enseñar y aprender defendiendo el trabajo digno de educadores y educadoras; del colectivo de la CTA Neuquén como puesto de lucha gremial por los derechos de los y las trabajadoras; o de sus compañeros y compañeras cuando inmerso en el dolor de las tragedias enseñó y aprendió en la cárcel durante el estado de sitio del gobierno de Isabel Perón y en los años del horror de la dictadura genocida que lo mantuvo en prisión, en tiempos de persecuciones, denuncias, represión, torturas, desapariciones y muertes.

Su mundo de aprender y enseñar inspirado en Paulo Freire y el pensamiento estructuralista, y el esfuerzo de la praxis asociada a una teoría de la liberación, la equidad, y la solidaridad continental y social con eje en la memoria y la verdad fueron su estandarte, el que ha quedado en alto de la mano de tantos alumnos y alumnas formales e informales, docentes y vecinos del campo y las ciudades, de los barrios marginales y de los pueblos originarios olvidados o silenciados por el poder, la represión, el control y los desplazamientos.

Nano hoy descansa, sus oídos dejaron de sufrir, su conflicto con la escucha en los diálogos concluyeron, su alma noble se llevó miles de recuerdos llenos de amor y admiración, y también los miles de dolores en su cuerpo y su espíritu por los castigos físicos y las violencias de trato sufridas, por los compañeros perdidos y las causas abandonadas sin los resultados esperados y con balances inconclusos, y por haber sido testigo de las aberraciones cometidas contra otros y otras, en tiempos regados por sangre y lágrimas de jóvenes, niños, padres, abuelos, abuelas, compañeros y amigos de toda condición.

Al irse Nano, nos dejó un legado que reúne una montaña de ejemplos, de reflexiones, de apuntes y textos que reconstruyen su tarea; de logros de su esfuerzo de compartir saberes y experiencias, y de construir transformaciones individuales y colectivas en defensa de los derechos humanos concretos. Nos dejó recuerdos del día a día de los sectores humildes a los que asistía como educador, asociados al trabajo, a la organización, a la búsqueda del alimento y la salud y al mismo tiempo, al reclamo del pago digno, de la seguridad social, del techo imprescindible, de los servicios básicos, del respeto mutuo y la libertad de decidir, hacer y demandar; en definitiva, la posibilidad de honrar y defender la vida.

Porque de eso se trató su existencia, de honrar la vida aprendiendo y enseñando, ascendiendo en la escala de la dignidad, resistiendo la ignominia y exigiendo el respeto de los derechos, aguardando con paciencia y voluntad la hora del exilio y después la del retorno; y muchos años después aún, ya en 2012, esperando la hora de testimoniar sobre la guerra sucia. De ejercer el derecho de denunciar los delitos de lesa humanidad cometidos en la “Escuelita”, campo de concentración, tortura y muerte que paradójicamente llevó ese nombre mientras su funcionalidad y la de los responsables de castigos y aberraciones contra la vida no era la de compartir aprendizajes del lenguaje, la geografía o la resolución de problemas, sino la de vigilar y castigar secuestrados y detenidos, la de degradar y torturar cuerpos y almas, y la de eliminar, desaparecer, mentir y ser parte activa del genocidio.

Nano fue un hombre comprometido con el otro desde muy joven; el compromiso fue parte de la herencia recibida. Las transformaciones que soñó y buscó construir en tierras patagónicas, como tantos y tantas otras jóvenes estudiantes, trabajadores, abogados de presos políticos, docentes, médicos y funcionarios públicos en todo el país, fueron parte de su compromiso con la justicia y los derechos de las personas. Y tuvo en claro que, sin conocer, sin saber, sin relacionarse y organizarse, sin respeto a su cultura y su historia, los vulnerables del campo, de las periferias urbanas, de los pueblos originarios, de las cárceles o de los gremios más débiles no pueden ejercer plenamente los derechos que reconocen la Constitución y las leyes y que con frecuencia se acumulan sin cumplimiento.

La detención arbitraria, la prisión, la tortura, y la violencia física y psicológica sufrida por él, dan cuenta del costo pagado por su pasión y dedicación por el enseñar y aprender. Tarea que con cambios de localización y de espacio social llevó adelante de la mano de la pedagogía de los oprimidos compartida con las raíces de la visión clasista de la sociedad. Y que también tomó elementos de la teología de la liberación que se extendió por ese tiempo en América latina y tuvo en Argentina figuras heroicas como Carlos Mujica en el área metropolitana de Buenos Aires, Monseñor Angelelli en La Rioja, Monseñor De Nevares en Neuquén y Miguel Esteban Hessayne en Río Negro, entre muchos otros y muchas otras, entre curas y monjas, médicos/as, trabajadores y trabajadoras de distintos oficios, profesiones y especialidades, abogados y abogadas de presos políticos, y militantes sociales que predicaron la justicia, y en muchos casos dieron sus vidas por la verdad y la dignidad humana.

Cabe destacar que, en la trayectoria de Nano, en los orígenes de su vocación por la defensa de los derechos ajenos pueden encontrarse sus experiencias fundantes de vida, la toma de conocimiento de hechos y circunstancias de su niñez transcurridos en un pueblo del campo del oeste bonaerense donde su padre era peón rural, donde el dolor y el desprecio asentado en la desigualdad estaban presentes entre niños y entre adultos; donde el inmigrante pobre y sus hijos eran minusvalorados. También se encuentran vivencias de su adolescencia y de su juventud, tiempos en los que las dictaduras imponían debates clandestinos a los estudiantes. Y acciones de resistencia y militancia en los tiempos de democracias restringidas y democracias débiles a comienzos de los años 70 que fueron los escenarios de búsqueda de conquistas sociales con movilización: Tiempos que gestados con ideas del Mayo francés, de las revoluciones latinoamericanas, del Cordobazo, del Concilio Ecuménico Varticano II y las declaraciones de Medellín y la acción de curas latinoamericanos, dieron vida a confrontaciones sociales explícitas, y a debates políticos fuertes en distintas instancias gremiales, estudiantiles y barriales, y a represiones, pero también a sueños y acciones a concretar para reconstruir espacios vulnerados y edificar nuevas instituciones y oportunidades como lo fue la CREAR para la reconstrucción de la educación de adultos en el país y en Neuquén con el gobierno peronista inaugurado en mayo de 1973, que lo tuvo a Nano como protagonista.

Como ha dicho Cinthia Wanschelbaum en una reseñ “Un maestro, una historia de lucha, una lección de vida” dedicado a su ex compañero del servicio militar con quien se reencontró en 2008:el Nano fue maestro y enseñó en la escuela primaria para adultos del cuartel. Pero su paso por esa escuela fue para él más que un momento de enseñanzas, una instancia de significativos aprendizajes (además de un lugar de protección). Allí fue su primer encuentro con alumnos adultos de la comunidad mapuche con quienes años más tarde volvería a trabajar; y fue también un ámbito de discusión y formación política”, aunque ello fuera semi clandestino.

Esas experiencias vitales, como las del regreso del exilio y la inserción de trabajo en las comunidades mapuche en Neuquén, partieron de las cicatrices físicas y psíquicas sufridas en carne propia, reflejaron historias y rostros concretos, dolores propios y ajenos, que conformaron en él el compromiso de la opción por los derechos humanos, por combatir la injusticia, la violencia sistémica o puntual y el dolor propio y del otro. Como ha señalado Emmanuel Lévinas en 2001, solo un yo vulnerable puede amar a su prójimo. Y el amor en la enseñanza es una señal de ir por el camino de la ética, una ética de la indignación por la desigualdad, camino en la historia que no es lineal como señaló el propio Balbo.

Cipolletti, 24 de febrero de 2023.



(*) Diputada nacional por Río Negro; Frente de Todos. Candidata a Diputada nacional por UP.
29/07/2016

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