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Dice Tony Gilroy, el guionista y director de “Andor”, la nueva serie del universo de Star Wars que esta semana finalizó su primera temporada en la plataforma de Disney, que lo que hace completamente distinta y corre del arquetipo a la premisa del héroe en su serie es que sabemos que su protagonista va a morir. No es spoiler, porque Cassian muere fuera de la serie. Es más: murió hace ya más de un lustro.
Todxs cuantos vieron hace siete años (cientos de millones de personas en el planeta entero en cines, miles de millones en televisión y en streaming) el film “Rogue One: una historia de Star Wars” (también de Gilroy) saben que el personaje de Cassian Andor muere al final, tras realizar una misión coordinada, revolucionaria. conjunta y solidaria, inmolándose por una causa que será el inicio de la salvación de la destrucción para planetas enteros. Lo cierto es que en lo que dice, Gilroy tiene razón: su protagonista es inusual.
El cine norteamericano no tiene como premisa la muerte de sus héroes, por lo general el mensaje final (llamémoslo de una manera anticuada pero válida: la moraleja) deja al héroe intacto, porque lo que debe quedar al final del visionado del film es que los héroes -líderes, frontales, valientes, solitarios- son los que traen paz y balance a la masas. Rara vez se corren de ese estereotipo que -moralmente- ha traído al cine industrial de bandera de USA hasta aquí con un mensaje bien claro, y una buena cantidad de dinero ganado a costas de esta premisa.
Por eso Andor, el héroe de “Rogue One”, es distinto, porque él sobresale del resto en la trama, sí, es cierto (vamos, es cine, un protagonsita debe haber siempre) podrá ser carismático por sobre los demás, y dar minutos buenos en cámara, pero dentro de la trama él solo, por sí mismo y nada más, no es nadie, y argumentalmente hablando, sin el movimiento de liberación del que forma parte no va ni a la esquina.
Y ahora ojo, porque este no es su único rasgo inusual. Andor se ha convertido en un héroe excéntrico, doblemente distinto, toda vez que la mayor plataforma de contenidos de ficción del planeta acaba de financiar una serie en la que -sabiendo a priori que va a morir en acción al final del recorrido cronológico- nos lleva de la mano junto al héroe en su propia construcción de una voluntad colectiva de acción revolucionaria contra el totalitarismo imperialista.
Raro, pero así pasó.
Si bien es cierto que la idea de “equipo” y de “orden de fuerza colectiva” de la histórica resistencia rebelde en el universo Star Wars siempre anduvo estuvo presente en la trama de todas sus historias, nunca el protagonismo y el desarrollo hacia un final final feliz estuvo en manos de una persona “común”, sin poderes Jedi o de Sith redimido. Hasta ahora ningún producto de la factoría Star Wars, o de la factoría Disney en general, apostó a algo así: a un héroe colectivo, ese que lxs argentinxs conocemos bien en nuestra cultura popular porque aquí -en este territorio- nació “El Eternauta”.
Bien, la oportunidad de mostrar otro tipo de héroe se le presentó a la empresa hegemónica de entretenimiento más grande del planeta y -contra el propio principio ideológico de todos sus héroes de Marvel, tanque insignia del conglomerado Disney- de la mano de la imaginación de este hombre, Tony Gilroy. Y han decidido apostar a este otro pequeño hombre revoltoso, Cassian Andor, quien, sin el respaldo militante de lxs rebeldes que creen en un cambio radical para derribar al imperio, no es nada más que un adulto extraviado saliendo de la juventud, siendo apenas un pillo en las calles, medio hábil, pero no mucho más.
No son nazis, son yankis
La inclusión activa del senado en la trama de la serie acerca la alegoría del imperio totalitario a los EEUU
Si uno le cuenta a un niño o niña el argumento de las nueve partes de la saga de largometrajes de Star Wars, no habrá mayor dificultades en hacer una síntesis apretada en la que se les deje claro que aquí se narra la historia de un grupo creciente de ciudadanos galáctico rebeldes que se empoderan y -mediante una revolución armada- derrocan al imperio más totalitario de la historia de la galaxia.
Pues este resumen sencillo, que no está nada mal, siempre estuvo bastante pasteurizado dentro del universo Star Wars.
Vamos por parte: en la tradición norteamericana de la ciencia ficción de historietas y films, hasta 1977 (año del estreno de la primera Star Wars), los totalitarismos galácticos eran un cliché. Algunos se podían empatar fácilmente con el stalinismo, otros con el creciente poder chino (que es el emperador Ming de Flash Gordon sino un chino malo y totalitario) y otros más antiguos con el nazismo. Todos fuera del foco de hacerle ver a la audiencia que el monstruo bien puede ser tu propia casa.
Con todo y sus infantilismos, Star Wars se despegó un poco de esa lógica tan maniquea e intentó construir otra imagen de la tensión “rebeldes por la libertad versus emperadores tiranos” y -en esa ampliación conceptual- consiguió reforzar la idea de trabajo colectivo de las fuerzas de la resistencia. Fue un primer paso para saltar por sobre el estereotipo, como una suerte de atención partisana a la otra parte, la rebelde, que por lo general ocupaba casi exclusivamente una sola figura protagónica (volvamos a Flash Gordon: él solo, con su destreza de jugador blanco de fútbol americano, derrota un imperio completo) y en este cambio de foco que introdujo George Lucas con un héroe (Luke Skywalker) pero el diseño de una fuerza colectiva a la que pertenecer y formar parte, favoreció a lo que hoy, 45 años después de su estreno, termina siendo este “Andor”, más claro y contundente en su mensaje de rebeldía colectivista.
Si bien en el camino (sobre todo en las últimas tres películas de largometraje, las estrenadas en los últimos diez años) se buscó desde el universo Star Wars empatar alevosamente al imperio galáctico con la estética nazi, Tony Gilroy ha conseguido desandar esa ruta y trae con “Andor” la idea de un totalitarismo que lanza los ojos de la acusación sobre su propio país, alejándola del futurismo grandilocuente y monumentalista de lo hitleriano.
El imperio de Gilroy no es nazi, su estética no es nazi, su modo de proceder en la arena del concierto político intergaláctico no es nazi. El imperio que cuenta Gilroy actúa de manera similar a la de los últimos (al menos) 70 años del gobierno intervencionista de su propio país. El imperio galáctico de Gilroy se parece mucho a USA-
Si bien en la cronología de los acontecimientos del universo Star Wars está en la fase anterior a la construcción del arma de aniquiliación masiva conocida como “la estrella de la muerte”- lo que le significará el dominio militar total de todo lo conocido en el espacio- el poder que detenta el imperio galáctico es poderoso y rige.
Este imperio se encuentra fortalecido tras las guerras intestinas dentro de la galaxia (la de los clones, por ejemplo) que el mismo poder imperial se encargó de alimentar y abastecer (cualquier similitud con Vietnam, Irak, Albania, etcétera no es coincidencia) y no lo hizo de otra manera que a través del senado intergaláctico, como buscando una vía diplomática para la consolidación de la intervención militar en otros planetas (¿les suena?).
Ya que mencionamos al senado, hablemos directamente de las alegorías democráticas actuales que están impresas en la serie:
Si bien el poder ejecutivo en “Andor” es clarísimo y lo detenta el Emperador Palpatine, hay una cadena de connivencias regionales con planetas de civilizaciones menores (en poder) que se alinean estoica y coercitivamente con los designios políticos totalitaristas del emperador. Gobernadores sin otra identidad que la imperial, pero conocedores de las realidades territoriales de los suelos que gobiernan besan la mano del emperador. Traeme un Bolsonaro ¿dale?
Vamos ahora al poder legislativo. La participación protagónica en la serie de la senadora Mon Mothma (excelente la actuación de Genevieve O'Reilly) es fundamental. Ella es una suerte de topo rebelde dentro de un senado que más que una cámara de leyes para el pueblo es una risa imperial, un senado que está completamente unificado para blanquear los abusos de poder del emperador Donald Trump, perdón, Palpatine. Su ligazón -la de Mothma- con las fuerzas rebeldes insurgentes es clandestina, pero es necesaria: el creciente ejército rebelde de liberación y el partido (la casta, para usar un término del infeliz de Milei) que representa Mothma -de condición social alta-coinciden en una estrategia política que intenta desembocar en la caída hecha y derecha de ese totalitarismo dictatorial disfrazado de democracia.
Terminemos en el poder judicial, que es muy interesante de analizar. Las medidas de seguridad, jurídicas y de acción de las fuerzas de seguridad menores al ejército imperial (la policías regionales, bah) están en manos de corporaciones privadas que están completamente alineadas al imperio (una megaminera en el planeta del Cassian Andor niño es una de ellas, solo por dar un ejemplo), que -en una de las cenas que organiza Mothma a mitad de temporada se devela- son de la mismas familias que quienes componen el senado. Traeme un Paolo Rocca ¿dale?
Dedra Meero, la supervisora de la Oficina de Seguridad Imperial le da órdenes al inspector Syrl Karn, policía de la empresa privada Pre-Mor
Todo esto no es nazi, no hay que ir a buscar el espejo, la mímesis ni la comparación allá, a la década del 30 y del 40 del siglo pasado en Europa, no, no: ¡todo esto que muestra Gilroy se espeja en la configuración actual del poder de EEUU y Europa!
Llámele OTAN, llámele como quiera.
Este es el concreto paisaje político al que Gilroy nos invita para ver en acción a aquella fuerza rebelde naif de las películas anteriores, pro ahora en acción en un planisferio político mucho más actual. Y encima nos lo muestra a través de los ojos de Cassian Andor, un miembro de un pueblo originario galáctico despojado de su identidad, un paria de la periferia que se va convirtiendo en un héroe colectivo por cada paso que da. Que lo interprete Diego Luna, un mexicano que viene del país en el que la última insurgencia del Siglo XX nació al grito lacandonés de “Ya no eres tu, ahora eres nosotros”, no está nada mal ¿eh?
Un pequeño indiecito
Un niño, de un pueblo originario galáctico. Al sacarlo de su planeta se aculturiza y lo rebautizan como Cassian Andor
Pero hablemos un poco del pequeño indio revoltoso ¿les parece? Cassian Andor no es Cassian Andor. Quiero decir, él es un niño de un pueblo originario galáctico, que vive en comunidad en perfecta unión colectiva con la biodiversidad que le rodea. Pero a su planeta llega el poder político económico del imperio y sus corporaciones aliadas y planean hacer bosta todo el planeta del pibe. Megaminería a nivel interestelar.
Sucede que en un episodio no del todo feliz, el niño queda casi atrapado en una nave de las corporaciones y lo rescata una mujer que lo lleva consigo, a otro planeta, el suyo. Si bien el camino que construirán juntos desde entonces el niño y la mujer es fuerte y amoroso, lo cierto es que al sacarlo de su planeta de nacimiento el chico se aculturiza (de su cultura originaria, claro) y lo rebautizan con un nombre reconocible en su nueva sociedad: le llaman Cassian, y le ponen el apellido de la mujer que se lo lleva, Andor.
Esta secuencia no es menor dentro de la historia: los tres primeros capítulos de la temporada están allí para mostrarte esta realidad. También es la principal motivación para que el personaje de Cassian busque algo más que el pillaje para sobrevivir en las calles: él busca a su hermana menor, quién quedó en su planeta de origen librada vaya a saber que suerte con el avance del poder imperial en ciernes.
Si bien este inicio de la historia es notable, y habla un poco de todos las culturas territoriales que un imperio puede aplastar con dominación y exterminio (y de esto los norteamericanos saben bastante), la rueda de la trama debe ir más allá porque -recuerden- debemos llegar hasta el Cassian Andor del film “Rogue One”, el que muere por la causa, por la libertad de los pueblos. El revolucionario.
Y ojo: la muerte de Cassian no es la típica muerte del héroe cinematográfico standard. Si Iron Man muere chasqueando los dedos con las gemas del coso de no se qué para salvar al universo entero, Andor no muere sino en algo parecido a la mitad del camino, con la inseguridad de no saber si la revolución triunfará luego de obtener los planos de la estrella de la muerte, o no. La fe de Iron Man es la del mártir que finaliza la obra de manera épica, la fe de Cassian es la de la persona que milita una causa, y sabe que su aporte es importante, pero no es la resolución épica de un problema mágico (Thanos acechando al universo, por ejemplo) sino una lucha social en ciernes.
Pero no nos adelantemos. Para que Andor muera, todavía falta una temporada entera (a estrenar en 2024) y la revisión de la película “Rogue One”, porque recién allí es donde el personaje muere. El arco argumental sigue y sigue hasta entonces.
el discurso de Maarva Andor, la madre adoptiva de Cassian enciende al pueblo a la rebelión en el último episodio de la temporada
Y lo cierto es que la segunda temporada de la serie promete, porque el último capítulo de la primera fue una dinamita pura en la que la visión del mensaje socio político de la tira se profundizó de manera contundente, como recalcando los mensajes de rebeldía contra todo lo que vimos desplegado desde el poder capítulo a capítulo. A saber: corporativismo para la guerra, colonialismo disfrazado de ejercicio cabal de la democracia, aplastamiento de varias culturas y cosmovisiones no hegemónicas y demás delicadezas letales de los totalitarismos.
En este tren de no recargar la trama sobre un solo héroe y su visión subjetiva de la justicia, el capítulo final de la serie tiene cuatro protagonistas que nos son Cassian, cuatro pilares para la consolidación del futuro Cassian revolucionario. El que ya no es él, sino nosotros. No es poco, presten atención.
La primera es Maarva Andor, la madre adoptiva de Cassian. La secuencia de su funeral es conmovedora. Cinematográficamente es digna de Francis Ford Coppola. Su discurso -desde un holograma transmitido en plena ceremonia funeral- es el que enciende la conciencia del pueblo oprimido y al mismísimo Cassian, quien lo escucha casi de rebote por circunstancias que no me gustaría espoilearte. Pero Cassian no nace como sujeto político allí, escuchando al holograma de su madre adoptiva, él ya venía manijeado política y filosóficamente desde antes, cuando volvía clandestinamente a su ciudad leyendo la obra que le legó antes de partir el segundo pilar de este desenlace...
El segundo pilar es Karis Nemik, un joven que no solo se encuentra involucrado de cuerpo presente en las acciones directas de la lucha rebelde, sino que también se ve comprometido a escribir un manifiesto político y filosófico que analice detalladamente las debilidades y fortalezas del accionar imperial, su cultura del miedo y su orden piramidal, y que también analice las razones para la acción y las motivaciones de las fuerzas rebeldes, y le explique al hombre ya la mujer de su tiempo el por qué de ser un revolucionario. Joven de acción, relator de su credo ideológico, Karis elige dejarle los escritos revolucionarios a Cassian, quien aun no es nadie más que un tipo cargado de dudas, pro Karis confiá, porque el revolucionario es así: vive también con la alegría del futuro de esperanza. Algunos de esos párrafos suenan en off en el último capítulo de esta temporada. Y son potentísimos. Hablan del miedo, la herramienta de control, de la libertad que se forja de manera colectiva, o no se logra.
El tercer plar es un miembro de la clase trabajadora, Brasso, un obrero operario con conciencia de clase y clarísimo posicionamiento para la organización de su gente con las fuerzas rebeldes que combatan al imperio. Él es el nexo de amistad familiar para que surja una resultante entre la búsqueda política revolucionaria de Maarva Andor y el fin de la desorientación existencial de Cassian. Él pone el cuerpo, pone la logística, pone el amor de clase. Un fierro. En épocas difíciles sería hermoso contar con un Brasso al lado.
El cuarto y último pilar de este episodio en el que Andor se transforma en mariposa revolucionaria es Luthen Rael (como la rompe toda Stellan Skarsgård en este papel, por favor) el nexo operador más alto en la cadena de la organización de la lucha rebelde camuflado en un inofensivo y burgués vendedor de objetos de arte para la clase pudiente imperial. Frente a él Cassian deberá consagrarse oficialmente como un soldado de la revolución. Mirá si no es importante el personaje de Luthen.
Pues bien, me veo tentado a seguir detallando, pero no te robo más tiempo de lectura. Todo esto que te cuento e intento analizar con cierto lujo de detalles, es porque me gusta contarte esto: hay un producto de ficción del mainstream que ha conseguido colar un discurso bastante contra hegemónico en la empresa de transmisión de contenidos de entretenimiento más grande del planeta.
Dicen que es de las mega producciones menos “exitosas” del streaming de Disney, pero a pesar de esa “crítica” estamos hablando de cientos y cientos de millones de personas que por estos días están viendo la serie en cada geografía terrestre. Eso no es fracaso, ni por lejos.
Ahora: ¿servirá una ficción así, aislada, para generar una conciencia profunda en contra de lo peor de nuestro sistema? No, claro que no. No seamos tan igenuxs. Pero sí es una gigantesca botella al mar con un mensaje claro y transferible, capaz de llegar a una importante y variada gama de receptorxs en diferentes puntos de territorialidad en este planeta tan globalizado. Eso es para celebrar ¿no?.
Por último: ¿es “Andor” un pequeño error de la matrix o una apuesta de mojada de oreja del sistema, regalándole a las personas con cierta sensibilidad un “permitido” que las deje conformes? Nunca se sabe. Algunas obras masivas se desinflan, otras crecen y sirven de inspiración para algunas cosas importantes. El tiempo dirá que camino le espera a “Andor”, al supuestamente inofensiva serie del universo de historias de una galaxia muy, muy lejana.
Vos vela y después... ¡Decime si exagero!
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