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Bueno, a ver, empecemos despejando un poco la ecuación antes de arrancar con la reseña hecha y derecha, ¿dale? Vamos a revisar minuciosamente algunas quejas o lecturas críticas circundantes a este gran film de Santiago Mitre que ya es un suceso de público en todo el país. Lo haremos porque a “Argentina 1985” se le está pidiendo por izquierda una serie de cosas que no son justas, algunas ni siquiera son sensatas.
La primera cosa que se le pide al film es que el personaje de Strassera no diga lo que dijo sí dijo el Strassera histórico durante la lectura del pedido de condenas del juicio a las juntas: que hubo violencia de “los dos lados”.
Si bien se lo hace desde un terreno ideológico cercano a las militancias por los DDHH, es un poco infantil exigirle a la película de Mitre que soslaye, oculte o tergiverse este punto, uno de los argumentos reales que el fiscal utilizó para dar cuenta de las atrocidades cometidas por las juntas militares, utilizándolo como un discurso contrafáctico en un terreno jurídico completamente nuevo a nivel mundial. No es capricho de los guionistas: eso pasó, Strassera trabajó esa línea de pensamiento durante el juicio, como también lo trabajaron algunas personas de la Conadep, y una gran parte de la sociedad argentina de la primavera democrática entre la que se contaron profesores, comunicadores, artistas, líderes políticos y hasta sindicales. Ese discurso de que hubo dos violencias decantó en pocos años en lo terminó llamándose -de una manera acertadamente crítica- “la teoría de los dos demonios”. Pues pedirle a Mitre que no incluya ese rasgo en el film y acusarlo con títulos rimbombantes del tipo “Argentina ya tiene su película de los dos demonios” es bastante injusto. Sobre todo porque la inclusión de este aspecto ideológico en la película es una posibilidad genial de volver a discutir este tema, que sigue instalado en gran parte de la sociedad como una idea a tener en cuenta.
Y ojo que en este sentido hay que prestar atención más allá inclusive, porque Santiago Mitre hace esto mismo en todas sus películas: cada vez que estrena tiene a todo el país hablando sobre temas importantes y -sobre todo- bien pero bien vigentes. Lo hizo en 2011 con “El estudiante”, cuando tensó la temática relacionada al resurgimiento del interés de las juventudes por los temas relacionados a la participación en la política tras décadas de apatía al respecto. Y repitió la mecánica del debate cuando estrenó “La cordillera” en 2017 y tuvo a todo el país hablando sobre las características de manipulación que el poder tiene reservadas para ejercer esta “nueva política” de candidatos carismáticos y marketineados, justo cuando se consolidaba en el poder el macrismo. Bien, ahora -no lo duden- tendrá hablando a miles de personas en el país sobre esta temática, que incluye como tema de conversación -entre otros aspectos fundamentales de nuestra propia revisión histórica- la maniquea teoría de los dos demonios.
Nada mal para “un mero” cineasta ¿no?
Lo segundo que se le critica al film de Mitre es que no profundiza sobre el rol de quietud silenciosa que Strassera tuvo como fiscal durante los años que trabajó como funcionario en dictadura. A ver... esa sí que es una acusación completamente injusta, porque ese punto en especial es uno de los temas centrales de la película, y está tocado con una inteligencia y una sensibilidad muy profunda a través de momentos que hilan casi todo el film: un pequeño diálogo con las Madres de Plaza de Mayo, una charla que Strassera/Darín tiene con el personaje del Ruso (interpretado de manera magistral por Norman Brisky) y sobre todo en el punto medio del film, el momento de tensión máxima en el que Strassera/Darín discute puntualmente este tema con Moreno Ocampo/Lanzani. Y es interesante detenerse unos segundos aquí, en esta temática en especial, porque este es otro gran asunto colectivo (como lo es la teoría de los dos demonios) que atraviesa candentemente a este país: ¿que sintieron las millones de personas que ahora tienen más de 70 años cuando les tocó vivir y ser durante aquellos años? ¿Cómo se posicionaron, que sintieron al salir de esos años en los que los derechos constitucionales estaban destrozados y aun así había que seguir siendo y existiendo socialmente? Decime si no es un TEMAZO. La película -en la figura de este fiscal empoderado que en dictadura fue un funcionario silencioso- abre la puerta al debate sobre este tema con mucha inteligencia. Humildemente creo que allí donde se lo está criticando a Mitre por tratar esta cuestión así, como la trató... ¡habría que felicitarlo!
Lo tercero que se le critica a la película es que no profundiza aspectos relacionados al trasfondo económico del golpe, ni habla de la recuperación de las identidades militantes de aquella generación perseguida y desaparecida. También esto es la mar de injusto: ¿¿¿todo tiene que contar el film???
¿No es un poco ridículo y pretencioso exigirle a Mitre una película TOTAL sobre la última dictadura?
Veamos: esta es una película sobre el primer juicio civil a los jerarcas responsables castrenses de una dictadura militar, pero no el primero en Argentina: ¡el primero en la historia de la humanidad! Y ni más que eso es lo que el film te entrega con pericia, profundidad y belleza ¿Por qué pedirle que también toque todo lo demás, no es suficiente y altamente positivo que exista un largometraje actual sobre este tema en particular?
Por todo el resto, por lo técnico, hay que decir que el film está dirigido con una solidez única y que reafirma lo que ya estaba a ala vista: que Mitre es uno de los mejores directores de cine que ha tenido hasta aquí este país.
Todas las acciones que suceden y hacen mover la película con una dinámica fluida, están precedidas de ambientaciones de los escenarios que son maravillosas desde la realización. El de Mitre es un manejo del mejor y más tradicional lenguaje cinematográfico en estado puro. No solo en la narración de la imagen destaca, sino también en un guion la mar de sólido, con parlamentos cortos y acertivos al cien por cien, sin golpes bajos ni cursilerías innecesarias. Eso, en un drama de neto corte histórico (y basado en una historia reciente y aun latente) es una medalla que Mitre y su co-guionista Mariano Llinás pueden colgarse con mucho orgullo.
A todo esto súmenle un casting impecable de actores y actrices (ningún personaje, sean los protagónicos o los secundarios, está por debajo de un nivel altísimo) y una dirección de actuaciones que da espacio para que cada personaje brille tanto en sus parlamentos como en sus momentos de la más pura gestualidad.
La fotografía es sobria y bella (a esto nos tiene bien acostumbrados el maestro Javier Juliá, quien viene trabajando con Mitre de películas atrás). La musicalización es sumamente delicada en su banda sonora (capo total el pibe Pedro Osuna, un genio) y es emotiva cuando recurre a la música incidental de canciones (“Himno de mi corazón” de los Abuelos sonando en la escena que aparece será de acá en más uno de los puntos más altos y épicos de la historia del cine argentino + música, sin dudas)
Por último, volver a un concepto vertido unos párrafos más arriba: Santiago Mitre es un cineasta con una sensibilidad más que especial para sintonizar con los temas que pueden movilizarnos como sociedad y este estreno lo ha refrendado. Todas sus películas hasta aquí (quizás un poco menos su remake de “La Patota”, hay que decirlo) han dejado pensando cosas profundas al público masivo de la Argentina. Y este film, estrenado en un momento en el que hay un claro e indiscutible corrimiento de un porcentual notable de nuestra sociedad hacia la derecha, es más que oportuno, diríase que es un necesario.
Se lo acusa a Mitre también de ser un poco superficial en el tono general del film, pero eso -uffff- es una crítica bastante snob. La película no es superficial, es masiva -que es algo diferente- tiene un lenguaje impecable como película comercial del sub género “film sobre juicios”, por lo que -insistamos en el esquema de pedidos- más que criticar a Mitre por esto, habría que felicitarle.
En días confusos y alienantes en los que muchas personas son empujadas a comenzar a prestarle atención en redes a payasos como Milei o el Presto, que Santiago Mitre vuelva a poner en nuestras mesas familiares conversaciones sobre lo espantoso que fue haber vivido el terrorismo de estado y lo necesario que es entender la continuidad de la memoria, la verdad y la justicia y la consolidación fáctica del nunca más, es un verdadero golazo ¿o no? ¿Qué más le vamos a pedir? Pongamos el resto nosotres.
Andá a ver la película, buscala con ganas, sí, porque las dos distribuidoras de cine (yankis ambas, je) que más reparten los films en Argentina se negaron a distribuirla argumentando temas de libre mercado y competencia (que raro ¿no?) y entonces se pone un poco difícil encontrar salas donde la den. Pero hacete el esfuerzo porque bien vale la pena. Vos vela, y después... ¡decime si exagero!
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