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Hace tiempo venimos sosteniendo que el Movimiento Popular Neuquino es un sistema dinámico. Como tal ha logrado dotarse de un orden sucesorio efectivo al institucionalizar reglas competitivas para resguardar la unidad partidaria. Asimismo, el cumplimiento de esas reglas asegura que el juego de ganadores y perdedores no afecte el propósito final de ganar elecciones. En sus setenta años de historia como actor político central de la provincia el MPN se ha permitido todo menos poner en riesgo el gobierno de la provincia. Tampoco el nombre del partido. Hasta ahora lo ha logrado: hay un único MPN en Neuquén.
Para el MPN las internas por las candidaturas constituyen episodios fundamentales de la aritmética de una democracia electoral que no es practicable de manera sostenida en otros mundos de partidos políticos. Las internas partidarias son la “llave maestra” de su sistema dinámico donde el liderazgo se disputa ganando más elecciones de las que se pierden. También de una relación virtuosa con una parte del electorado neuquino. Bajo su lógica todo vale: desde la manipulación de la agenda electoral, la confección de nóminas que aseguren espacios de poder a diversos sectores, la elección del color naranja, azul, marrón o el que sea para colgar candidaturas, hasta la decisión por mayor o menor apertura del padrón de votantes. Cuando algún actor relevante busca complicar el proceso o evadir algún capítulo con arreglos de dirigentes siempre hay una voz disonante, sobre todo de quien queda excluido de ese juego. Como lo señaló en su momento Luz Sapag, en uno de sus apuntes: “no propiciar elecciones internas es sentirse dueños de los candidatos y patrón de los electores”.
Decíamos en nuestro libro “El MPN y los otros” que los comicios internos del partido fundado por los hermanos Sapag instituyen la posibilidad de que las bases partidarias, igual que muchos electores independientes, establezcan un intenso intercambio de sentidos políticos con los aspirantes a cargos electivos. Esa dinámica resulta clave para un partido de tipo policlasista donde sus principales dirigentes pertenecen a las clases medias y, en no pocos casos, a sectores que están por encima de ella y que tienen arreglos con el campo empresario local y transnacional. Asimismo, en cada comicio, decenas de dirigentes intermedios la mayor parte ubicados en la plantilla de la administración pública pero de origen popular, interactúan y exponen sus preferencias estableciendo compromisos morales y de otro orden con sus bases, actualizando y discutiendo supuestos principios programáticos. Ello activa una suerte de proceso democratizador donde se suspende en el tiempo que dura el capítulo electoral la brecha entre una dirigencia que aspira a continuar gobernando y de quienes seguirán siendo gobernados.
Con todo, las internas partidarias se constituyeron en un mecanismo que los actores partidarios estuvieron dispuestos a validar una y otra vez, aunque no siempre coincidieran en sus procedimientos. Ese sistema para elegir las principales nominaciones resultó decisivo desde mediados de la década de 1980, fortaleciendo tanto la organización partidaria como los procesos de legitimación de los sucesivos liderazgos.
Para el recambio del 2023 hay un aspirante partidario que ha decidido afectar ese sistema dinámico. Seguramente jugará su suerte en un sello con el que entusiasme a parte del afiliado y electorado emepenista. También a quienes acepten acompañarlo desde otros mundos de identidades políticas, muchas de ellas con dirigentes que hace años buscan desbarrancar al MPN del gobierno. La nueva entidad ¿se atreverá a llevar el nombre de “Nuevo MPN” o “MPN Auténtico” como cuando hace dos décadas Felipe Sapag quiso afectar el dominio ejercido por Jorge Sobisch sobre el partido? Seguramente quienes forman parte de la arquitectura del desafiante diputado nacional Rolando Figueroa ya cuentan en su imaginería política con alguna membresía. La cuestión es si ese artefacto novedoso logrará inaugurar un nuevo sistema dinámico para el partido gobernante en Neuquén. Y si el mismo permitirá conservar ese conjunto de recursos -institucionales, sociales, financieros, de estrategia política, etc- que al momento parecen estar en manos de la élite partidaria que gobierna la provincia. Al presente, el retador Figueroa parece contar más con recursos propios del reconocimiento popular que de los otros. ¿Bastarán estos para que una parte del mundo de los afiliados del MPN juegue su suerte por fuera del Partido? Muy difícil que ocurra, porque gran parte de ese universo de afiliados asume que su ciudadanía política y, en gran medida su ciudadanía social y económica, se debe a la administración del sello partidario y del gobierno político de la provincia en manos de quienes prefieren sostener la membresía original del MPN.
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