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La distancia cínica de la ciudadanía hacia la política es la contracara de la impotencia del poder político formal para implementar transformaciones y dar respuestas a las variadas demandas materiales. Zygmunt Bauman plantea que en el marco de la globalización neoliberal los gobiernos han perdido la capacidad de resolución de los problemas públicos frente a la emergencia de poderes globales. Globalización alude aquí a la progresiva separación entre poder y política. En este orden los Estados-nación han mermado su soberanía a mano de las grandes corporaciones globales que actúan por encima de las autoridades locales. Más que a un orden opresivo y orquestado por la voluntad humana, parece asemejarse a una maquinaria de gobernanza global sin sujeto, abstracta y automatizada, lo que dificulta encontrar los puntos de resistencia. Las variantes de localismo primitivista con democracia directa no presentan una alternativa al globalismo del capital, y tampoco existen, por otro lado, institucionales supranacionales de coordinación y planificación que funcionen como contrapoder.
El capital se caracteriza por la necesidad de crecimiento constante en pos de lograr ventajas competitivas mediante innovaciones tecnológicas y aumento de la explotación laboral. Un mecanismo de destrucción creativa que en lo social aumenta la fractura porque a medida que aumenta la automatización algorítmica de la economía también aumenta la población sobrante y se precariza el trabajo. Lo que debería ser liberador para el ser humano se transforma en mayor desigualdad y explotación. El capitalismo impulsa tanto el progreso como también lo frena. Aunque el malestar social es creciente, el contexto está desprovisto de alternativas a futuro. El aluvión cultural de distopías críticas hacia el sistema no le afecta porque las convierte en consumo e incluso las alienta para entretener creando una fascinación de masas por el apocalipsis. La ideología capitalista puede convertirse de hecho en anticapitalista, tal como señala Mark Fisher. El neoliberalismo como tecnología de poder captura el deseo, se agota en una cultura del presentismo dada por un tiempo chato, circular, que ofrece más de lo mismo y ninguna perspectiva de futuro.
¿Es posible evadirse del panóptico digital?
Las plataformas poseen los datos que son la materia prima más importante en el capitalismo del siglo XXI según Srnicek. En ellas transcurre gran parte de la interacción social. Con los datos recolectados que retroalimentan el algoritmo se puede predecir y regular los comportamientos con el objetivo de obtener grandes ganancias. El lucro y la vigilancia coinciden en el capitalismo de plataformas que tiende a cada vez mayor concentración de la propiedad de las infraestructuras claves de la sociedad. Por ello, Srnicek plantea una solución radical: la socialización de las plataformas y convertirlas en servicios públicos.
Su importancia estratégica deriva de un proceso de subjetivación que da forma a la mentalidad algorítmica que pareciera limitar las formas de pensar. Se vive en una apariencia de libertad individual dada por la elección entre una serie de opciones que en realidad son ajenas, agotando el tiempo entre el consumo y el entretenimiento. Hay creencias y gustos preconstruidos para cada uno. Así se puede elegir un producto o un político que gusta, da igual, todo es mercancía, y siempre se juega también la ilusión de alcanzar la distinción individual, el cierre en la construcción de una identidad propia. Si los problemas estructurales se viven como sufrimientos privados deben hallarse puentes para convertirlos en causas y soluciones públicas. La cuestión es cómo se traducen las frustraciones individuales, la impotencia colectiva en modos organizativos que le den salida. Pensar en otra sociabilidad, en formas de asociación que puedan darle un cauce a las explosiones aisladas y evitar que el explotado se convierta en depresivo.
Cambio climático y soberanía
El “Antropoceno” designa a una era geológica marcada por la acción humana. Según Bratton en La Terraformación “las respuestas al cambio climático antropogénico deben ser igualmente antropogénicas”. La idea del cambio climático es de hecho un logro epistemológico de la tecnología computacional que ha permitido hacerlo medible, legible y comunicable a escala planetaria. Los conflictos que se anuncian a futuro en caso de no darse cambios drásticos antes de 2030, con una población mundial de nueve mil millones de habitantes y un agotamiento de recursos, llevan naturalmente a interrogarse por los procesos de decisión. En este sentido, ¿dónde se asentará la soberanía en fenómenos que son globales como el cambio climático y la automatización de la economía? ¿Qué arquitectura institucional emergerá de la crisis?. Como plantea Bratton “si el soberano no es solo aquel que puede proclamar un estado de emergencia, sino también aquello que la emergencia produce a su propia imagen, ¿qué soberanos traerán las emergencias del cambio climático?”. En esta línea no existe aún una geopolítica, un mecanismo de gobierno que funcione para hacer frente a los desafíos que se imponen, sino que por el contrario, la actual arquitectura de la gobernanza institucional funciona como un obstáculo y ello en parte explica el descrédito ciudadano hacia las instituciones democráticas.
Siguiendo con el autor, el cambio tecnológico debería provocar el cambio político más que a la inversa. Se trata de que la geoingeniería, la geotecnología, y la geopolítica estén sincronizadas y puedan asemejarse entre si. Para lograr ello se requiere de una planificación que se sobreponga al individualismo conservador que domina la cultura, que sea una planificación democrática para una planetariedad viable distinta a la de las plataformas monopólicas (Google, Walmart, Amazon, Facebook, etc) y que también aborde las consecuencias de la automatización algorítmica. Esto implica dejar atrás según el autor al “modelo avatar de la representación política”, entendido como “una cadena de suministro simbólica para la articulación de intereses transitorios y el cumplimiento de deseos: primero, designa un mal que perjudica a la gente, y luego imagina lo contrario de lo malo para convertirlo en lo bueno y que todo el mundo se identifique con ello. A continuación, encuentra avatares humanos que lo personifiquen (…) mientras tanto, la bioquímica planetaria permanece impasible”. Funciona como un guion ordenador del sistema político que está agotado porque no resuelve los problemas, basta analizar su expresión en la denominada grieta o polarización política que viabiliza una dimensión identitaria emocional. Este modelo puede producir gratificaciones instantáneas encontrando culpables pero luego aumenta la frustración y su potencial canalización en salidas autoritarias.
Se necesita un giro copernicano según Bratton “el ser humano individual no debería ser el centro de la geotécnica ni de la geoeconomía más de lo que ya es el centro del mundo. Los mecanismos de gobernanza algorítmica en sí deben ser menos antropocéntricos, mucho menos movilizados en torno a los deseos y anhelos individuales, y mucho menos obsesionados con la microgestión de la cultura humana. En cambio, deben tomar como propósito de su proyecto la transformación material de la bioquímica planetaria, los ecosistemas regionales incluidas las ciudades, la heterogeneidad ecológica viable (tanto dada como artificial) y demás”.
Construir un futuro que ilusione
La descripción crítica de las tendencias a futuro no puede agotarse en un aferrarse al presente porque las cosas podrían ponerse peores. Mas allá de esta caracterización no se debería caer en un fatalismo catastrofista y conservador que es a lo que lleva el aparato cultural de propaganda del individualismo y el libre mercado. Si la imaginación está capturada y predeterminada por el sistema es necesario salir de ese lugar y construir otros futuros que ilusionen. Al respecto Bauman se interroga “si la libertad ya ha sido conquistada, ¿cómo es posible que la capacidad humana de imaginar un mundo mejor y hacer algo para mejorarlo no haya formado parte de esa victoria? ¿Y qué clase de libertad hemos conquistado si tan solo sirve para desalentar la imaginación y para tolerar la impotencia de las personas libres en cuanto a temas que atañen a todas ellas?”. El asunto es que la libertad es un producto del trabajo colectivo pero se han privatizado hasta los medios para asegurar la libertad individual.
Como plantean los aceleracionistas de izquierda la democracia debería definirse por sus fines que es el autodominio colectivo y no por sus medios formales. También se debería reconstruir el poder de clase integrando en un sujeto político a las diversas identidades fragmentadas del precariado posfordista. Si las ideas del neoliberalismo fueron diagramadas a partir de 1947 con la fundación de la Sociedad Mont Pelerin por Friedrich Hayek y Milton Friedman en contra del socialismo y a favor del libre mercado, habría también que construir una infraestructura intelectual de carácter global que reproduzca ese tipo de experiencia cristalizando nuevos modos de organización política y económica.
Por último, es necesario agregar que estos desafíos que mencionan los aceleracionistas se enfrentan con un problema derivado de los encierros de la experiencia pandémica que han profundizado un tipo de vínculo identitario con la política sin dudas potenciado por las redes sociales. En estas se exacerba el mostrar y comunicar todo el tiempo lo que es el individuo enunciando principios morales. Las redes separan a la gente para hablarle solo al espejo que son los iguales. En ese marco ¿cómo lograr una política a partir de lo común, que sea duradera, que se desprenda de las polémicas efímeras que alimentan los egos en las redes y que intervenga en la realidad?.
Referencias bibliográficas:
-Bauman, Zygmunt (2001), En busca de la política. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
-Bratton, Benjamin (2021), La Terraformación: Programa para el diseño de una planetariedad viable, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Caja Negra,
-Fisher, Mark (2016) Realismo capitalista: ¿No hay alternativa?. Buenos Aires, Caja Negra.
-Galliano Alejandro, El planeta se quema, el país se estanca y esta democracia ya no sirve, en El DiarioAr, 23 de abril de 2022. Disponible en este enlace.
-Entrevista a Francisco Martorell Campos: ¿Por qué el capitalismo no les teme a las distopías?, en Revista Nueva Sociedad, diciembre de 2021 . Disponible en este enlace.
-Srnicek, Nick (2018) Capitalismo de plataformas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Caja Negra.
-Srnicek Nick y Willians Alex (2013) Manifiesto por una Política Aceleracionista. Disponible en este enlace.
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