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Octubre es un mes particular en la memoria histórica de la Argentina; porque en Octubre terminaron por ser incluidos los que quedaban fuera.
Ampliar la Nación, en términos de participación política, había sido la consigna de la impronta reformista de comienzos de siglo XX. Lo pendiente, era ampliar los márgenes en la redistribución de la riqueza.
El movimiento obrero organizadohabía logrado, en las décadas de 1930 y 1940, la legalización de los sindicatos y el reconocimiento de los Códigos de Trabajo por parte del Estado; aun así, un extenso pliego de demandas laborales seguía sin ser atendidas en un contexto de fuerte recesión económica y represión política.
Era aquella Argentina con el granero del mundo en crisis, la de posguerra; la que Antonio Berni retrató en Los desocupados; la que está ‘sola y espera’ como escribiera Scalabrini Ortiz.
¿Que esperaba? Posiblemente aquello dicho por Juan Domingo Perón en 1943 “...con la creación de la secretaria de Trabajo y Previsión se inicia la era de la política social en la Argentina”.
Al poco tiempo de creada esta nueva dependencia administrativa, se sancionaba:el Estatuto del Peón, que establecía un salario mínimo, vivienda y trabajo para los trabajadores rurales; la generalización de la indemnización por despido -que desde 1934 se aplicaba solo a empleados de comercio-; el seguro social y la jubilación que benefició en aquel entonces a 2 millones de personas: la creación de los Tribunales de Trabajo; la fijación de mejoras salariales, la sanción del estatuto del periodista, la creación del Hospital Policlínico para trabajadores ferroviarios y las primeras escuelas técnicas.
De allí que cuando el 17 de octubre de 1945, cerca del mediodía, contingentes de diversas zonas industriales del Gran Buenos Aires comenzaran a llegar a la Plaza de Mayo atentos a que la prisión de Perón afectaba la continuidad de las políticas iniciadas, las fuerzas del viejo orden fueran sorprendidas: por primera vez, los trabajadores ‘tomaron’ literalmente la ciudad, escribió el historiador Daniel James
El 17 de Octubre para algunos, es una fecha plebeya, irreverente, el día de ‘la patria sublevada’; la expresión más acabada de la democracia plebiscitaria, dirán otros.
Pero más allá de esta liturgia, la fecha invita a pensar en esa agenda de derechos que aún no logra consagrarse en la Argentina. Una deuda pendiente que en los últimos años viene sufriendo el embate de una poderosa derecha política y empresarial.
Distintos estudios dan cuenta que en nuestro país hay tres realidades laborales bien delimitadas: los trabajadores competitivos, de alta productividad, con plenos derechos laborales y salarios altos; los del Estado y empresas que dependen del mercado interno sujetos a las políticas económicas inestables y con salarios medios y bajos; y los de la economía popular con emprendimientos individuales o colectivos con mínima tecnología, baja productividad e ingresos inadecuados.
Actualmente se estima que 12.040.000 de trabajadores son monotributistas en el sector público y/o privado; un 50% logra su sustento en la economía informal y fuera de estas estadísticas, queda el 1.337.136 hombres y mujeres desocupadas.
Esta realidad engloba a cartonero/as, vendedores ambulantes, trabajadores de programas sociales, de empresas recuperadas, de comedores, cooperativistas, etcétera. No poseen protección legal, no tienen vacaciones ni aguinaldo y carecen de un sindicato que los represente.
Posiblemente éstos sean los nuevos descamisadospara quienes urge, no replantear sino profundizar, aquella política laboral y social iniciada hace 76 años.
“El 17 de octubre fue un “Fuenteovejuna”, nadie y todos lo hicieron, escribió Arturo Jauretche.Fue sin duda una lección para la nación de propietarios y la república conservadora, pero fue también expresión popular de actuar y amar en defensa propia.
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